Elecciones el 28 de julio
Foto: EFE/ Ronald Peña

Este artículo fue publicado originalmente 15 de marzo de 2024

El próximo 28 de julio, Venezuela enfrentará una coyuntura crítica en nuestra historia moderna. Las elecciones presidenciales representan más que una simple votación. Simbolizan una oportunidad para redefinir el curso de una nación que ha experimentado profundas divisiones políticas y graves asuntos económicos y sociales.

Este momento de cuestionamiento local e internacional de los comicios presidenciales, invita a una reflexión colectiva, no sólo sobre el presente, sino sobre el futuro de Venezuela. Un futuro que debería enfocarse en el desarrollo económico inclusivo y sostenible del país.

Al menos así lo afirman las diferentes encuestas realizadas sobre el tema electoral que nos aseguran que la aplastante mayoría de nuestros compatriotas, cada vez menos reparan en agendas políticas, y piden a gritos, mejoras económicas para nuestra golpeada patria.

La paz y la convivencia política, son el pilar sobre el que deben cimentarse todos los esfuerzos de desarrollo económico y social de los países. Sin acuerdos políticos, el progreso de los países suele ser efímero y las elecciones ofrecen una oportunidad para reafirmar el compromiso con la no violencia y el diálogo como un vehículo fundamental para resolver cualquier diferencia.

Si bien el espíritu de esta y cualquier otra elección, es el que prime el hacer democrático, sin duda en este momento los venezolanos esperan cambios políticos que nos conduzcan a un futuro de bienestar económico y prosperidad. En estas elecciones presidenciales la participación masiva es fundamental, como una afirmación colectiva de que, a pesar de las diferencias políticas, es posible trabajar juntos para la construcción de un país próspero.

Deseo de mejorar

No obstante el cuestionado cumplimiento del acuerdo de Barbados, las inhabilitaciones y las acusaciones mutuas entre el oficialismo y la oposición; las elecciones representan un momento crucial para recordar que más allá de las diferencias, todos los venezolanos compartimos un amor profundo por el país y un indiscutible deseo de mejorar en lo económico y social.

Nuestro país posee las riquezas naturales y el talento humano necesarios, para convertir a Venezuela en un motor de desarrollo económico en la región. Para lograr esto, es crucial fomentar un clima de confianza y estabilidad política que atraiga inversiones y amplíe las oportunidades de trabajo y progreso para todos los ciudadanos.

Siendo Venezuela un país sancionado por los Estados Unidos, la economía más grande del mundo, debido a los desmanes políticos de nuestros dirigentes opositores y oficialistas, las elecciones del 28 de julio resultan una oportunidad para demostrar al mundo que nosotros los ciudadanos, los que ejercemos del derecho al voto, y somos los que realmente decidimos en el país, queremos mejoras estructurales de la economía nacional, independientemente de quien sea elegido presidente.

Una participación masiva en las urnas electorales bien podría erigirse como un poderoso mensaje al mundo a ese respecto.

Mensaje al mundo

Hablamos de un mensaje al mundo, porque las relaciones internacionales juegan un papel clave en el desarrollo económico de Venezuela. En una economía cada vez más globalizada, Venezuela tiene la oportunidad de reforzar sus lazos con la comunidad internacional si son levantadas, o al menos aligeradas, las sanciones.

Esto, bien podría promoverse con una contundente participación en las elecciones presidenciales. Lo mencionado, atraería no solo inversiones extranjeras, sino también el conocimiento y experticia foránea, que bien contribuirían con el crecimiento y desarrollo del país, pudiéndose erigir Venezuela como la potencia energética mundial, que siempre fue.

Finalmente, el desarrollo de Venezuela debe centrarse en la seguridad de los inversionistas y de los ciudadanos en general. La seguridad no sólo se refiere a la protección contra la violencia y el crimen, sino también a la seguridad jurídica, la seguridad económica, la seguridad alimentaria y la seguridad en términos la salud y la educación.

Estas elecciones del 28 de julio, representan una encrucijada para Venezuela, un momento para decidir no sólo quién será el próximo presidente, sino también qué tipo de país queremos construir juntos los venezolanos. Es una invitación a mirar más allá del horizonte inmediato, a soñar en grande y trabajar incansablemente para hacer esos sueños realidad.

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