Es la hora de la inteligencia estratégica

Por diferentes razones, muchos concuerdan que la elección presidencial del 28 de julio se nos presenta como la mejor ocasión para empezar a transitar el largo camino de la redemocratización del país. Una de ellas, es que existe un abrumador deseo de cambio político y al mismo tiempo, una potente disposición de expresar ese deseo a través del voto.

Sin embargo, pese a que el estímulo de fuertes emociones son condiciones necesarias para ganar elecciones (por aquello de que sin emoción no hay conexión), a veces olvidamos que la inteligencia en la toma de decisiones incide —de forma relevante— en los resultados finales.

Vale decir, en muchas oportunidades no balanceamos en la ecuación eso que se llama inteligencia estratégica, porque estimamos que es un concepto lejano o nada sexy para desarrollar y en una campaña electoral el trabajo en terreno prevalece frente a otras variables.

Pero en defensa de la inteligencia estratégica podemos decir que muchas veces la practicamos, pero no sabemos que lo hacemos.

Para aterrizar el concepto, la inteligencia estratégica simplemente es tener a la vista un montón de información para analizarla y evaluarla y acto seguido crear escenarios para la toma de decisiones, reconociendo las incertidumbres, riesgos, oportunidades y diversos aspectos cambiantes. En simple, su propósito esencial es evitar ser sorprendidos o improvisar y, definitivamente, arroparse en el camino de la estrategia señalando el objetivo específico.

¿Y dónde aplicar la inteligencia estratégica por estos días de campaña emocional?

En pocas palabras, cada vez que Nicolás Maduro y compañía le quieran agregar incertidumbre a las reglas de juego electoral (entiéndase cambios normativos para la formalización de los testigos de mesa, cambios de centros electorales, sabotaje, persecución, intimidación, etc.), inmediatamente, no hay que olvidar cuál es el objetivo estratégico que nos tiene unidos: el cambio político para recorrer el proceso de la redemocratización.

Falta poco menos de un mes para seguir resistiendo a todas las arbitrariedades que le pondrán a la candidatura de Edmundo González. Lo más seguro que tiene esta campaña electoral es la imposición de obstáculos para que las fuerzas opositoras sufran dilemas que la desanimen a mantenerse compitiendo. Lloverán trampas para desalentar.

Por lo tanto, si se espera que vengan dictámenes abusivos del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para remover la tarjeta electoral de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), suspender las elecciones o cualquier decisión que intente desmovilizar o fragmentar el voto opositor, aquí solamente queda mantener encendida la inteligencia estratégica para no morder el anzuelo.

La gran oportunidad

Nunca ha sido fácil pronosticar eventos políticos, económicos o sociales. Pero es evidente la fatiga, el rechazo y el malestar nacional para estimar que ya pasaron esos tiempos de polarización donde las correlaciones de fuerza podrían calcularse como 50% y 50% por cada lado.

No obstante, hoy es tan potente la voluntad de cambio, que una persona que pocos conocían hace 3 meses, claramente es el favorito para ganar las elecciones presidenciales. Obviamente que el endoso de la candidatura de María Corina Machado lo explica todo, pero la transferencia de votos pocas veces se hace con la potencia que demuestra este caso.

Cada cierto tiempo, las sociedades tienen al frente una oportunidad de diamante para construir sus propias salidas, para ganarle al caos, a la pobreza, al conflicto y a la desdicha. De mantenerse las condiciones actuales, el 28 de julio le tocará a Venezuela. Y mucho dependerá de sostener las emociones y aplicar buenas decisiones.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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