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OPINIÓN · 28 MAYO, 2023 05:30

Gobernando por Twitter

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Piero Trepiccione

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La gerencia pública es extremadamente compleja, independientemente de cualquier lugar del mundo donde se lleve a cabo. La cantidad de factores involucrados, las lealtades cruzadas, las jerarquías informales, los escrutinios públicos de la gestión, los ataques diarios por parte de adversarios que buscan el poder, entre muchas otras razones, la condicionan para que sea una dinámica de múltiples dimensiones.

Dirigir una gestión pública siempre ha sido un tema candente, pero con los avances que la tecnología ha brindado a la humanidad, en las últimas décadas, el nivel de complejidad se ha multiplicado por mil. Con la aparición de la red social Twitter, la forma de comunicar e interactuar se ha modificado radicalmente.

Según la revista Estado, “276 jefes de Estado, presidentes y cancilleres de 178 naciones tienen cuenta y están activos en Twitter, lo que representa un 90% de los Estados miembros de la ONU”. Cada día, se cuentan por miles, los tuits publicados con información de gobierno como nombramientos, destituciones, mensajes polémicos de defensa o ataque político que tienen alcances importantes y crean toda una comunidad de resonancia que le sirve a quienes ostentan el poder.

Donald Trump, en Estados Unidos; Nicolás Maduro, en Venezuela; Gustavo Petro, en Colombia; Nayib Bukele, en El Salvador; Narendra Modi, en la India, entre muchos otros, han sido un claro ejemplo de la gobernanza por Twitter. Más allá de comunicar las decisiones oficiales por esta red social, prácticamente se le ha dado un uso exhaustivo para orientar la gestión de gobierno hacia la ciudadanía sin necesidad de comunicados oficiales, ruedas de prensa u otros mecanismos tradicionales para la circulación de la información pública.

Esto tiene sus ventajas y desventajas. Los gobernantes ahora gozan de una herramienta extraordinaria para comunicarse con muchas personas en cuestión de minutos, pero también asumen la obligación de responder a las inquietudes y respuestas de la gente que diariamente transita por esta red y que espera que sus gobernantes atiendan sus planteamientos en vivo y directo lo más rápido posible. Así mismo, están circunscritos a los algoritmos que tienen un impacto importante en los alcances y resonancias de quien los utilice.

El asunto del tiempo que el gobernante dedica a la comunicación vía Twitter no es menos delicado ya que debe atender diariamente una cantidad de temas impresionante y atender esta red social añade una tarea más complicada aún. Cierto es que para eso se contratan community managers, pero muchos presidentes prefieren manejar sus cuentas muy personalmente aun con los riesgos que esto conlleva.

Gobernar por Twitter también le ha impreso un signo de carácter “autoritario” a algunos regímenes. Tuitear cuando se tiene un estado de ánimo alterado puede provocar reacciones desmedidas y reactivas que pueden afectar severamente la acción de gobierno. Es una herramienta demasiado eficaz en sus alcances y dimensiones, pero también puede convertirse en un mecanismo que “aísle”, aunque suene contradictorio, al gobernante de su staff de asesores y ministros para ponerlo en relación directa con una comunidad virtual que está integrada por millones de ciudadanos, pero también por bots que preconizan tendencias y esparcen el virus del odio para ser usado como manipulador de la opinión pública. En suma, Twitter es bueno, pero no tanto como parece.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Esto tiene sus ventajas y desventajas. Los gobernantes ahora gozan de una herramienta extraordinaria para comunicarse con muchas personas en cuestión de minutos, pero también asumen la obligación de responder a las inquietudes y respuestas de la gente que diariamente transita por esta red y que espera que sus gobernantes atiendan sus planteamientos en vivo y directo lo más rápido posible. Así mismo, están circunscritos a los algoritmos que tienen un impacto importante en los alcances y resonancias de quien los utilice.

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Gobernar por Twitter también le ha impreso un signo de carácter “autoritario” a algunos regímenes. Tuitear cuando se tiene un estado de ánimo alterado puede provocar reacciones desmedidas y reactivas que pueden afectar severamente la acción de gobierno. Es una herramienta demasiado eficaz en sus alcances y dimensiones, pero también puede convertirse en un mecanismo que “aísle”, aunque suene contradictorio, al gobernante de su staff de asesores y ministros para ponerlo en relación directa con una comunidad virtual que está integrada por millones de ciudadanos, pero también por bots que preconizan tendencias y esparcen el virus del odio para ser usado como manipulador de la opinión pública. En suma, Twitter es bueno, pero no tanto como parece.

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