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OPINIÓN · 2 JULIO, 2023 05:30

La “normalización” de las autocracias

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Piero Trepiccione

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Por doquier se multiplican los riesgos y los ataques que sufre la democracia en todo el mundo, tanto en los lugares donde se ha establecido con fuerza como en donde difícilmente la dejan existir. Pero lo más grave de todo no es eso, es la forma como ideológicamente se argumenta, con una sutileza tan majestuosa, para intentar “normalizar” ante la opinión pública que los rasgos autoritarios son una verdadera “virtud” en el ejercicio del poder actualmente.

El perfeccionamiento de las técnicas para potenciar la desinformación ha permitido afianzar el descrédito hacia la democracia en todo el planeta, con argumentaciones extremadamente banales, pero tan efectivas que ya en las percepciones ciudadanas se viene generando un verdadero desencanto hacia esa forma de gobierno.

Pretenden justificar afirmando que la democracia ya no es eficaz para permitirle a un gobernante ejercer el poder y que los contrapesos clásicos son una barrera para poder llevar a cabo políticas eficaces contra el hambre, la inseguridad, el terrorismo y hasta para gestionar pandemias. En las redes sociales y en muchos medios tradicionales, actualmente, los autócratas promueven narrativas que buscan destruir sistemas institucionales que impliquen límites en el ejercicio del poder. Cualquier forma de control político es visto como un mecanismo torpe en la búsqueda de la eficiencia.

Se ha venido construyendo entonces, a lo largo del planeta, un conjunto de argumentos que “normaliza” el ejercicio del poder de manera autoritaria haciéndonos regresar décadas en materia de conquista de derechos humanos universales. Esta nueva posverdad muestra que los “hombres fuertes”, acompañados de sistemas políticos totalmente centralizados y atados a la “voluntad del magnate”, son mucho más exitosos en la construcción de mejores estadios de calidad de vida de la población que unas democracias “débiles” que solo son una muestra de un modelo fracasado.

Una narrativa a favor de las autocracias 

En nombre de la “nueva geopolítica mundial” y de la “multipolaridad” se normaliza el avance del autoritarismo como forma exprés de gobernar. Se destruye sutilmente todo el multilateralismo que llevó siglos y décadas estructurar sobre la base de los derechos humanos, para que, en su lugar, aparezca un sistema que se haga de la “vista gorda” ante la violación sistemática de éstos, pero que garantiza una mayor eficiencia en los procesos de carácter económico y comercial.

La nueva manera de hacer negocios en el mundo necesita fuertes dosis de hiperliderazgo, de concentración del poder, de romper consensos políticos para favorecer decisiones rápidas y domesticadas de resoluciones públicas que aceleren los acuerdos entre Estados. Sistemas políticos “fuertes” que se pasen por el “forro del arco del triunfo” las conquistas laborales que tardaron décadas y ríos de sangre en ser aprobadas para favorecer, en su lugar, la voluntad de uno o de unos en detrimento de la voluntad general.

La normalización de las autocracias está en marcha desde hace tiempo. Es un proceso paulatino que se ha acelerado en los últimos años con un éxito tremendo porque ya ha logrado mellar a la opinión pública en sus sentimientos de apego a la democracia.

En el caso particular de América Latina y el Caribe, una reducción poco más de 10%, en la última década, de los niveles de apoyo popular a la democracia, según Latinobarómetro, es una señal preocupante. El apoyo a la democracia como forma de gobierno ha caído por debajo de 50%, según el mismo estudio. Con esto podemos evidenciar que esta “normalización” avanza de manera sutil pero eficaz. Estamos en la obligación de encender las alarmas de la conciencia y la ciudadanía por todos lados.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Por doquier se multiplican los riesgos y los ataques que sufre la democracia en todo el mundo, tanto en los lugares donde se ha establecido con fuerza como en donde difícilmente la dejan existir. Pero lo más grave de todo no es eso, es la forma como ideológicamente se argumenta, con una sutileza tan majestuosa, para intentar “normalizar” ante la opinión pública que los rasgos autoritarios son una verdadera “virtud” en el ejercicio del poder actualmente.

El perfeccionamiento de las técnicas para potenciar la desinformación ha permitido afianzar el descrédito hacia la democracia en todo el planeta, con argumentaciones extremadamente banales, pero tan efectivas que ya en las percepciones ciudadanas se viene generando un verdadero desencanto hacia esa forma de gobierno.

Pretenden justificar afirmando que la democracia ya no es eficaz para permitirle a un gobernante ejercer el poder y que los contrapesos clásicos son una barrera para poder llevar a cabo políticas eficaces contra el hambre, la inseguridad, el terrorismo y hasta para gestionar pandemias. En las redes sociales y en muchos medios tradicionales, actualmente, los autócratas promueven narrativas que buscan destruir sistemas institucionales que impliquen límites en el ejercicio del poder. Cualquier forma de control político es visto como un mecanismo torpe en la búsqueda de la eficiencia.

Se ha venido construyendo entonces, a lo largo del planeta, un conjunto de argumentos que “normaliza” el ejercicio del poder de manera autoritaria haciéndonos regresar décadas en materia de conquista de derechos humanos universales. Esta nueva posverdad muestra que los “hombres fuertes”, acompañados de sistemas políticos totalmente centralizados y atados a la “voluntad del magnate”, son mucho más exitosos en la construcción de mejores estadios de calidad de vida de la población que unas democracias “débiles” que solo son una muestra de un modelo fracasado.

Una narrativa a favor de las autocracias 

En nombre de la “nueva geopolítica mundial” y de la “multipolaridad” se normaliza el avance del autoritarismo como forma exprés de gobernar. Se destruye sutilmente todo el multilateralismo que llevó siglos y décadas estructurar sobre la base de los derechos humanos, para que, en su lugar, aparezca un sistema que se haga de la “vista gorda” ante la violación sistemática de éstos, pero que garantiza una mayor eficiencia en los procesos de carácter económico y comercial.

La nueva manera de hacer negocios en el mundo necesita fuertes dosis de hiperliderazgo, de concentración del poder, de romper consensos políticos para favorecer decisiones rápidas y domesticadas de resoluciones públicas que aceleren los acuerdos entre Estados. Sistemas políticos “fuertes” que se pasen por el “forro del arco del triunfo” las conquistas laborales que tardaron décadas y ríos de sangre en ser aprobadas para favorecer, en su lugar, la voluntad de uno o de unos en detrimento de la voluntad general.

La normalización de las autocracias está en marcha desde hace tiempo. Es un proceso paulatino que se ha acelerado en los últimos años con un éxito tremendo porque ya ha logrado mellar a la opinión pública en sus sentimientos de apego a la democracia.

En el caso particular de América Latina y el Caribe, una reducción poco más de 10%, en la última década, de los niveles de apoyo popular a la democracia, según Latinobarómetro, es una señal preocupante. El apoyo a la democracia como forma de gobierno ha caído por debajo de 50%, según el mismo estudio. Con esto podemos evidenciar que esta “normalización” avanza de manera sutil pero eficaz. Estamos en la obligación de encender las alarmas de la conciencia y la ciudadanía por todos lados.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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