La convivencia en los centros educativos se ve permanentemente permeada por las dinámicas de violencia presentes en la comunidad, sociedad y en las redes sociales. A menudo somos testigos de las crisis que genera una pelea que termina en lesiones; sobre como un estudiante participa en una cadena de micro tráfico de sustancias; e incluso, alguna alumna víctima porque se difundieron imágenes que comprometen su imagen; o varios estudiantes que son víctimas del acoso escolar.
Ante esta realidad, en la mayoría de los casos se realizan reuniones con los docentes, las familias, se pide la intervención de las autoridades, expertos del centro o profesionales externos; pero en pocas oportunidades se apela a un actor fundamental para la prevención y atención de los casos: el estudiantado.
La participación, además de constituir un derecho humano fundamental, sirve además de «palanca» para conquistar otros derechos, y para estar protegidos de todas las formas de violencia.
La práctica nos señala que en aquellos centros donde genuinamente se promueve la participación del estudiantado para analizar qué está pasando en torno a la convivencia estudiantil, por qué está pasando, qué se puede hacer, cómo podemos organizarnos para prevenir, el clima del centro cambia notablemente. Se pasa de un paradigma de riesgo a uno de oportunidad.
La propia Unesco recomienda enseñar habilidades de negociación a los estudiantes que promuevan la paz y que les permita: definir sus conflictos, sobre qué se discute, las razones y cómo surgió este asunto; intercambiar posiciones, proposiciones, ver la situación desde ambas perspectivas, juego de roles.
Hemos conocido en el país experiencias donde los estudiantes son mediadores o se preparan para conocer herramientas de resolución de conflictos: jueces de paz, promotores de paz, promotores de buen trato, mediadores escolares, defensores escolares, brigadistas de paz y convivencia.
Hay experiencias donde se elige a una comisión o comité de mediación (cinco estudiantes), en otros casos se elige a dos chicos que harán el rol de mediadores. En algunos casos se van rotando semanalmente, en otros cada mes. La idea es que puedan alternar y democratizar la posibilidad de participar.
El Ministerio del Poder Popular para la Educación dictó en octubre de 2021 una Instrucción Ministerial sobre la creación, conformación y formación de las Brigadas Integrales de Prevención en todos los centros educativos de los diferentes niveles y modalidades. Una de las instrucciones se refiere a las Brigadas de Convivencia y Paz con el objetivo de «Desarrollar estrategias y acciones dirigidas a convertir la institución educativa en un espacio armónico y amable entre los actores sociales en el cual irradie reciprocidad en el respeto mutuo, la convivencia, la solidaridad y la cultura de paz, fortaleciendo el sentido de prevención y conservación de las instalaciones y los bienes que allí se encuentran».
Sabemos que estos procesos no se decretan. Es importante la voluntad, pero no basta con decidir su creación, realizar una juramentación y un acto público, más bien puede generar frustración. Si se asume el reto y se emprende la tarea hay que formarse: los docentes acompañantes del proceso, el resto de docentes, estudiantes, las familias. Es un proceso por etapas. Teniendo claro que la principal resistencia está en el temor de los adultos a que la participación de los estudiantes los empodere y sea más difícil lidiar con ellos.
Una parte importante de los conflictos que se presentan en los centros se podrían prevenir si tomáramos en cuenta lo que dice una experta en el tema, como es Gery Lasdown, «los niños necesitan un espacio donde puedan manifestar su opinión. Esto requiere que se les dé tiempo, que haya adultos comprensivos y dispuestos a escucharlos, y que se sientan seguros y cómodos en el ambiente en que se encuentran».
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Ante esta realidad, en la mayoría de los casos se realizan reuniones con los docentes, las familias, se pide la intervención de las autoridades, expertos del centro o profesionales externos; pero en pocas oportunidades se apela a un actor fundamental para la prevención y atención de los casos: el estudiantado.
La participación, además de constituir un derecho humano fundamental, sirve además de «palanca» para conquistar otros derechos, y para estar protegidos de todas las formas de violencia.
La práctica nos señala que en aquellos centros donde genuinamente se promueve la participación del estudiantado para analizar qué está pasando en torno a la convivencia estudiantil, por qué está pasando, qué se puede hacer, cómo podemos organizarnos para prevenir, el clima del centro cambia notablemente. Se pasa de un paradigma de riesgo a uno de oportunidad.
La propia Unesco recomienda enseñar habilidades de negociación a los estudiantes que promuevan la paz y que les permita: definir sus conflictos, sobre qué se discute, las razones y cómo surgió este asunto; intercambiar posiciones, proposiciones, ver la situación desde ambas perspectivas, juego de roles.
Hemos conocido en el país experiencias donde los estudiantes son mediadores o se preparan para conocer herramientas de resolución de conflictos: jueces de paz, promotores de paz, promotores de buen trato, mediadores escolares, defensores escolares, brigadistas de paz y convivencia.
Hay experiencias donde se elige a una comisión o comité de mediación (cinco estudiantes), en otros casos se elige a dos chicos que harán el rol de mediadores. En algunos casos se van rotando semanalmente, en otros cada mes. La idea es que puedan alternar y democratizar la posibilidad de participar.
El Ministerio del Poder Popular para la Educación dictó en octubre de 2021 una Instrucción Ministerial sobre la creación, conformación y formación de las Brigadas Integrales de Prevención en todos los centros educativos de los diferentes niveles y modalidades. Una de las instrucciones se refiere a las Brigadas de Convivencia y Paz con el objetivo de «Desarrollar estrategias y acciones dirigidas a convertir la institución educativa en un espacio armónico y amable entre los actores sociales en el cual irradie reciprocidad en el respeto mutuo, la convivencia, la solidaridad y la cultura de paz, fortaleciendo el sentido de prevención y conservación de las instalaciones y los bienes que allí se encuentran».
Sabemos que estos procesos no se decretan. Es importante la voluntad, pero no basta con decidir su creación, realizar una juramentación y un acto público, más bien puede generar frustración. Si se asume el reto y se emprende la tarea hay que formarse: los docentes acompañantes del proceso, el resto de docentes, estudiantes, las familias. Es un proceso por etapas. Teniendo claro que la principal resistencia está en el temor de los adultos a que la participación de los estudiantes los empodere y sea más difícil lidiar con ellos.
Una parte importante de los conflictos que se presentan en los centros se podrían prevenir si tomáramos en cuenta lo que dice una experta en el tema, como es Gery Lasdown, «los niños necesitan un espacio donde puedan manifestar su opinión. Esto requiere que se les dé tiempo, que haya adultos comprensivos y dispuestos a escucharlos, y que se sientan seguros y cómodos en el ambiente en que se encuentran».
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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