La violencia frecuente mata la sensibilidad

En la historia de cualquier sociedad la violencia ocupa un lugar preponderante. Siempre ha estado presente y los conflictos bélicos reales han causado millones de incapacidades humanas, muertes, destrucciones de todo tipo a través de la historia. En nuestros tiempos, la tecnología y la comunicación han potenciado el acontecer violento, haciéndolo un elemento común en nuestras vidas, al punto de resultarnos algo «natural», que cada vez impresiona menos.

La violencia tiene múltiples expresiones y junto a la violencia cruda, brutal, la real, está la violencia sutil, esa que no parece pero que es, que hiere. Pero además la podemos ver y sentir a través de los medios y las redes, como violencia virtual, que puede ser una transmisión de violencia real lejana, preocupante, o de ficción, que divierte.

Violencia real

La violencia real, la que ocurre de verdad, que nos puede tocar, incluso cerca, golpeándonos, asustándonos.  Es la violencia en las calles por donde transitamos, en los sitios de trabajo, donde estudiamos, la institucional para poner orden y la más dolorosa, traumática, la que más pega a nivel personal, la violencia en el hogar. 

A la violencia real, cercana, la que sufrimos personalmente o a través de otros -llamada violencia vicaria- se suma la violencia distante pero también real que nos llega por la televisión o por las redes.

Violencia real pero lejana

El consumo de violencia mediática no es nuevo, así ha sido desde que la televisión está presente en los hogares. Lo nuevo es que con la expansión de las redes virtuales, el  consumo de violencia ha aumentado en forma exponencial. Ahora, cada usuario de internet puede generar, casi que con total libertad, contenidos dramáticos, violentos, pornográficos y cualquier usuario de la red lo puede consumir.

Pornografía no son sólo mensajes de contenido sexual sino todo aquel que sea grotesco, obsceno para el espectador. Las escenas de represión política, de guerra, de ciudades devastadas por una bomba, de un accidente, un asesinato, un suicidio, una escena de violencia doméstica, nada tienen que ver con el placer sexual pero pueden ser pornográficas porque aunque resulten obscenas o violentas a la vista, movilizar el morbo, u cierto placer, a quien las recibe.  

El exceso de contenidos violentos en los medios de comunicación clásicos o en las redes pueden hacernos insensibles al apreciar todo lo que allí se muestre como algo cuya intención es  recrearnos.

Violencia ficticia

Quienes ahora rondan los 70 años y los de menos edad, desde su infancia han  consumido violencia tanto real, como de ficción, a través del cine y la televisión. Hasta las tiras animadas, las películas que Disney y casi todas las series de televisión de los años 50 y 60, incluían escenas violentas que presentaban como divertidas y hasta cómicas.  La violencia divertida, de ficción pero violencia y agresión, para reírnos.

A la violencia de ficción que aparece en los medios desde que se inventaron, se agrega la violencia real,  la de actos delictivos sangrientos, la de los grupos racistas o extremistas religiosos, la de los patrones contra los obreros, la de los obreros defendiendo sus derechos, la de los gobiernos represivos, la del padre pegándole a la madre, la madre a los hijos.

Los productores de contenidos – no sólo los actuales sino los precursores que han creado cierto tipo de literatura, cine, televisión, canciones, obras de teatro,  inclusive muchas obras consideradas clásicas y alta calidad, han explotado algo que por siempre se ha sabido: lo emocionante, atrae.  

Las expresiones emotivas, como el amor, la alegría, la tristeza, la rabia, el miedo, están entre los buenos ganchos para generar interés en el público. De allí su utilización, además de alguna satisfacción morbosa de sus creadores.

El miedo y la rabia suelen ser emociones muy fuertes, impactantes, y por ello son las preferidas de los productores de contenidos para sus creaciones con la intención de activar el morbo, un cierto placer que mucha gente siente ante el sufrimiento ajeno.  Es parte de nosotros, como humanos, pero que puede ser educado, controlado, como forma de hacernos más empáticos, más sensibles hacia lo que ocurre a otra persona.

La violencia de preocupante a divertida, a nada

La industria cultural, la frecuencia de contenidos violentos en los medios, en las redes, inclusive en los videojuegos infantiles y para adolescentes, nos ha hecho perder la capacidad de ver la violencia como negativa, peligrosa, presentándola como parte de inherente a toda sociedad.  La violencia como algo “normal” que, inclusive, puede ser divertida. 

Podemos llegar a ver la violencia, a consumirla, sin mayor impacto, despojándola de su real significado y consecuencias: heridas, muerte, destrucción, dolor.  Pudiéramos llegar al punto de que la violencia sólo nos atemorice cuando se produzca, en la realidad, cerca de nosotros.  De resto, puede ser considerada como “un contenido más” de los que muestran las noticias o los espectáculos.

El culto a la violencia y su presencia inmanente entre nosotros a través de los medios y redes nos puede insensibilizar ante el dolor ajeno. Admitir la violencia como una forma natural de relacionarnos puede inmunizarnos al dolor de otros, hacernos inhumanos, perdernos como personas y como sociedad.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Guerra e insensibilidad

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