Las elecciones: en el centro de las narrativas globales

Estamos en una coyuntura internacional donde las grandes protagonistas son las elecciones. Media humanidad está acudiendo a votar este 2024, aunque en los indicadores globales la democracia cada vez ha venido perdiendo más terreno frente a los autoritarismos de nuevo cuño.

Y es que, en los imaginarios colectivos la noción de convivir democráticamente tiene una posición firme aún en buena parte del planeta, pero al propio tiempo, los mecanismos de la “sistemática electoral” se han venido perfeccionando para restringir los espacios de participación y obtener resultados que favorezcan la concentración del poder.

Cada vez vemos con más frecuencia, la aparición de mecanismos “sutiles y no tanto” para desarrollar elecciones en donde no puedan participar “todos” los sectores políticos que integran un determinado país sino unos pocos o muchos que juegan un rol secundario y que no pongan en riesgo a quien ostenta el poder.

«Nuevas fórmulas»

Estas “nuevas fórmulas” han ido deteriorando los sistemas democráticos, usando sus mismas herramientas para justificar la narrativa de la democracia en el mantenimiento del poder a toda costa. Se trata de “ponerse a tono” con los sentimientos populares en torno a la democracia, pero restringiendo al máximo las posibilidades de perder el poder.

Las elecciones se convirtieron en el mecanismo por excelencia para dilucidar las disputas por el poder en buena parte del mundo; no obstante, la sistemática electoral que se usa para convertir en escaños o resultados concretos, la voluntad general de los electores, ha venido siendo manipulada para distorsionar la orientación del electorado en favor de fórmulas que buscan mantener el poder a toda costa y bajo esquemas autoritarios, pero con visos democráticos para justificarse ante las poblaciones.

Ya es extraño observar los clásicos golpes de Estado que ocurrían en el pasado dados por militares con justificaciones de diversa índole para hacerse con el poder, para luego llamar a elecciones en un tiempo prudencial en algunos casos, mientras que en otros para aferrarse a él por larga data.

Hoy en día las técnicas se han vuelto más sutiles y parten generalmente, desde las mismas instituciones adscritas a los Estados y quienes las promueven, llegan al poder mediante elecciones, pero usando mecanismos asociados a la polarización, el populismo y la utilización de posverdades para ganar el respaldo popular y llegar con la suficiente legitimidad para ir dando los zarpazos a la convivencia bajo parámetros democráticos.

Bajo la lupa

Las elecciones están bajo la lupa de la credibilidad global en un contexto donde la geopolítica está trastocándose sin un horizonte claro. El multilateralismo ejercido desde la ONU y pasando por multiplicidad de organizaciones continentales, ha venido rompiéndose a partir de la reconfiguración de fuerzas polares que ya no se asemejan al orden mundial construido luego de la segunda guerra mundial.

Este fenómeno ha generado como consecuencia que cada vez menos elecciones sean reconocidas por toda la comunidad internacional y todos los factores políticos internos en los respectivos países; con lo cual, se deteriora la noción y el ejercicio de la democracia en un momento de mucha debilidad en el contexto geopolítico global.

Con lo que está ocurriendo en materia de sistemática electoral, hay un ataque severo al formato de civilización que durante los últimos 200 años se fue afianzando en buena parte del planeta. Hoy existe un riesgo implícito y explicito que puede trastocar los parámetros de la convivencia global y puede ser el preludio de guerras más allá de los intereses locales que puedan expandirse por muchos lugares.

Sin duda alguna, el debate entre democracia y autoritarismo hay que volver a colocarlo en el centro del debate global. Es un asunto civilizatorio humano.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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