Los desafíos que confronta la democracia se han venido globalizando en los últimos tiempos con una rapidez inusual. Las democracias son minorías frente a regímenes híbridos y de contextos claramente autoritarios. Adicionalmente, están siendo atacadas desde adentro y desde afuera por brotes de polarización, populismo y posverdades, como sostiene el investigador venezolano, Moisés Naím. Como consecuencia se amenaza la coexistencia misma de los Estados en la geopolítica global y golpea severamente a los sectores más vulnerables.
Este estatus actual nos muestra que los desafíos son más o menos los mismos cuando revisamos las situaciones de cada país en particular. En mi posición de coordinador de una red de centros sociales -que abarca una muy buena porción de América Latina y el Caribe- he podido hacer un seguimiento más cercano a las problemáticas nacionales y con ello, certificar que los desafíos a resolver tienen las mismas raíces. La región está siendo afectada por el narcotráfico y sus avances en el control político de los gobiernos; la disolución de los contrapesos institucionales -que operaban como barreras frente al autoritarismo-; la potenciación de la minería y el extractivismo ilegal en territorios fundamentalmente poblados por pueblos originarios, que han venido siendo desplazados o cooptados por gobiernos o grupos inescrupulosos, entre otros.
Los grandes desafíos que sufre la democracia obligan a un replanteo de las narrativas que cuestionan la fragilidad de estos sistemas y «sugieren» otras formas de gobierno. Un modelo de esa tendencia es China con un concepto mucho más verticalizado y cerrado del poder, concentrado más en resultados económicos independientemente de la garantía de libertades públicas y respeto a derechos humanos. El terreno geopolítico mundial está apreciando en vivo y directo este debate de ideas en los que se sacrifica la democracia justificando la concentración del poder o el hiperliderazgo.
Si el autoritarismo sigue creciendo a ritmo acelerado, va a ser muy difícil el ejercicio de la convivencia democrática interna en cada país y el multilateralismo será poco práctico para resolver las violaciones masivas de derechos humanos. Lo hemos visto y lo estamos viendo en Cuba, Nicaragua, Siria, Venezuela, Perú, Rusia, Ucrania, El Salvador, entre tantos otros casos que se multiplican a diario y que nos muestran la incapacidad del sistema-mundo de resolver las faltas de democracia que proliferan. Con la excusa de la ineficacia del sistema internacional, muchos líderes se acomodan a una narrativa que justifica dar al traste con los parámetros democráticos.
Este tema debe despertar las alarmas con fuerza. Ahora, lo urgente del caso es poder alinear las fuerzas de la democracia en cada país y convertirlas en una cruzada internacional, que logre presionar este tipo de conductas autoritarias.
La democracia debe retomar protagonismo en los próximos años si realmente queremos un mundo mejor, para ello, necesitamos unirnos más allá de contextualizaciones ideológicas que muchas veces nos dividen y debilitan dándole al autoritarismo, una respaldo que no es tan mayoritario como aparente ser.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Guerras informativas
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Los desafíos que confronta la democracia se han venido globalizando en los últimos tiempos con una rapidez inusual. Las democracias son minorías frente a regímenes híbridos y de contextos claramente autoritarios. Adicionalmente, están siendo atacadas desde adentro y desde afuera por brotes de polarización, populismo y posverdades, como sostiene el investigador venezolano, Moisés Naím. Como consecuencia se amenaza la coexistencia misma de los Estados en la geopolítica global y golpea severamente a los sectores más vulnerables.
Este estatus actual nos muestra que los desafíos son más o menos los mismos cuando revisamos las situaciones de cada país en particular. En mi posición de coordinador de una red de centros sociales -que abarca una muy buena porción de América Latina y el Caribe- he podido hacer un seguimiento más cercano a las problemáticas nacionales y con ello, certificar que los desafíos a resolver tienen las mismas raíces. La región está siendo afectada por el narcotráfico y sus avances en el control político de los gobiernos; la disolución de los contrapesos institucionales -que operaban como barreras frente al autoritarismo-; la potenciación de la minería y el extractivismo ilegal en territorios fundamentalmente poblados por pueblos originarios, que han venido siendo desplazados o cooptados por gobiernos o grupos inescrupulosos, entre otros.
Los grandes desafíos que sufre la democracia obligan a un replanteo de las narrativas que cuestionan la fragilidad de estos sistemas y «sugieren» otras formas de gobierno. Un modelo de esa tendencia es China con un concepto mucho más verticalizado y cerrado del poder, concentrado más en resultados económicos independientemente de la garantía de libertades públicas y respeto a derechos humanos. El terreno geopolítico mundial está apreciando en vivo y directo este debate de ideas en los que se sacrifica la democracia justificando la concentración del poder o el hiperliderazgo.
Si el autoritarismo sigue creciendo a ritmo acelerado, va a ser muy difícil el ejercicio de la convivencia democrática interna en cada país y el multilateralismo será poco práctico para resolver las violaciones masivas de derechos humanos. Lo hemos visto y lo estamos viendo en Cuba, Nicaragua, Siria, Venezuela, Perú, Rusia, Ucrania, El Salvador, entre tantos otros casos que se multiplican a diario y que nos muestran la incapacidad del sistema-mundo de resolver las faltas de democracia que proliferan. Con la excusa de la ineficacia del sistema internacional, muchos líderes se acomodan a una narrativa que justifica dar al traste con los parámetros democráticos.
Este tema debe despertar las alarmas con fuerza. Ahora, lo urgente del caso es poder alinear las fuerzas de la democracia en cada país y convertirlas en una cruzada internacional, que logre presionar este tipo de conductas autoritarias.
La democracia debe retomar protagonismo en los próximos años si realmente queremos un mundo mejor, para ello, necesitamos unirnos más allá de contextualizaciones ideológicas que muchas veces nos dividen y debilitan dándole al autoritarismo, una respaldo que no es tan mayoritario como aparente ser.
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