Si hay algo en que hay evidentes cambios en muchas sociedades es con respecto a la imagen de la mujer, tanto de ellas hacia ellas como de ellos hacia ellas. Y no sólo ha cambiado la auto imagen de la mujer y la visión que los demás tienen de ellas, como género, sino su valiosa participación en todos los planos sociales. Uno de ellos es la política, cada vez más.
En muchos países, la participación política de la mujer se siente. Por un lado, en la lucha por sus reivindicaciones de género y, por el otro, por el reconocimiento que la sociedad ha hecho de la importancia de su participación y su capacidad (por siglos, ignorada, despreciada) para asumir cargos de importancia en la vida pública y desempeñarse como lo hacen los hombres, con aciertos y fallas. Antes, de ellas, se presumían, solo fallas.
La misoginia, una actitud de desprecio hacia la mujer por ser mujer, aunque aún se exprese de muchas maneras y en muchos planos, pareciera haber disminuido sobre todo en la política. En los últimos 50 años, en el mundo occidental, las mujeres han tenido una destacada participación política con el reconocimiento de los hombres.
Ellas al poder
Históricamente se ha considerado que el poder es una expresión masculina donde ellos han reinado o gobernado por siglos en forma “natural”. Por siempre se ha mantenido que el espacio social es de los hombres y el doméstico, de las mujeres. La revolución industrial rompió ese esquema cuando exigió a las mujeres salir de sus hogares e incorporarse al mercado de trabajo, a pesar de la resistencia de muchos hombres.
La resistencia masculina a la incorporación de la mujer a espacios que eran de su exclusivo dominio no sólo ha sido consecuencia de la misoginia sino de la pérdida real de poder masculino, de tener que enfrentar la eterna competencia no sólo de otros hombres y , ahora, también de las mujeres.
Desde el siglo XIX y con mucho más ímpetu en el siglo XX y lo que va del actual, la mujer ha venido ocupando, cada vez más, espacios sociales reservados para los hombres y lo ha hecho demostrando que pueden hacerlo de la misma forma que ellos lo hacen y, a veces, mejor. Pero no por el hecho de ser mujeres sino, en casos específicos, estar mejor capacitadas que ellos para esas funciones.
Los logros femeninos no han sido fácil
El que las mujeres hayan llegado a las altas posiciones públicas no ha sido fácil, les ha tocado vencer obstáculos de todo tipo, comenzando por superar los mensajes de menosprecio con la que casi todas ellas han sido criadas en sus hogares y a través de cualquier otro agente socializador.
El mensaje, casi universal, que las mujeres han recibido es que su función social fundamental es servir, conseguir pareja, parir, criar, atender el hogar y respaldar al hombre en lo que este decida. Romper ese guión no ha sido fácil. Ni para ellas, ni para ellos.
El menosprecio a la mujer aparece en los libros sagrados y se ha extendido por los siglos como un mandato de Dios y el imperio del patriarcado. Pero mujeres vanguardistas han dicho; basta! Y han echado a andar para llegar a donde están y siguen pa´ lante.
Desde el siglo XX las mujeres han venido ocupando altos cargos públicos, primero ungidas por su padre o su marido, y aun cuando eso persiste, la mayoría de ellas , más recientemente, lo han logrado por méritos propios.
La visión masculina del avance femenino
Gran parte de los obstáculos que las mujeres han tenido que vencer provienen de sus contraparte en eso de género, los hombres. Los de su familia, su pareja, sus compañeros, incluso otras mujeres.
La mayoría de los hombres han aprendido a ver a las mujeres, con excepción de la madre sagrada, con desprecio. Se basan en su debilidad física frente a la fortaleza de ellos y la atribución de “incapacidades intelectuales y de carácter femenino” que las culturas patriarcales han promovido. Allí está la razón de la misoginia.
En el mundo masculino tradicional, la mujer ha sido vista como un objeto para exclusivo uso de ellos. Comenzando por lo sexual que debía garantizarles el acceso y goce (no necesariamente, el de ella), su reproducción y una buena atención. Parece algo de otros tiempos pero en la sociedad contemporánea quedan muchos rasgos de esa visión.
El concepto de mujer, en gran parte de los hombres, sigue siendo muy conservador aun cuando le reconozcan méritos antes impensables y le cedan funciones que consideraban de su exclusivo quehacer.
Mujer y quehacer político
Los políticos han tenido que reconocer la importancia política de las mujeres. Por un lado, por lo que electoralmente representan. y, por otro, por la fuerza de sus voces, los valiosos aportes intelectuales de algunas de ellas y porque simbólicamente, la presencia de mujeres en una campaña electoral, o gobierno da una imagen de apertura, de modernidad.
No en vano casi todos los candidatos presidenciales de esta época y mandatarios en ejercicio, escogen a una mujer para que lo secunden en la vicepresidencia.
A pesar de perdurar el esquema de la “segundona” y aquel dicho machista de que “detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer”, muchas de ellas vienen brillando con luz propia y, a pesar de ello, en el campo de lo político, todavía, falta mucha equidad.
En las direcciones de los partidos políticos, en las asambleas nacionales, en las cámaras y gabinetes ejecutivos, las mujeres son minoría o, si acaso, mitad y mitad. Sin embargo, las notables excepciones de mujeres en altos cargos públicos nacionales o internacionales, cada vez es mayor. Esto permite pensar que la misoginia, al menos, en la política, es cada vez menor. Aleluya!.
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