“Mami, ¿qué me vas a regalar en mi día?”, detrás de esta pregunta se oculta una larga lista que va desde juegos, equipos electrónicos, prendas de vestir y pare usted de contar. La forma más común y generalizada de honrar a los niños es con obsequios, aunque la realidad económica ha echado un balde de agua fría al auge consumista y nos recuerda que el propósito de la celebración va mucho más allá.
Esta idea de celebrar el Día del Niño la propuso, en 1952, la organización Unión Internacional de Protección a la Infancia (UIPI). En 1954, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución por medio de la cual se establecería el “Día Universal del Niño” y se asignó a Unicef la responsabilidad de promover anualmente ese día consagrado a la fraternidad y entendimiento entre los niños y niñas del mundo entero.
La Asamblea General de las Naciones Unidas designó el primer lunes del mes de octubre como la fecha en que se celebra el Día del Niño. Sin embargo el día y el mes seleccionado varían de país a país. En Venezuela corresponde al tercer domingo de julio, mes que coincide con el inicio de las vacaciones escolares.
En la medida en que han bajado las tasas de natalidad en países desarrollados se ha expandido la cultura de espacios “Adults Only” (Solo adultos). Es lo que se ha denominado “niñofobia”, un término que no está reconocido por la RAE ni aparece en las categorías clínicas usadas por los profesionales de la salud mental; pero que engloba esa tendencia a rechazar a los niños por el hecho de ser niños.
Como lo indica la psicóloga española Mercedes Bermejo: “Vivimos en una sociedad cada vez más adultizada, en un mundo hecho por adultos para los adultos y en el que en muchas ocasiones no hay comprensión hacia la infancia, esa etapa evolutiva tan importante para el desarrollo de una persona. No podemos esperar que un niño esté quieto, parado, sin molestar, sin quejarse… porque entonces no sería un niño”.
Fácilmente se puede pensar que este es un asunto asociado exclusivamente con las secuelas del desarrollo que viven países donde la gente se ha “deshumanizado”. Lamentablemente en nuestro país muchos niños padecen por el hecho de ser niños.
Algunos bebés sufren de castigo físico y humillante por llorar o moverse. Los que son maltratados “por no hacer caso” pueden llegar a ser víctimas de tratos crueles como sufrir quemaduras en los labios, por responder mal; quemaduras en sus partes, por no controlar esfínteres, o en sus manos por agarrar de la comida que estaba guardada porque apenas alcanza.
Es la cultura del “grito y del palo”, como la denomina el maestro peruano Alejandro Cussianovich, que “no deja prácticamente espacio para la participación». Quizá el ámbito familiar sigue siendo el espacio más difícil para la participación activa de los menores de edad, pues allí es “natural” que sean los adultos quienes mandan”.
Otros niños deben salir a trabajar o a rebuscarse para poder sobrevivir, se ven impedidos de jugar y deben prepararse para ser “adultos exitosos”. Niños sometidos a la hipersexualización, obligados a vestir, bailar y cantar como lo hacen los adultos, captando el interés de los seguidores en las redes sociales. Otra faceta se muestra en los concursos de talentos infantiles donde se tiende a premiar a los que actúan con voces o movimientos propios de adultos.
“Es importante no permitir que los niños se conviertan en adultos antes de tiempo. Tienen que vivir todos los procesos de acuerdo a su desarrollo, no pidamos perdón por su comportamiento, pero mucho menos les obliguemos a dejar de comportarse como niños, pues es lo que son”, enfatiza Bermejo.
El mejor regalo que podemos darles en este Día del Niño es permitirles sentirse niños y niñas, aceptados, respetados y protegidos.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Niños de nadie
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“Mami, ¿qué me vas a regalar en mi día?”, detrás de esta pregunta se oculta una larga lista que va desde juegos, equipos electrónicos, prendas de vestir y pare usted de contar. La forma más común y generalizada de honrar a los niños es con obsequios, aunque la realidad económica ha echado un balde de agua fría al auge consumista y nos recuerda que el propósito de la celebración va mucho más allá.
Esta idea de celebrar el Día del Niño la propuso, en 1952, la organización Unión Internacional de Protección a la Infancia (UIPI). En 1954, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución por medio de la cual se establecería el “Día Universal del Niño” y se asignó a Unicef la responsabilidad de promover anualmente ese día consagrado a la fraternidad y entendimiento entre los niños y niñas del mundo entero.
La Asamblea General de las Naciones Unidas designó el primer lunes del mes de octubre como la fecha en que se celebra el Día del Niño. Sin embargo el día y el mes seleccionado varían de país a país. En Venezuela corresponde al tercer domingo de julio, mes que coincide con el inicio de las vacaciones escolares.
En la medida en que han bajado las tasas de natalidad en países desarrollados se ha expandido la cultura de espacios “Adults Only” (Solo adultos). Es lo que se ha denominado “niñofobia”, un término que no está reconocido por la RAE ni aparece en las categorías clínicas usadas por los profesionales de la salud mental; pero que engloba esa tendencia a rechazar a los niños por el hecho de ser niños.
Como lo indica la psicóloga española Mercedes Bermejo: “Vivimos en una sociedad cada vez más adultizada, en un mundo hecho por adultos para los adultos y en el que en muchas ocasiones no hay comprensión hacia la infancia, esa etapa evolutiva tan importante para el desarrollo de una persona. No podemos esperar que un niño esté quieto, parado, sin molestar, sin quejarse… porque entonces no sería un niño”.
Fácilmente se puede pensar que este es un asunto asociado exclusivamente con las secuelas del desarrollo que viven países donde la gente se ha “deshumanizado”. Lamentablemente en nuestro país muchos niños padecen por el hecho de ser niños.
Algunos bebés sufren de castigo físico y humillante por llorar o moverse. Los que son maltratados “por no hacer caso” pueden llegar a ser víctimas de tratos crueles como sufrir quemaduras en los labios, por responder mal; quemaduras en sus partes, por no controlar esfínteres, o en sus manos por agarrar de la comida que estaba guardada porque apenas alcanza.
Es la cultura del “grito y del palo”, como la denomina el maestro peruano Alejandro Cussianovich, que “no deja prácticamente espacio para la participación». Quizá el ámbito familiar sigue siendo el espacio más difícil para la participación activa de los menores de edad, pues allí es “natural” que sean los adultos quienes mandan”.
Otros niños deben salir a trabajar o a rebuscarse para poder sobrevivir, se ven impedidos de jugar y deben prepararse para ser “adultos exitosos”. Niños sometidos a la hipersexualización, obligados a vestir, bailar y cantar como lo hacen los adultos, captando el interés de los seguidores en las redes sociales. Otra faceta se muestra en los concursos de talentos infantiles donde se tiende a premiar a los que actúan con voces o movimientos propios de adultos.
“Es importante no permitir que los niños se conviertan en adultos antes de tiempo. Tienen que vivir todos los procesos de acuerdo a su desarrollo, no pidamos perdón por su comportamiento, pero mucho menos les obliguemos a dejar de comportarse como niños, pues es lo que son”, enfatiza Bermejo.
El mejor regalo que podemos darles en este Día del Niño es permitirles sentirse niños y niñas, aceptados, respetados y protegidos.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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