«Una sociedad posdemocrática es aquella que sigue teniendo y utilizando todas las instituciones de la democracia, pero en la que se convierten cada vez más en una cáscara formal. La energía y el impulso innovador pasan de la arena democrática a los pequeños círculos de una élite económica», esto lo dijo el politólogo norteamericano Colin Crouch en el año 2000, recién comenzando el siglo XXI, acuñando un término que dos décadas después se ha convertido en una referencia explicativa de un fenómeno realmente global: el deterioro de la democracia como sistema político.
El prestigio de la democracia ha hecho que los autócratas, y los aspirantes a serlo, utilicen sus mecanismos de legitimación y su sistema institucional para crear una apariencia verosímil que los posicione en el imaginario colectivo. Para ello, nada más efectivo y contundente que la utilización de las posverdades para crear incertidumbre y fortalecer extremismos polarizantes que, emocionalmente, sustenten el poder de uno o de unos pocos en contra de la voluntad general, haciendo creer justamente lo contrario.
Ese mecanismo perverso, amparado en una verdadera máquina de creación de incertidumbres, ha logrado impactar el apoyo de la ciudadanía al sistema democrático, ha logrado “confundir” a la gente en la interpretación y validación de lo que significa vivir en democracia. La construcción de posverdades nos está llevando en este siglo a unas formas de manipulación demasiado sofisticadas capaces de confundir, inclusive, a expertos.
¿Hemos ido evolucionando hacia la posdemocracia? Pocos países alrededor del mundo se han podido escapar o defender del binomio PP. Esta novedosa fórmula tiene aprendices demasiado hábiles que han venido ganando terreno paulatinamente. Muchos de ellos acometen estos caminos hacia el autoritarismo con unos índices de popularidad que asombran, es su forma de legitimar el control absoluto del Estado a pesar de la presencia de los tradicionales pesos y contrapesos de la teoría clásica de la democracia.
El binomio PP usa la democracia para legitimar la autocracia sin que la mayoría de la gente se dé cuenta de ello. Es tal el fenómeno que el retroceso democrático en esta última década ha sido bárbaro. Con la pandemia de 2020-2021 provocada por el Covid19 arreció la utilización de esta fórmula para asegurar un mayor control unipersonal de las instituciones usando un ropaje democrático.
Las consecuencias en la construcción de la posdemocracia se sienten ya con mucha fuerza en todo el globo terráqueo según Crouch: “Menos votantes usan su derecho a votar, o votan, pero no esperan mucho. El auge de los partidos xenófobos y otros partidos populistas que capitalizan el descontento prevaleciente y el interés privado se vuelve cada vez más influyente en la política pública.” Esto nos lleva a un clímax emocional con el que nos hacen creer que vamos directo al paraíso y en realidad emergen verdaderos “infiernos” que hacen prácticamente imposible el procesamiento de las diferencias mediante métodos basados en la democracia como sistema.
El autoritarismo del siglo XXI es mucho más perverso que cualquiera que hayamos tenido en la historia porque cuida las formas para mostrar una apariencia de democracia haciendo uso la desinformación y la construcción de posverdades. La posdemocracia, que acuñó Crouch empezando el siglo, está ganando terreno cada 24 horas es por esto que necesitamos potenciar una ciudadanía comprometida.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: La «normalización» de las autocracias
El poder de las mujeres crece cada vez más en todo el mundo, aún en países donde a ellas se les prohíbe mostrar la cara.
Según el anuncio, este paquete de medidas estaría destinado a ampliar “las vías lícitas a Estados Unidos»
La Caja Venezolana de Valores es la entidad encargada de asegurar el adecuado destino del dinero de los inversionistas.
El debilitamiento del sistema escolar está forzando la migración de un porcentaje de niños y adolescentes a las calles.
«Una sociedad posdemocrática es aquella que sigue teniendo y utilizando todas las instituciones de la democracia, pero en la que se convierten cada vez más en una cáscara formal. La energía y el impulso innovador pasan de la arena democrática a los pequeños círculos de una élite económica», esto lo dijo el politólogo norteamericano Colin Crouch en el año 2000, recién comenzando el siglo XXI, acuñando un término que dos décadas después se ha convertido en una referencia explicativa de un fenómeno realmente global: el deterioro de la democracia como sistema político.
El prestigio de la democracia ha hecho que los autócratas, y los aspirantes a serlo, utilicen sus mecanismos de legitimación y su sistema institucional para crear una apariencia verosímil que los posicione en el imaginario colectivo. Para ello, nada más efectivo y contundente que la utilización de las posverdades para crear incertidumbre y fortalecer extremismos polarizantes que, emocionalmente, sustenten el poder de uno o de unos pocos en contra de la voluntad general, haciendo creer justamente lo contrario.
Ese mecanismo perverso, amparado en una verdadera máquina de creación de incertidumbres, ha logrado impactar el apoyo de la ciudadanía al sistema democrático, ha logrado “confundir” a la gente en la interpretación y validación de lo que significa vivir en democracia. La construcción de posverdades nos está llevando en este siglo a unas formas de manipulación demasiado sofisticadas capaces de confundir, inclusive, a expertos.
¿Hemos ido evolucionando hacia la posdemocracia? Pocos países alrededor del mundo se han podido escapar o defender del binomio PP. Esta novedosa fórmula tiene aprendices demasiado hábiles que han venido ganando terreno paulatinamente. Muchos de ellos acometen estos caminos hacia el autoritarismo con unos índices de popularidad que asombran, es su forma de legitimar el control absoluto del Estado a pesar de la presencia de los tradicionales pesos y contrapesos de la teoría clásica de la democracia.
El binomio PP usa la democracia para legitimar la autocracia sin que la mayoría de la gente se dé cuenta de ello. Es tal el fenómeno que el retroceso democrático en esta última década ha sido bárbaro. Con la pandemia de 2020-2021 provocada por el Covid19 arreció la utilización de esta fórmula para asegurar un mayor control unipersonal de las instituciones usando un ropaje democrático.
Las consecuencias en la construcción de la posdemocracia se sienten ya con mucha fuerza en todo el globo terráqueo según Crouch: “Menos votantes usan su derecho a votar, o votan, pero no esperan mucho. El auge de los partidos xenófobos y otros partidos populistas que capitalizan el descontento prevaleciente y el interés privado se vuelve cada vez más influyente en la política pública.” Esto nos lleva a un clímax emocional con el que nos hacen creer que vamos directo al paraíso y en realidad emergen verdaderos “infiernos” que hacen prácticamente imposible el procesamiento de las diferencias mediante métodos basados en la democracia como sistema.
El autoritarismo del siglo XXI es mucho más perverso que cualquiera que hayamos tenido en la historia porque cuida las formas para mostrar una apariencia de democracia haciendo uso la desinformación y la construcción de posverdades. La posdemocracia, que acuñó Crouch empezando el siglo, está ganando terreno cada 24 horas es por esto que necesitamos potenciar una ciudadanía comprometida.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: La «normalización» de las autocracias