La precariedad en la sala de emergencia del hospital Los Magallanes de Catia alcanza hasta el abastecimiento de agua. El suministro solo llega para tres días continuos; el resto del mes el centro de salud depende de camiones cisterna que no cumplen un cronograma para el flujo permanente. La higiene y el aseo están tan comprometidos como la atención debido a la escasez de medicinas, recursos y personal especializado

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Desde afuera pareciera que no pasa nada dentro de la emergencia del Hospital General del Oeste Dr. José Gregorio Hernández. El hermetismo y descuido son absolutos en la entrada a la sala de urgencias del centro de salud, conocido popularmente como Los Magallanes de Catia, nombre que comparte con el sector homónimo del oeste de Caracas, en donde fue construido en 1973. El silencio no solo se debe a la estricta vigilancia que controla el acceso, sino a la lentitud con la que opera el servicio, reducido en su capacidad a menos de la mitad por las irregularidades en la provisión de agua, que desde hace más de un año se ha sumado a la deficiente entrega de suministros y la renuncia del personal.

La docena de cubículos cubiertos con cortinas donadas por pacientes o por los propios trabajadores recuerda el grado de las fallas en la dotación. No obstante, el más claro desabastecimiento es de agua. En un mes el suministro del líquido se cumple en un tiempo equivalente a tres días continuos en la zona. Esto significa que el resto de los 27 días que completan un mes, el funcionamiento mínimo desde el punto de vista de higiene y aseo depende de cisternas, que tampoco cumplen un cronograma que permita un flujo continuo de agua en espacios que son compartidos por igual por niños, adultos mayores, baleados y personas con cuadros diarreicos.

Desde el inicio de la crisis, las denuncias sobre las fallas en la distribución del agua en toda la parroquia Sucre se mantienen sin contestación y el plan de contingencia pasó de ser temporal a permanente, pues la crisis no tiene una respuesta sobre su pronta solución por parte de la estatal Hidrocapital. Según testimonios de residentes de la localidad y familiares de pacientes, la sequía inducida llegó a su punto máximo durante los apagones masivos que afectaron a 21 estados del país en marzo de este año. La inestabilidad del servicio eléctrico impidió el bombeo, que ya era defectuoso antes de la debacle.


La queja de los usuarios no varía. Antihistamínicos, antidiarreicos, anticonvulsivos y antihipertensivos no se ven desde hace meses


La espera transcurre dentro de la edificación. El área destinada a la atención de urgencias se extiende en una superficie de 1.100 metros cuadrados, que luce desaseada para el nivel que requiere una instalación de servicios de salud. Pacientes, en su mayoría residentes de las adyacencias, refieren que la consulta puede tardar casi tres horas por la insuficiencia del personal de turno.

Las medicinas son otro de los artículos que están ausentes de forma constante. Intermitentemente es distribuida apenas la mitad de la lista de medicamentos esenciales, como denomina la Organización Panamericana de la Salud a la lista de fármacos imprescindibles para la adecuada atención de las patologías más comunes en una emergencia. La queja de los usuarios no varía. Antihistamínicos, antidiarreicos, anticonvulsivos y antihipertensivos no se ven desde hace meses, ni como entrega controlada ni ante los casos más graves que llegan al hospital.


La docena de cubículos cubiertos con cortinas donadas por pacientes o por los propios trabajadores recuerda el grado de las fallas en la dotación


En la estructura del hospital, una de las construcciones más recientes en la región capital, quedan vestigios de lo que es una prometedora edificación, pero que ha quedado rezagada en cuanto a la tecnología de la equipación y arquitectónica. La emergencia, como espacio determinado para el servicio discriminado y especializado de la asistencia sanitaria, no cumple con requerimientos básicos dispuestos en la Norma Covenin 2339-87, que regula el funcionamiento de las emergencias y que fue promulgada el 8 de diciembre de 1987.

Así pasan los días en la emergencia de los Magallanes de Catia, sin un tiempo estipulado de atención, sin agua y con sus servicios mermados, con una fachada que aparenta una normalidad que los pacientes están lejos de percibir.

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