El 8 de agosto, el Instituto Nacional de Higiene alertó sobre la contaminación microbiológica de algunos dentífricos no registrados empaquetados bajo la marca Colgate. Aunque, en Venezuela, los mercados comenzaron a llenarse de imitaciones desde hace meses. Quienes no pueden pagar por artículos originales, arriesgan su salud por menos costo; otros, con acceso a divisas, prefieren los productos importados ofrecidos en dólares en algunas tiendas de la capital

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Faviola Avilán comenzó a comprar productos de imitación hace más o menos dos años. Primero, fue el champú: dejó de adquirirlo en farmacias o supermercados para recurrir a vendedores ambulantes o bodegas del Mercado Municipal de Catia. Se llevaba el más económico. Notó que empezó a tener caspa, pero pensó que con algunos remedios caseros podría solucionarlo. Luego las toallas sanitarias, cuyos empaques se parecían a los que siempre había comprado, le irritaron la piel; con el tiempo, se acostumbró y la molestia no fue tan grave.

Con las cremas dentales sí decidió que dejaría de comprar cualquier marca. Luego de un par de meses utilizando cualquiera que pudiera costear, se percató de que sus dientes se manchaban poco a poco. “Lo que hago ahora es que compro una original, Colgate, por lo general, y una imitación y las intercalo una por mes”, cuenta. Calcula que mientras por la original paga alrededor de cuatro dólares al cambio, por una falsificada cancela uno.

La hiperinflación que atraviesa Venezuela desde finales de 2017 destruye cada vez más la capacidad de compra de las familias venezolanas, por lo que la mayoría cambió sus hábitos de consumo. Para el mes de julio, el salario mínimo integral –de 40.000 bolívares, fijado en abril–, solo tenía una capacidad de compra de 2,4% de la canasta alimentaria, que no incluye gastos para higiene personal, aseo, salud, transporte y recreación.


Lo que hago ahora es que compro una original, Colgate, por lo general, y una imitación y las intercalo una por mes

Faviola Avilán, estudiante universitaria

De acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda), una familia de cinco integrantes necesitaba 41 salarios mínimos para poder garantizar su alimentación. Como Faviola, estudiante universitaria, depende económicamente de su mamá, debe adaptarse a lo que le ofrezcan los comerciantes del oeste de la capital.

Según Alicia Sepúlveda, economista, 80 % de la población venezolana compra imitaciones. Insiste en que las compañías nacionales fabricantes de productos como toallas sanitarias, crema dental, champú o acondicionador y detergente para la ropa trabajan a pérdida, porque la mayoría de las personas prefiere comprar la imitación. Por ejemplo, un champú de la marca Head&Shoulders, producido por la Procter & Gamble, puede costar entre 90.000 y 120.000 bolívares en las cadenas de automercados; en mercados no registrados, la falsificación no pasa de 25.000 bolívares.

Aunque, parece, muchos dejaron de utilizar la ecuación simple de precio por calidad. La mayoría decide en función del precio, incluso, arriesgando su salud. Sepúlveda asegura que los acuerdos entre los gobiernos de Venezuela y los de China, México y Brasil llenaron los anaqueles de imitaciones no registradas, lo que significa que no cumplen con los protocolos de higiene y seguridad que establece el Ministerio de Salud.

El 8 de agosto, el Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel (Inhrr) emitió un comunicado en el que alertaba que cuatro presentaciones dentífricas empaquetadas como parte de la marca Colgate tenían contaminación microbiológica y carecían de flúor. El instituto recomendó a los compradores adquirir únicamente los productos que cuenten con permisos sanitarios.


El Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel recomendó a los compradores adquirir únicamente los productos que cuenten con permisos sanitarios


Pero incluso con las garantías que exige el Ministerio de Salud, algunos prefieren comprar productos importados y distribuidos en bodegones, el comercio insurgente de Caracas, desde que comenzó 2019.

La familia de Isabella Reimi opta, por ejemplo, por los jabones que siempre utilizaron, pero que ahora solo se consiguen en tiendas que ofrecen productos a cambio de moneda extranjera o a través de vendedores particulares. Aunque la cantidad de productos que compran y el monto que gastan en casa de Isabella varía mes a mes, en promedio, cada artículo puede costar tres dólares, por lo que si en una oportunidad compran 10, significa que deben destinar por lo menos 30 dólares, lo que hoy por hoy es el equivalente a cuatro salarios mínimos mensuales.

La economista precisa que solo 20 % de la población tiene acceso a divisas. Además, expone que la venta tanto de imitaciones como de productos cotizados en dólares o euros incrementa la economía informal, destruye el libre mercado y la sana competencia y aumenta la brecha de la pobreza. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) para 2018, 51 % de los hogares venezolanos vive en situación de pobreza.

Para el cierre de 2019, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la hiperinflación cierre por debajo de 1.000.000 %, luego de que, a principios de año, había estimado 10.000.000 %, aunque la cifra no es definitiva.

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