En el occidente del estado Carabobo no existen unidades de diálisis, por lo que los pacientes renales como Rutilio Hernández deben hacer maromas para viajar a la ciudad de Valencia, a propósito de la falta de efectivo, transporte y gasolina

Desde hace diez años, Rutilio Ramón Hernández, habitante de Bejuma, en el occidente de Carabobo, madruga para viajar más de 50 kilómetros hasta Valencia, capital de la entidad, con el fin de garantizar un puesto en la máquina que lo mantiene con vida.

Hernández, de 55 años de edad, debe recibir hemodiálisis tres veces por semana, pues sus riñones dejaron de funcionar y solo a través de este tratamiento logra desechar las toxinas de su cuerpo y el exceso de líquido en la sangre. Así ha prolongado su vida. 

Pese a un dolor fuerte en su brazo derecho, ya deforme por las múltiples diálisis recibidas que han dañado sus venas, y su rostro fatigado, Hernández accedió a atender al equipo de El Pitazo para relatarnos las vicisitudes por las que atraviesa un enfermo renal, en un país con muchas deficiencias en materia de salud, donde no hay gasolina ni efectivo que les permita trasladarse a cumplir su rutina médica.


HAY UNA LISTA DE AL MENOS 5.000 PACIENTES ESPERANDO POR TRASPLANTE EN EL PAÍS, SEGÚN LA ONG ACCIÓN SOLIDARIA


Deficiencias

Hernández viaja constantemente a Valencia para recibir su tratamiento debido a que en el eje occidental del estado no hay unidades de diálisis. Como él, al menos 41 personas más de Bejuma y Miranda, según la data facilitada por trabajadores de las alcaldías de estos municipios, deben hacer lo propio. 

“La vida que llevo es ajetreada", señala Rutilio, como lo conocen sus vecinos. Para sustentar su afirmación destaca que se levanta a las 3:00 am los lunes, miércoles y viernes para alistarse, y a las 4:00 am ya va caminando hasta la parada de autobuses. Aunque la primera unidad parte de Bejuma a las 5:15 am, Hernández toma previsiones y se asegura de llegar a tiempo, pues no es el mismo de antes y  su ritmo al  caminar es más lento.

“Madrugo para quedar entre los primeros pacientes a dializarse, ya que a veces se dañan algunas máquinas y no entramos todos en el primer lote, si me dejan para el turno de la tarde salgo a las ocho de la noche y luego no encuentro bus de regreso", relata Hernández. 


Mientras Dios nos tenga con vida, solo queremos  por lo menos que el Estado nos garantice  un transporte para poder ir tranquilo a nuestro tratamiento

Rutilio Ramón Hernández

El viacrucis para movilizarse 

Llegar al Centro de Diálisis del Sur de Valencia, ubicado en la plaza Santa Rosa, donde recibe tratamiento Hernández, no es tarea fácil. “Necesito al menos 500.000 bolívares para movilizarme, eso sin tomarme ni un café y a veces no los consigo", comentaba el entrevistado el pasado 20 de noviembre, quien admite que en reiteradas oportunidades ha dejado de acudir a su cita por no tener efectivo. Desde entonces el precio del pasaje ha aumentado con el alza del precio del dólar.

Recuerda que estuvo un tiempo viajando en su moto, pero con el transcurrir de los años su cuerpo se fue debilitando y se convirtió en un riesgo conducir. Posteriormente se movilizó en un transporte que tenían las alcaldías de la zona para llevar a los pacientes renales, pero este servicio dejó de prestarse desde hace aproximadamente tres años, cuando empezaron los problemas con los repuestos de los vehículos.

Los pacientes, al quedarse sin el transporte subsidiado por las alcaldías, debieron ingeniárselas para viajar pues perder un día de tratamiento en sus condiciones puede ser fatal.  “Algunos se van en bus, otros en taxi, en esta última opción hay que pagar entre 25 y 40 dólares por carrera y no todos tienen la posibilidad de hacerlo. Muy rara vez, una que otra alma caritativa nos ofrece la cola mientras tenga gasolina; ese es otro factor que ha jugado en contra, pues quienes tienen vehículo propio también han dejado de ir a dializarse por falta de combustible".


Madrugo para quedar entre los primeros pacientes a dializarse, ya que a veces se dañan algunas máquinas y no entramos todos en el primer lote, si me dejan para el turno de la tarde salgo a las ocho de la noche y luego no encuentro bus de regreso

Rutilio Ramón Hernández

Hernández hizo mención a un compañero de Bejuma que muchas veces perdió el conocimiento en las estaciones de servicio, mientras esperaba cargar el tanque de combustible de su vehículo. “Él ya murió", recordó con la voz entrecortada. 

Destacó que cuando la gobernación de Carabobo inauguró la “Ruta del Riñón", en el mes de abril del presente año, pensaron que habían acabado los días de padecer por el traslado, pero lamentablemente no fue destinada ninguna unidad para beneficiar a los pacientes del occidente del estado. 

“No sabemos por qué no nos han tomado en cuenta, por qué las autoridades municipales no han hecho las gestiones pertinentes para solicitar uno de esos transporte ante la Gobernación, es necesario dignificar el traslado de los pacientes renales", expresó. 


EN EL PAÍS HAY UNA POBLACIÓN CERCANA A LAS 10.000 PERSONAS QUE SE DIALIZAN


El “riñón artificial" es su salvavida

A los 45 años de edad, Hernández empezó a sentirse fatigado. Notó que algo no andaba bien en su organismo por lo que tras varios estudios médicos, recibió la noticia de que sus riñones estaban fallando. Desde entonces le tocó mentalizarse que la diálisis  sería su eterna compañera. 

“La máquina es lo que nos mantiene vivos. Sabemos que vamos a morir de esto porque en realidad no hay donantes de riñón, las listas de pacientes esperando son largas, en especial de niños que son prioridad, y si por casualidad hay un donante, debes rezar para que seas compatible y que luego consigas los tratamientos posoperatorios. La posibilidad de un trasplante en este país es como tirar una moneda al aire", reflexionó resignado a que el riñón artificial, como llaman a la máquina, deberá acompañarlo por el resto de sus días. 

Según una publicación de ONG Acción Solidaria, de fecha 18 de junio del 2020, hay una lista de al menos 5.000 pacientes esperando por trasplante en el país. El texto indica que las únicas opciones que tienen las personas que requieren trasplantes son tres centros asistenciales de salud privados ubicados en el Distrito Capital, pero los costos para cubrir este tipo de cirugía superan los 25.000 dólares. Este monto está fuera del alcance de gran parte de los pacientes, si se toma en cuenta que el salario mínimo integral en Venezuela está por debajo de los 3 dólares, la otra opción es buscar hacerse dicha cirugía fuera del país. 


La máquina  es lo que nos mantiene vivos, sabemos que vamos a morir de esto, porque  en realidad no hay donantes de riñón

Rutilio Ramón Hernández

Un paciente de diálisis debe enfrentar además los efectos secundarios del tratamiento, como náuseas, cólicos abdominales y bajas o subidas de tensión arterial. Algunos no aguantan la terapia y han muerto en la misma silla. A Hernández le ha tocado ver morir a muchos de sus compañeros.

“Me ha pasado que en el camino a la parada me he mareado, me siento en la acera a descansar y ya luego no sé de mí, cuando despierto tengo personas alrededor echándome aire", contó con una evidente tristeza en su rostro, pero esto no es nada en comparación con lo que debió atravesar hace tres meses, cuando le dio un infarto en medio del tratamiento, del cual salió bien librado. 

“Esta es una enfermedad crónica, nos va comiendo por dentro, pero mientras Dios nos tenga con vida solo queremos por lo menos que el Estado nos garantice un transporte para ir tranquilos a nuestro tratamiento, porque de eso depende prolongar nuestra estadía en este plano", finalizó. 

Un problema nacional

El drama que vive Rutilio Hernández cada vez que debe ir a dializarse es la muestra de lo padecen el resto de pacientes renales a nivel nacional. 

La ONG Amigos Trasplantados y Codevida, en marzo de este 2020,  alertaron sobre la emergencia nacional por la que atraviesan las personas con insuficiencia renal y los trasplantados, por no tener los medios para transportarse a cumplir sus tratamientos o retirar sus medicamentos postrasplante.

En el comunicado detallan que en el país hay una población cercana a las 10.000 personas que se dializan y 2.600 trasplantadas que necesitan que se les garantice el transporte para cumplir con sus respectivos tratamientos.

En el informe las ONG recuerdan el daño irreparable que le ocasiona a un paciente renal no poder cumplir con la diálisis, así como a los trasplantados de no poder retirar sus inmunosupresores, situación que pudiera ocasionar  complicaciones graves para la vida de estas personas,  incluyendo la muerte. 

Las ONG exigen al Estado que permita el suministro de combustible al personal de salud y a las personas encargadas del traslado de los pacientes que deban hacer diálisis. Por otro lado, piden activar un plan real con transporte de gobernaciones, alcaldías o entes públicos que garantice la salud de esta población mientras culminan las medidas tomadas para enfrentar al COVID-19. Asimismo solicitan que se regularice el servicio agua en los centros de diálisis. 

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