Migrantes con talento

Esta diáspora no solo ha contribuido al desarrollo de los países receptores, sino que también ha dejado una huella profunda en las comunidades a las que se han integrado

Un talentoso venezolano familiar nuestro, quien prefiere no ser identificado, es profesor asistente en una presigiosa universidad de Minnesota. Él y su esposa trabajan en la investigación de nuevos métodos de nutrición y manejo sostenible de producción animal, estableciendo programas dietéticos para cerdos y aves gallináceas y de otras especies comestibles, que disminuyen la huella de carbono (una medida que calcula la cantidad total de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos directa o indirectamente por una persona) y la excreción de nitrógeno y fósforo al medio ambiente. Por supuesto, equilibrando estas dietas con la perspectiva de los granjeros, pues, a la final, los programas tienen que afectar en la menor medida posible la rentabilidad de la producción. Complementa su trabajo con la enseñanza de estos programas a los granjeros mismos. Ellos son sólo un ejemplo de lo que ocurre con los millones de venezolanos que vivimos repartidos por todo el mundo, de polo a polo.

Y, como ellos, miles de técnicos petroleros, ingenieros, médicos especialistas y otros profesionales altamente calificados, sin mencionar artistas, técnicos especializados, comunicadores sociales, restauradores, mecánicos y artesanos, y honestos comerciantes, han emigrado de Venezuela en busca de mejores oportunidades, llevando consigo su experiencia y talento a diversos rincones del planeta.

Esta diáspora no solo ha contribuido al desarrollo de los países receptores, sino que también ha dejado una huella profunda en las comunidades a las que se han integrado, mostrando la resiliencia y capacidad de adaptación de quienes han debido rehacer sus vidas lejos del hogar. La migración, como a lo largo de los siglos ha venido siendo demostrado, es necesaria y conveniente para todo país, al permitir que cada persona pueda expresar, con el talento que sus antecesores le han trasmitido, su cultura y conocimientos, en favor del progreso de la comunidad que los recibe.

Una sola fruta podrida hace que el cocinero arroje el huacal completo a la basura, para beneficio de aquellos que sobreviven con un mísero ingreso de menos de un dólar al mes. Pero algunas frutas podridas se mezclaron entre ese caudal de valiosos venezolanos, generando una opinión negativa general contra todo el gentilicio. De esos venezolanos, alejados de la tierra que nos vio nacer, son muy pocos los que merecen ser comparados con frutas podridas, pues muchos se han llevado consigo un caudal de conocimientos que han significado importantes aportes a la economía, la ciencia y la cultura de las que los han acogido con generosidad y hospitalidad.

La migración permite el enriquecimiento cultural, mediante el intercambio de tradiciones, costumbres y conocimientos entre países, promoviendo sociedades más diversas y abiertas, da a la comunidad receptora un impulso económico, mediante el aporte de nuevas habilidades y experiencias laborales, contribuyendo al crecimiento y desarrollo económico del país receptor; refuerza el avance científico, la investigación y la innovación, generando soluciones y avances en distintas áreas como la medicina, la ingeniería y la tecnología.

Además, los vínculos entre migrantes y sus países de origen pueden facilitar el comercio, la cooperación y el entendimiento mutuo entre las naciones. Pero quienes migran deben adaptarse a los nuevos entornos, integrándose a sus usos y costumbres, sin tratar de imponer los suyos a la fuerza. De lo contrario, serán frutas podridas. Condenables y desechables.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Peter Albers
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