Cuenta el viejo chiste que en cierta campaña electoral, en una comunidad, un orador prometió construir un puente; y alguien del pueblo exclamó: Aquí no tenemos río…

El orador, sin inmutarse, continuó y remató: No importa, también le haremos el río. Más allá de la sobredosis de demagogia, la repetida anécdota resalta la mentira, como uno de los mecanismos, recursos y elementos constitutivos de la política.

Nunca como ahora ha resonado con tanto esplendor la mentira,  para encubrir, torcer o manipular el escenario político cotidiano, no solo electoral.

Son sesudos y agudos los estudios, reflexiones, para abordar la realidad compleja que involucra el uso político de la mentira. 

Es asombroso oír al destructor mayor, sin límite alguno, sin titubeo, lanzar ráfagas sostenidas, a través del espectro comunicativo general. Lo que parece un recurso tradicional de las campañas políticas, lo cual es en realidad un súper sofisticado entramado de manipulación política de última generación.

Con la anécdota inicial podría pensarse que se pretende sugerir que, la promesa de construir el tercer puente sobre el Orinoco corre serios riesgos de no materializarse; en este caso, el  río es de verdad verdad. 

Tampoco quiero se me confunda con alguien que no dice la verdad, al referirme a los rituales de fervorosos pastores requiriendo el arrepentimiento del oficiante mayor, transmitidos por cadena nacional. 

Este asunto reclama una  profundidad y tratamiento,  cuya atención es pertinente desde tiempos inmemoriales,  desembocando en la política contemporánea, expresada en conceptos como la Post- verdad. 

En tiempos contemporáneos, filósofos como Alexandre Koyré, en “Función Política de la Mentira”; y Hannah Arendt  en “Verdad y Política»; así como Jacques Derrida en “Historia de la Mentira”; por citar algunos,  han desnudado el tema en sus dramáticas verdades. 

Nuestro humilde propósito es el de insistir que, no se trata de una tradicional práctica, inocente y repetida. 

Arendt y Koyré ubican este terrible ingrediente del mal contemporáneo, que destruye nuestra nación, tipificado como pecado en el Octavo Mandamiento, «No Mentirás», como una de las terribles herencias del Totalitarismo del Siglo XX.

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