“El avance de la maldad es el síntoma de vacío. Siempre que la maldad gana, es sólo por ausencia de oposición: Por el fracaso moral de aquellos que evaden el hecho de que no puede haber compromiso en principios básicos.” Ayn Rand
El mal – del latín malum – es una condición negativa relativa atribuida al ser humano que indica la ausencia de moral, bondad, o afecto natural por su entorno y quienes le rodean; también implica contravenir deliberadamente usando la astucia, los códigos de conducta, moral o comportamiento oficialmente correctos en un grupo social.
Tal vez por tal razón argumentaba J.J Rousseau que no hacer el bien ya es un mal muy grande. Y quizás cuando el político irlandés Edmund Burke colocó la célebre máxima “Para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada” no imaginó que sería repetida, a lo largo de varios siglos, para alertar ante el conformismo, la estulticia, o la indiferencia como la simple reacción de la gente sana ante acontecimientos aberrantes, injustos y canallas que se limitan a pensar, al voltear la vista en otra dirección: “esto no es conmigo”, “es mejor ni opinar”, “él se lo buscó”.
Según San Agustín, el mal anida en el corazón de todos los hombres, luego la tesis de Hanna Arendt acerca de la Banalidad del Mal no ha hecho sino secularizarla. Una tesis que no pierde vigencia y que debería ser investigada a fondo. Uno de los elementos más perversos de esta realidad está, sin duda alguna, hacer que el mal, terrible, cruel e inhumano, se banalice a través de exponerlo con algunas variables como el humor, el desprecio, la repetición constante y, sobre todo, hacer ver que sus víctimas se merecen todo esto.
El malvado banal puede ser una persona buena, que bien sea por arribismo o por otras circunstancias se puede ver envuelto en los actos más abominables. No es un fanático ni un psicópata. Pueden expresar malestar en el cumplimiento de la misión, pero con nerviosismo e incomodidad ejecutan la orden.
John Gray, ha expresado, haciéndole alguna crítica a Arendt, que en vez de hablar de banalidad del mal, sería más apropiado hablar de la banalidad del malvado: hombres grises, trepadores. El mal del que son responsables no es para nada banal; lo que nos recuerda el cuestionamiento del gran Victor Hugo: Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien.
Si bien el mal parece un término demasiado o controversial, siempre fluctuante en un cientos de definiciones y referirse a la maldad implica un tono moralista; pero ¿Cómo denominar, sin embargo, a las situaciones señaladas por ciudadanos de reconocida trayectoria y total solvencia moral?
Apuntaba la Dra Paulina Gamus, destacada figura política y articulista de opinión (Sobre la Maldad / Tal Cual): “La tortura a los presos de conciencia es ya moneda corriente y esta vez no son civiles los perpetradores. Y cuando esos presos son militares acusados de traición o sedición, la crueldad va in crescendo. Pero allí no queda la maldad, esta se extiende a distintas personas y áreas de la vida nacional. Hay maldad en el bloqueo, cierre y confiscación de casi todos los medios de comunicación independientes. Privar a un pueblo de estar libremente informado es infamante.
Ninguna maldad puede compararse a dividir a toda una población en privilegiados, quizá un 10%, y marginados el otro 90%…. A ese 10% le es indiferente si Maduro se queda o se va, si torturan o no y si el 90% de sus compatriotas padece hambre, cortes de electricidad por varios días consecutivos y carencia casi absoluta de agua. Hay maldad, más bien sevicia, en privar de libertad a unos ancianos que protestan por las ínfimas pensiones…”
En tanto que el Dr. Asdrúbal Aguiar, en un reciente artículo (El crimen de las desapariciones forzadas / El Nacional) escribió: “Más alguno dirá que lo de Rocío es uno más dentro de la pléyade de violaciones que ahora se hace hábito. De allí la reflexión de Hanna Arendt sobre la banalidad del mal que no hemos de olvidar: “Previamente se procura la supresión de la persona y de su carácter de ser humano, y posteriormente se borra todo rastro o recuerdo de su existencia misma. Por ello, el mal [radical] trasciende la muerte y procura la desaparición de las víctimas del mundo, negándoles, de este modo, la disposición de su propia muerte como cierre del trayecto de una existencia”.
Por su parte, el filósofo José Rafael Herrera (“Para comprender el mal político”, Papel Literario, El Nacional): expresa: “…La así llamada ‘política del mal’ se revela como una contradictio in terminis, como una inadecuación con la teoría y la praxis política, porque la función de lo político consiste, precisamente, en la superación de los fundamentalismos. Al desaparecer la política es sustituida por el poder despótico y el dominio salvaje.”
Sabemos bien que el régimen emplea toda su malvada maquinaria en disgregar las fuerzas que puedan poner en peligro su autoridad y poder. Se ha dedicado a la fragmentación de cualquier esfuerzo unitario que se pueda producir. Por eso echa mano de la represión para controlar y destruir a sus oponentes, en cuanto sujeto y organizaciones, y para atemorizar y neutralizar al resto de la disidencia.
Ante ese desolador panorama tan solo se impone romper el miedo y seguir luchando. No hacerlo será dejarle el campo abierto al modelo de dominación que nos conduce por tan nefasta ruta.
Pero sobre todo, ser solidarios con cuantos están dando lo mejor de sí en esta dura lucha, los que se han sacrificado y han arriesgado sus vidas o su libertad, sus bienes y su seguridad, esos conocidos o anónimos que merecen nuestro mayor respeto y nuestro mayor estímulo, solidarios con todos los que están luchando, cada uno a su manera, porque aquí cada uno lucha de acuerdo a las condiciones que tiene para luchar.
Pero para ello, además de lo expresado por nuestros apreciados connacionales y por el irlandés Burke, tenemos que tener siempre presente la opinión de dos seres verdaderamente excepcionales de la Humanidad, Gandhi quien al respecto manifestó: “Más que los actos de los malos, me horroriza la indiferencia de los buenos.”… y Albert Einstein quien dejó anotado: “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”
Manuel Barreto Hernaiz
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