Este artículo fue publicado originalmente el 6 de febrero de 2024
El flujo de mentiras creadas por el autoritarismo hegemónico es una práctica usual que obedece a los rituales de propaganda, replicados no sólo por medios de comunicación amenazados, confiscados o reducidos. Al mismo tiempo, divulgados por huestes de seguidores furibundos del régimen político. O sea, voluntarios, aduladores de oficio o militantes a sueldo.
Todos, impulsados por el envalentonamiento que le dispensa el hecho de saberse apoyados por fuerzas policiales, militares sometidos o pares violentos. O por portar un carnet que los identifica como miembros activos u operadores políticos del partido de gobierno.
Estos autoritarismos, disfrazados de gobiernos «pacíficos y democráticos», realizan su gestión política apoyándose en vulgares improvisaciones o coyunturas oportunistas, para lo cual buscan el concurso de miembros de movimientos o partidos políticos amparados por el gobierno.
Aunque tan necesario como portar la identificación propia, expedida por el autoritarismo hegemónico, es subordinarse a la obediencia que este exige actuar bajo las órdenes de la represión incoada. De ahí, la condición ignominiosa de esos personajes subalternos obedientes del poder.
Del dictador tirano
La postura que asume el dictador tiránico, sigue el patrón de reglas fascistas que bien sirvieron a los referentes de la historia política de las tiranías, para arremeter a su antojo las realidades. Particularmente, toda vez que las mismas daban cuenta de algún desarreglo avivado por las necesidades de alcanzar libertades trastornadas, extraviadas o secuestradas por las cofradías organizadas al servicio rastrero del régimen político.
Es así como de la crueldad de crudas tiranías, han emergido en América Latina estilos de gobierno cargados de un autoritarismo modelado, según las potencialidades políticas de cada nación. Por tanto, para consumar la malignidad, las tiranías adaptan los hechos a convencionalismos (formalismos) jurídicos.
Los mismos, siempre creados con el perverso propósito de adecuar los acontecimientos «cuestionados» a las medidas de castigo de la resentida cúpula tiránica. Manipulada alevosamente por la Fiscalía General como dependencia sumisa del dictador tirano.
Por otro lado, la tiranía con su comparsa de miserables funcionarios, niegan o acomodan las realidades según narrativas propias, Así simplifican y esquivan responsabilidades molestas. Como si realmente «la culpa es de la vaca», a decir de la manida excusa que además sirvió de título a un libro ampliamente conocido.
De igual manera, estos dictadores tiranos inventan cualquier tramoya a fin de desprestigiar toda institución o persona que haya comentado o manifestado algún argumento capaz de rebatir o revertir el hecho juzgado a instancia del régimen autoritario.
Para lograrlo, no sólo hace exaltar el enredo inventado a través de la instancia gubernamental autorizada para juzgar lo sancionado. Pero también, manipula el lenguaje para reafirmar el poder que impúdica y desvergonzadamente se arroga.
Triste y convulsa realidad
No hay duda de que lo que persigue el dictador tirano con tan falaz comportamiento, que lo retrata públicamente, no es tanto para inducir miedo y terror. Pues para ello, tiene la coacción como recurso de gobierno. A lo que complementa con el empleo grotesco y repetido de la represión, en sus distintas formas y técnicas.
Lo que busca afanosamente, es hacer que la verdad deje de verse revestida de su importancia y necesidad como medio democrático. Es así como la frase siguiente, que ha cundido las redes sociales, es categóricamente pertinente ante el tema de esta disertación. Dice: «si no gritamos la verdad con la misma fuerza con la que ellos gritan sus mentiras, lamentablemente ganará la mentira».
Es el problema que conviene plantar a todo dictador tirano con el empleo repetido de la mentira. Además, pone de bulto el problema que provoca cuanta crisis sea posible. Y que aprovecha en potenciar cuando la justicia deja de importar.
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