Inflación en Venezuela y el mundo

En un mundo marcado por la incertidumbre económica y las tensiones geopolíticas, la inflación se ha convertido en uno de los desafíos más apremiantes. En el contexto de la economía global, la persistencia de la inflación en años recientes, ha generado preocupaciones sobre el crecimiento económico, la estabilidad financiera y el bienestar social.

Perspectivas de la inflación a nivel mundial

A nivel mundial, la inflación ha sido un tema de preocupación creciente en los últimos años. Aunque las tasas de inflación han fluctuado en diferentes regiones, el consenso general es que la inflación se ha mantenido persistentemente alta desde el 2022, en comparación con períodos anteriores.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la inflación mundial cerró aproximadamente en 4,9% en 2023, descendiendo gradualmente a tasas en torno a 3,5% en lo que va de 2024.

Las causas de esta alta inflación son diversas y complejas. La pandemia por COVID-19 y las medidas de aislamiento y encierro asociadas, generaron interrupciones significativas en las cadenas de suministro globales, lo que ha llevado a la escasez de productos, con disminución de la oferta y una demanda sostenida, lo que condujo inevitablemente a un incremento de los precios.

Además, muchos gobiernos, especialmente los de aquellos países con economías consolidadas del hemisferio occidental, inyectaron grandes cantidades de dinero a los mercados y desarrollaron estímulos fiscales para contrarrestar las consecuencias económicas de la ralentización de la producción durante el tiempo de pandemia, lo que en conjunto con la escasa oferta de productos y servicios, cooperaron con el aumento de precios, produciendo significativas tasas inflacionarias de entre 6% y 10% durante los años post-pandemia.

Por otro lado, los conflictos geopolíticos, como la guerra entre Rusia y Ucrania, y más recientemente, la confrontación entre Israel y Palestina, y las amenazas de invasión de China a Taiwán, han generado incertidumbre y tensiones en los mercados energéticos y de materias primas, lo que ha elevado los precios del petróleo y otros commodities.

A lo hasta ahora descrito, debe sumarse las dudas existentes sobre las futuras políticas monetarias de los principales bancos centrales respecto al manejo de la macroeconomía global, que nos hace enfrentar un entorno económico global volátil e incierto.

Muy probablemente, durante este año, todavía nos enfrentemos a una economía mundial recesiva, con cifras de inflación moderadas pero sostenidas, por lo que no esperamos grandes crecimientos económicos. Lo mencionado, si no se agravan los conflictos en Europa del Este y en el Medio Oriente, podrían precipitar escenarios económicos catastróficos para todo el planeta.

Desafíos de la inflación en Venezuela

En el caso de Venezuela, la inflación ha sido un problema crónico que nos azota desde la década de los ochenta, dada la pésima disciplina fiscal que ha caracterizado a los diferentes gobiernos, por gastar más de lo que ingresa, y sistemáticamente, han sobreendeudado al país. En consecuencia, le “han dado palo” continuamente a las reservas internacionales y se ha impreso dinero inorgánico sin ningún tipo de reparo, contribuyendo a una espiral creciente de inflación y devaluación.

Las medidas de controles de precios y los diferentes sistemas de control cambiario para evitar la masiva fuga de capitales del país, no han sido históricamente efectivas, y contrariamente, han servido como desestímulo para la producción nacional.

Sin duda, el clímax de lo mencionado, lo vivimos como el tsunami hiperinflacionario experimentado entre 2016 y 2020, que tuvo como su peor precipitador las sanciones impuestas por los Estados Unidos contra Venezuela en 2017. No olvidemos que en 2018, cerramos con una tasa de inflación superior a 1,5 millones%. Tras las sanciones los ingresos por exportaciones en Venezuela se vieron seriamente mermados, pasando de unos 60 mil millones de dólares anuales en 2014, a menos de 10 mil millones de dólares en tiempos actuales.

Lo mencionado, no sólo ha hecho que nuestro país viva inflaciones exorbitantes y una devaluación indigesta. Con la caída del sector petrolero tras las sanciones, condujo a una destrucción del sector productivo nacional y quizás lo más importante, una pulverización del poder adquisitivo de los venezolanos.

Desde el 2021, el gobierno ha implementado una serie de medidas para intentar contener la inflación, incluyendo una disciplina fiscal poco conocida en Venezuela, el cese de control de precios, la dolarización informal de la economía y las inyecciones de las pocas divisas que ingresan al país en el sistema de intervención cambiaria nacional. Incluso, el gobierno ha tomado medidas tan impopulares como no dar incrementos salariales en 2023 y lo que llevamos de 2024.

Lo relatado permitió la salida de la grave crisis de hiperinflación, e incluso, ha logrado una estabilización macroeconómica encomiable, con cifras inflacionarias aun elevadas, pero mucho más potables y una tasa de cambio bastante contenida. Lo que todavía no han logrado las políticas económicas nacionales es una recuperación estructural y dinamización de economía nacional, ni una sustancial mejora del poder adquisitivo de nuestra gente.

¿Qué nos falta para mejorar economía venezolana?

Lo que falta en la ecuación económica nacional para lograr una mejora de fondo, es sin duda incrementar los ingresos de la nación por concepto de exportaciones, manteniendo la disciplina fiscal y no cayendo en la tentación populista de emitir dinero inorgánico para satisfacer la natural aspiración de la gente de lograr un bienestar económico en el corto plazo.

La única forma de lograr incrementar los ingresos del país en el corto a mediano plazo, es revitalizar la industria petrolera, lo que requiere ingentes sumas en términos de inversión. Lo dicho, sólo puede lograrse a través de la promoción de inversión extranjera y local, para lo que se requiere la generación de confianza por parte del gobierno nacional, generando las garantías jurídicas de rigor y el uso transparente del dinero de los inversionistas.

Si a lo anterior, se suma el obligatorio levantamiento de sanciones, tenemos muy buenas posibilidades de llevar Venezuela nuevamente al clima de abundancia que vivimos en algún momento de nuestra historia.

Para estos cambios estructurales y sostenibles de la economía nacional, no sólo basta la reactivación del sector petrolero, hay que trabajar de manera concienzuda en un plan país, por lo menos a 50 años, que comprenda la activación multisectorial, la diversificación de la economía, el desarrollo del mercado local e internacional para los productos venezolanos y la educación como mecanismo de inclusión y desarrollo social, entre otros.

No es corto ni fácil el camino que nos falta por recorrer, pero sólo depende del esfuerzo y la convicción de cada uno de nosotros como venezolanos y de la vocación política y visión de largo plazo de nuestros líderes, ya sean oficialistas u opositores. En este sentido, no la tenemos nada fácil, pero tampoco hablamos de algo imposible.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autorEl Valuismo: hacia un enfoque humano de la economía global

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