Lo único cierto
23/09/2024.-Fotografía cedida por Prensa Miraflores del mandatario Nicolás Maduro, durante su programa semanal de televisión "Con Maduro +", este lunes en Caracas. Foto: EFE/ Prensa Miraflores

Los últimos acontecimientos no lucen nada bien para la transición democrática en nuestro querido país. La represión masiva crece. El aislamiento se profundiza. El cinismo oficialista no retrocede. La destrucción se extiende. El presidente electo no está en territorio nacional. La cacería judicial oficialista trabaja con intensidad. Y la desesperanza se acumula más que ayer.

Maduro y compañía han resuelto gobernar tiránicamente, y ya nadie podría esperar que —voluntariamente— rectifiquen o relajen los hilos represivos para encontrar algún entendimiento entre las partes, o la construcción de una solución política. Ese es el primer hecho de la causa.

Adicionalmente, todos sabemos que si no existe una movilización masiva y sostenida, claramente Maduro y compañía no tendrán ninguna razón para pensar dos veces si mantienen funcionando la maquinaria de persecución, mentiras y atropellos, y mantenerse en el poder. Este es el segundo hecho de la causa.

En el mismo sentido, si no existe un quiebre entre las fuerzas militares y Maduro, este último puede seguir desnudo (el mundo sabe que él perdió las elecciones y no puede demostrar lo contrario) y, sin embargo, gobernando. Y este es el tercer hecho de la causa.

Ahora bien, la pregunta es: ¿qué y cómo gobierna? A decir verdad, gobernará un país maltratado sin perspectivas favorables y de forma opresiva.

Luego, la inquietud que cabe es: ¿cuánto resistirán? Aparentemente, lo que las Fuerzas Armadas quieran, o tal vez lo que empuje la fuerza colectiva ciudadana para elevar los costes de permanencia en el poder de los autoritarios.

Como todo razonamiento a partir de comportamientos sociales resulta impredecible, pareciera que lo único cierto de toda nuestra tragedia política es que la estabilidad, paz o prosperidad nacional no será posible mientras Maduro y compañía gobiernen tiránicamente, porque fue tan grosero el desconocimiento de la voluntad soberana que, sin duda, les será muy difícil apagar la cólera de un país que se siente estafado.

Lo único evidente es que el estado de mengua y agonía de una mayoría despojada de una ilusión de cambio, ciertamente no permitirá que sus agresores tengan descanso y sosiego. Lo único incuestionable es que, como toda dictadura, gobernarán sobre un cóctel potencialmente explosivo donde los integrantes de la cúpula del poder se miran con desconfianza.

En fin, lo único cierto es que tendrán que duplicar su capacidad de represión para silenciar infinitamente la ira —no revelada, apagada, latente o acumulada— de una nación que decidió cambiar, compró el billete ganador, y el banquero no quiere pagarle el premio. Definitivamente, esto no luce bien.

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Del mismo autor: Del valor de la democracia

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.