En unos cuatros meses, nuestro país tendrá la oportunidad de elegir un/a candidato/a presidencial que represente una alternativa democrática que sea capaz de detener el largo ciclo de estancamiento, dolor, enfrentamiento, odio y sufrimiento nacional.
Hay varios/as candidatos/as con diferentes propuestas que, dicho sea de paso, honestamente creo que están acompañadas por las mejores intenciones para construir una Venezuela próspera, pero que en este minuto de la historia están lejos de ser lo que necesita el país para volver a la senda del progreso perdido. ¿Qué se necesita para esto?
A continuación, comparto las capacidades y cualidades que debería tener, a mi juicio, esa persona que utilice lo mejor de la política para recuperar la democracia (condición fundamental para lograr todo lo que aspiramos), y volvamos a tejer un período largo de avance social, económico y cultural.
En primer lugar, esa persona debe comprender —sin complejos— que la política no tiene como principio la salvación de nuestras almas, sino que existe, más bien, para reconocer las diferencias de todas las almas y buscar acuerdos —entre tantos desacuerdos— que permitan construir una sociedad lo más armoniosa, equitativa y justa posible. De aquí se desprende que, si usted cree que nunca estrechará la mano de su adversario político para establecer consensos básicos de convivencia porque considera que este tiene un alma “asquerosa y vil”, lamentablemente se equivocó de oficio.
En el mismo sentido, el/la candidata/a debe convencerse de que el país no tendrá un destino diferente al actual si es que no está dispuesto/a a suscribir un pacto de gobernabilidad porque, en caso de resultar electo/a, lo más probable es que los derrotados le hagan la vida imposible si no les ofrece garantías de existencia.
Por otra parte, debe tener prudencia con el micrófono; es decir, no decir cosas de las que posteriormente se pueda arrepentir, porque mañana se las cobrarán todas. Como dice el refrán: “nunca digas de esta agua no beberé, porque el camino es largo y te puede dar sed”.
Asimismo, debe ser consciente de que el reto más difícil que tiene el país es llevar adelante un proceso de reinstitucionalización profundo, de tal manera que pueda generarse las condiciones atractivas para el ciclo virtuoso del crecimiento económico (inversiones, empleo de calidad, superación de la pobreza, reducción de la desigualdad, el desarrollo en diversas áreas, etc.). Y esto, claramente, no se logra solo con la mera voluntad personal, sino con la fuerza de voluntades colectivas.
Por último, pero no menos importante, debe entender lo que significa una transición a la democracia (ojalá se lea toda la evidencia comparada disponible y esté acompañado de personas que también entiendan este asunto), saber maniobrar los choques de los límites de la realidad política, encarar los sacrificios que implica recorrer el camino de lo posible, y soportar las renuncias necesarias y todos los dolores que traen consigo para no sucumbir en el primer intento.
En conclusión, si no elegimos un/a candidato/a que encarne estas cualidades, probablemente tengamos madurismo y sus derivados por 50 años más. La pregunta es: ¿existe un/a candidato/a con estas cualidades? Juzgue usted.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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En muchos países se celebra el Día del Padre, en junio. Una celebración mucho menos sonora que la de la madre.
Más de 70% de los venezolanos se mantiene en un modo de desafección tanto con la política como con los políticos en general.
En unos cuatros meses, nuestro país tendrá la oportunidad de elegir un/a candidato/a presidencial que represente una alternativa democrática que sea capaz de detener el largo ciclo de estancamiento, dolor, enfrentamiento, odio y sufrimiento nacional.
Hay varios/as candidatos/as con diferentes propuestas que, dicho sea de paso, honestamente creo que están acompañadas por las mejores intenciones para construir una Venezuela próspera, pero que en este minuto de la historia están lejos de ser lo que necesita el país para volver a la senda del progreso perdido. ¿Qué se necesita para esto?
A continuación, comparto las capacidades y cualidades que debería tener, a mi juicio, esa persona que utilice lo mejor de la política para recuperar la democracia (condición fundamental para lograr todo lo que aspiramos), y volvamos a tejer un período largo de avance social, económico y cultural.
En primer lugar, esa persona debe comprender —sin complejos— que la política no tiene como principio la salvación de nuestras almas, sino que existe, más bien, para reconocer las diferencias de todas las almas y buscar acuerdos —entre tantos desacuerdos— que permitan construir una sociedad lo más armoniosa, equitativa y justa posible. De aquí se desprende que, si usted cree que nunca estrechará la mano de su adversario político para establecer consensos básicos de convivencia porque considera que este tiene un alma “asquerosa y vil”, lamentablemente se equivocó de oficio.
En el mismo sentido, el/la candidata/a debe convencerse de que el país no tendrá un destino diferente al actual si es que no está dispuesto/a a suscribir un pacto de gobernabilidad porque, en caso de resultar electo/a, lo más probable es que los derrotados le hagan la vida imposible si no les ofrece garantías de existencia.
Por otra parte, debe tener prudencia con el micrófono; es decir, no decir cosas de las que posteriormente se pueda arrepentir, porque mañana se las cobrarán todas. Como dice el refrán: “nunca digas de esta agua no beberé, porque el camino es largo y te puede dar sed”.
Asimismo, debe ser consciente de que el reto más difícil que tiene el país es llevar adelante un proceso de reinstitucionalización profundo, de tal manera que pueda generarse las condiciones atractivas para el ciclo virtuoso del crecimiento económico (inversiones, empleo de calidad, superación de la pobreza, reducción de la desigualdad, el desarrollo en diversas áreas, etc.). Y esto, claramente, no se logra solo con la mera voluntad personal, sino con la fuerza de voluntades colectivas.
Por último, pero no menos importante, debe entender lo que significa una transición a la democracia (ojalá se lea toda la evidencia comparada disponible y esté acompañado de personas que también entiendan este asunto), saber maniobrar los choques de los límites de la realidad política, encarar los sacrificios que implica recorrer el camino de lo posible, y soportar las renuncias necesarias y todos los dolores que traen consigo para no sucumbir en el primer intento.
En conclusión, si no elegimos un/a candidato/a que encarne estas cualidades, probablemente tengamos madurismo y sus derivados por 50 años más. La pregunta es: ¿existe un/a candidato/a con estas cualidades? Juzgue usted.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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