Aunque pareciera que el título de esta disertación, Síndrome del resentimiento social, es sacado de un libro sobre salud mental, en realidad busca concienciar al lector sobre las complicaciones que incita el mal llamado “socialismo del siglo XXI”.
Pero antes es preciso hacer referencia al siglo XX, cuando la vida de Europa se inició con la confrontación de cuadros militares y civiles que, bajo ideologías prendidas como emblemas, supuestamente defendían la patria a costa de vidas humanas.
Así llegaron a consolidarse ciertos modelos económicos reivindicados por obsesivas argucias políticas. Fue así como el socialismo, el comunismo y el fascismo adquirieron la fuerza necesaria para allanar espacios impropios.
Las historias políticas de esas sociedades, magulladas por totalitarismos, describieron hechos tan dramáticos que la sangre y el dolor humano desplazaron cualquier indicador de indignación, humillación y resignación.
Con el paso de los años, algunos pueblos vivieron oportunidades que supieron aprovechar para impulsar los cambios necesarios. Sin embargo, otras naciones sin memoria histórica, comenzaron a verse atrapadas en las arenas movedizas del poder inhumano. Fueron pasivamente víctimas del hábito arrasador militarista.
Algunas transiciones políticas buscaron borrar la diferencia entre el liberalismo, el socialismo y el comunismo, otras confundieron socialismo con comunismo y liberalismo con oportunismo. Las realidades se plegaron a mecanismos políticos, sociales y económicos empecinados en negar la significación de la sociedad en cuanto a sus funciones y capacidades. Razón por la cual todo lo asumió la cúpula política organizada que se arrogó la representatividad del Estado en todas sus manifestaciones. Es decir, se le abrió el espacio al totalitarismo demagógico.
La gestión gubernamental mutó hacia atrás mediante la siembra del terror y del miedo en la población. Pierre Joseph Proudhon, filósofo y político, refirió que, en lugar de buscar justicia a cualquier cosa que en política torne en hegemonía y despotismo, se indaguen formas que ofrezcan cambios al correspondiente horizonte.
Su consejo aplica al poder armado de tanta miseria espiritual que sólo sirve para enfermar de pobreza a poblaciones enteras. Por eso el poder corrupto, actúa animado por el síndrome del resentimiento social.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Tolerancia y pluralismo
Si la intención es que estos modelos sintéticos se parezcan lo más posible a los embriones humanos, entonces deberían ser tratados de la misma manera
En muchos países se celebra el Día del Padre, en junio. Una celebración mucho menos sonora que la de la madre.
Más de 70% de los venezolanos se mantiene en un modo de desafección tanto con la política como con los políticos en general.
Se estima que las reservas de petróleo de Venezuela superan los 300 mil millones de barriles.
Aunque pareciera que el título de esta disertación, Síndrome del resentimiento social, es sacado de un libro sobre salud mental, en realidad busca concienciar al lector sobre las complicaciones que incita el mal llamado “socialismo del siglo XXI”.
Pero antes es preciso hacer referencia al siglo XX, cuando la vida de Europa se inició con la confrontación de cuadros militares y civiles que, bajo ideologías prendidas como emblemas, supuestamente defendían la patria a costa de vidas humanas.
Así llegaron a consolidarse ciertos modelos económicos reivindicados por obsesivas argucias políticas. Fue así como el socialismo, el comunismo y el fascismo adquirieron la fuerza necesaria para allanar espacios impropios.
Las historias políticas de esas sociedades, magulladas por totalitarismos, describieron hechos tan dramáticos que la sangre y el dolor humano desplazaron cualquier indicador de indignación, humillación y resignación.
Con el paso de los años, algunos pueblos vivieron oportunidades que supieron aprovechar para impulsar los cambios necesarios. Sin embargo, otras naciones sin memoria histórica, comenzaron a verse atrapadas en las arenas movedizas del poder inhumano. Fueron pasivamente víctimas del hábito arrasador militarista.
Algunas transiciones políticas buscaron borrar la diferencia entre el liberalismo, el socialismo y el comunismo, otras confundieron socialismo con comunismo y liberalismo con oportunismo. Las realidades se plegaron a mecanismos políticos, sociales y económicos empecinados en negar la significación de la sociedad en cuanto a sus funciones y capacidades. Razón por la cual todo lo asumió la cúpula política organizada que se arrogó la representatividad del Estado en todas sus manifestaciones. Es decir, se le abrió el espacio al totalitarismo demagógico.
La gestión gubernamental mutó hacia atrás mediante la siembra del terror y del miedo en la población. Pierre Joseph Proudhon, filósofo y político, refirió que, en lugar de buscar justicia a cualquier cosa que en política torne en hegemonía y despotismo, se indaguen formas que ofrezcan cambios al correspondiente horizonte.
Su consejo aplica al poder armado de tanta miseria espiritual que sólo sirve para enfermar de pobreza a poblaciones enteras. Por eso el poder corrupto, actúa animado por el síndrome del resentimiento social.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Tolerancia y pluralismo