De acuerdo con diferentes estudios de opinión, más de 70% de los venezolanos se mantiene en un modo de desafección tanto con la política como con los políticos en general. Venezuela actualmente carece de referentes que se destaquen en el alineamiento colectivo de la opinión pública nacional.

Aunque algunos liderazgos están recibiendo respaldos puntuales de cara al proceso de elección primaria, convocado para octubre de este año, incluyendo el propio Nicolás Maduro que hasta ahora parece ser el candidato del Psuv para el próximo año, ninguno de éstos ha podido canalizar una masificación de los apoyos que supere la fragmentación.

Esta realidad nos muestra una separación más que evidente entre el país político y el país nacional. Hasta ahora cada uno va por su lado afectando severamente lo que debe ser el funcionamiento del Estado y de todas las instituciones en general. Hay un problema grave de comunicación y conexión entre los líderes y la sociedad que genera un cortocircuito que está provocando las 3D (desmotivación, despolitización y desmovilización) con lo cual, el cuerpo social del país se ha puesto en estado latente más no activo como esperando una oportunidad para volver a creer.

En las condiciones actuales, el país necesita con suma urgencia un proyecto que una, que reconcilie, que logre aglutinar apoyos que reconstruyan la legitimidad de las instituciones para que éstas puedan impulsar políticas públicas orientadas a la recuperación de todos los ámbitos de la vida ciudadana y cotidiana. Surge entonces la interrogante: ¿Cómo hacer para repolitizar a un país lleno de desencanto y desconfianza hacia sus líderes, independientemente del signo ideológico que representen? Convertirse en referente es un enorme desafío para quienes aspiren dirigir los destinos del país en los próximos años.

En el marco de ese desafío surge también un tema no menos importante: ¿cómo se comunican los líderes con el país nacional?, lo primero que hay que asumir es que el ejercicio de la política es muy diferente al que se hacía antes de 2008. Sin duda alguna, el impacto de la aparición de las redes sociales y la canalización de la big data es un elemento que ha venido redefiniendo la forma de relación entre líderes y ciudadanos.

Difícilmente se cuenta hoy con una “plaza pública” o “centro de gravedad” desde donde todos nos enteramos de las propuestas y planteamientos de cada líder y del cúmulo de noticias que copan la denominada “agenda pública”. Por lo tanto, nuestros líderes no pocas veces muestran una comunicación hacia sí mismos o hacia sus partidarios más cercanos, generándose un vacío que no logran enganchar con la opinión pública ante tanta dispersión comunicacional.

Ser un referente en Venezuela pasa por vencer las barreras actuales de la comunicación y entender cabalmente cómo funciona la política en el siglo XXI. Ese margen superior a 70% que nos muestra a un país alejado de su liderazgo requiere cierta atención, ciertas alarmas y, ante todo, acciones que profundicen la manera en la que se puede dar el reencuentro entre el país político y el país nacional. Sin líderes y partidos fuertes, en cuanto a apoyo popular, será mucho más difícil el camino de la recuperación.

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