Como mencionamos en la entrega pasada, las sanciones no han servido para su objetivo de generar cambios políticos. Esto ha sido un fenómeno en los 56 países que han sido sancionados por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo a Venezuela.
Contrariamente, las sanciones y el aislamiento internacional que deriva de ellas, suele ser el caldo de cultivo ideal para la perpetuación de los regímenes políticos que condujeron a las mismas. Lo peor es que terminan afectando en lo económico y social a la mayoría de la población del país sancionado, generando miseria y retraso, como ha sido el caso de Venezuela.
En esta y otras sucesivas entregas, con fines didácticos, seguiremos descubriendo los intríngulis de las sanciones que pesan sobre Venezuela y otros países del mundo.
Las sanciones se han dividido en dos grandes grupos: aquellas sanciones generales que afectan a toda una nación o aspectos productivos de la misma, y, las sanciones individuales.
Las sanciones generales suelen ser de carácter económico, financiero y comercial; impidiendo al país sancionado acceder a mercados foráneos, de manera que tienen grandes limitaciones a la hora de importar y exportar bienes y servicios de cualquier tipo, así como realizar o recibir pagos internacionales.
Ante la amenaza de los Estados Unidos u otro entre sancionador de que cualquier persona que haga negocios con el país sancionado podría ser sujeto de serias consecuencias legales de carácter migratorio, comercial y hasta penal; los naturales socios financieros o comerciales del país sancionado suelen apartarse del mismo, no sin razón.
Cuba fue sancionada en 1960 tras el advenimiento de la Revolución de Castro. Hasta esa fecha era un país próspero, y tuvo que prescindir de sus importaciones y exportaciones a Estados Unidos -su primer socio comercial- lo que derivó en un desastre económico para la isla y sus pobladores, sin evidenciar por ello mayores cambios políticos desde entonces.
Otro ejemplo es Irán que fue sancionado en 1979 tras el derrocamiento del sha Mohammad Reza Pahleví y la instauración del régimen teocrático antiyanqui de los Ayatolas. En sus fases iniciales, las sanciones sumieron al pueblo iraní en una de las mayores crisis económicas de la historia persa, ya que impedían la comercialización de la inmensa cantidad de petróleo que producía el país. Más de 30 años después, la economía iraní se ha diversificado, permitiendo el autoabastecimiento de la mayoría de los bienes que consumen sus ciudadanos, y el régimen islámico sancionado, permanece sin mayores modificaciones y haciendo todo tipo de desmanes en términos de represión, intolerancia y amenazas nucleares; lo que inicialmente motivó a Estados Unidos a imponer las sanciones a Irán.
Las sanciones individuales pesan sobre personas específicas que son del desagrado de Estados Unidos y sus aliados naturales. Este fue el caso en Cuba de Fidel y Raúl Castro, así como de otros revolucionarios que suscribían su poder. Otro tanto ha ocurrido con una sucesión de Ayatolas en Irán y otros políticos o individuos ligados al régimen.
Los sancionados tienen limitaciones para firmar tratados internacionales, hacer negocios personales o en representación de su país, así como moverse libremente por Estados Unidos u otros países que suscriben las sanciones, ya que podrían ser sujetos de detención y juicios legales. El encierro forzado de los individuos sancionados, hace que estos prefieran establecerse donde se sienten seguros, perpetuándose en el poder político o económico como un mecanismo para protegerse de las consecuencias legales internacionales de las sanciones.
Este es el caso de los principales funcionarios sancionados en Cuba e Irán que nunca han podido ser procesados legalmente por Estados Unidos, ya que se han mantenido dentro de sus países o sólo viajan a territorios amigos.
En Venezuela pesan 913 sanciones interpuestas por Estados Unidos contra el país y cerca de 200 sanciones individuales a funcionarios del gobierno de Maduro o sujetos relacionados con el sistema. El espíritu original de las sanciones contra el gobierno venezolano en 2017 era promover la salida de Maduro. Seis años después el panorama político no ha cambiado y el aislamiento económico nos ha conducido a una de las peores crisis que ha vivido nuestro país.
Por eso no entendemos el empeño de Estados Unidos en mantener las sanciones contra Venezuela, así como por qué algunos líderes opositores se empeñan en clamar por su continuidad, como Leopoldo López cuando solicitó al senado estadounidense una profundización de las sanciones al país.
Recordemos que el 80% de los venezolanos, estamos en contra de las sanciones, porque tenemos la vertical claridad que no afectan al gobierno, si no a usted y a mí, ciudadanos de a pie.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Las sanciones no son el camino
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Como mencionamos en la entrega pasada, las sanciones no han servido para su objetivo de generar cambios políticos. Esto ha sido un fenómeno en los 56 países que han sido sancionados por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo a Venezuela.
Contrariamente, las sanciones y el aislamiento internacional que deriva de ellas, suele ser el caldo de cultivo ideal para la perpetuación de los regímenes políticos que condujeron a las mismas. Lo peor es que terminan afectando en lo económico y social a la mayoría de la población del país sancionado, generando miseria y retraso, como ha sido el caso de Venezuela.
En esta y otras sucesivas entregas, con fines didácticos, seguiremos descubriendo los intríngulis de las sanciones que pesan sobre Venezuela y otros países del mundo.
Las sanciones se han dividido en dos grandes grupos: aquellas sanciones generales que afectan a toda una nación o aspectos productivos de la misma, y, las sanciones individuales.
Las sanciones generales suelen ser de carácter económico, financiero y comercial; impidiendo al país sancionado acceder a mercados foráneos, de manera que tienen grandes limitaciones a la hora de importar y exportar bienes y servicios de cualquier tipo, así como realizar o recibir pagos internacionales.
Ante la amenaza de los Estados Unidos u otro entre sancionador de que cualquier persona que haga negocios con el país sancionado podría ser sujeto de serias consecuencias legales de carácter migratorio, comercial y hasta penal; los naturales socios financieros o comerciales del país sancionado suelen apartarse del mismo, no sin razón.
Cuba fue sancionada en 1960 tras el advenimiento de la Revolución de Castro. Hasta esa fecha era un país próspero, y tuvo que prescindir de sus importaciones y exportaciones a Estados Unidos -su primer socio comercial- lo que derivó en un desastre económico para la isla y sus pobladores, sin evidenciar por ello mayores cambios políticos desde entonces.
Otro ejemplo es Irán que fue sancionado en 1979 tras el derrocamiento del sha Mohammad Reza Pahleví y la instauración del régimen teocrático antiyanqui de los Ayatolas. En sus fases iniciales, las sanciones sumieron al pueblo iraní en una de las mayores crisis económicas de la historia persa, ya que impedían la comercialización de la inmensa cantidad de petróleo que producía el país. Más de 30 años después, la economía iraní se ha diversificado, permitiendo el autoabastecimiento de la mayoría de los bienes que consumen sus ciudadanos, y el régimen islámico sancionado, permanece sin mayores modificaciones y haciendo todo tipo de desmanes en términos de represión, intolerancia y amenazas nucleares; lo que inicialmente motivó a Estados Unidos a imponer las sanciones a Irán.
Las sanciones individuales pesan sobre personas específicas que son del desagrado de Estados Unidos y sus aliados naturales. Este fue el caso en Cuba de Fidel y Raúl Castro, así como de otros revolucionarios que suscribían su poder. Otro tanto ha ocurrido con una sucesión de Ayatolas en Irán y otros políticos o individuos ligados al régimen.
Los sancionados tienen limitaciones para firmar tratados internacionales, hacer negocios personales o en representación de su país, así como moverse libremente por Estados Unidos u otros países que suscriben las sanciones, ya que podrían ser sujetos de detención y juicios legales. El encierro forzado de los individuos sancionados, hace que estos prefieran establecerse donde se sienten seguros, perpetuándose en el poder político o económico como un mecanismo para protegerse de las consecuencias legales internacionales de las sanciones.
Este es el caso de los principales funcionarios sancionados en Cuba e Irán que nunca han podido ser procesados legalmente por Estados Unidos, ya que se han mantenido dentro de sus países o sólo viajan a territorios amigos.
En Venezuela pesan 913 sanciones interpuestas por Estados Unidos contra el país y cerca de 200 sanciones individuales a funcionarios del gobierno de Maduro o sujetos relacionados con el sistema. El espíritu original de las sanciones contra el gobierno venezolano en 2017 era promover la salida de Maduro. Seis años después el panorama político no ha cambiado y el aislamiento económico nos ha conducido a una de las peores crisis que ha vivido nuestro país.
Por eso no entendemos el empeño de Estados Unidos en mantener las sanciones contra Venezuela, así como por qué algunos líderes opositores se empeñan en clamar por su continuidad, como Leopoldo López cuando solicitó al senado estadounidense una profundización de las sanciones al país.
Recordemos que el 80% de los venezolanos, estamos en contra de las sanciones, porque tenemos la vertical claridad que no afectan al gobierno, si no a usted y a mí, ciudadanos de a pie.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Las sanciones no son el camino