El concepto de poder anima distintas perspectivas desde las cuales se hace posible formalizar alguna explicación que calce con lo que la teoría política aduce sobre el pluralismo, también es preciso abordar lo que la teoría social establece sobre la tolerancia.
En el fragor de la política, es innegable reconocer que el poder es una variable que cambia tan rápido como varía el contexto en el cual se ejerce. El poder altera la dinámica sociopolítica generando los cambios necesarios o inminentes.
Bajo ese marco de referencia, “tolerancia” y “pluralismo” refieren la capacidad de reconocer la importancia de convivir, coexistir y compartir que tiene el hombre dada su ineludible condición de ser, lo que Aristóteles definió como el “zoon politikon”; es decir, el “hombre político”.
La tolerancia es un valor ético indispensable para la vida porque implica abrazar la diferencia y apreciar la diversidad en todos los sentidos, respetar a quienes manifiestan ideas contrarias a las propias y saber escuchar al otro.
Sin embargo, la dinámica social sigue incitando formas de intolerancia un tanto avivadas por doctrinas políticas supeditadas a concepciones de vida rancias.
Razón tuvo el poeta y novelista Víctor Hugo cuando enunció que: “La tolerancia es la mejor religión”, un tanto para denotar que convivir respetando al otro es fundamento para procurar un mundo mejor.
El ejercicio de la política refiere el pluralismo como el ámbito en el cual el hombre se permite el intercambio de ideas. Según Hannah Arendt, filósofa alemana nacionalizada norteamericana, el pluralismo ocupa el mismo espacio en el que se hace la política. En otras palabras, el espacio en el cual se desarrollan las relaciones mutuas que requiere el hombre en tanto ser “gregario” que es.
Para Arendt, el pluralismo era la condición principal para que los seres humanos alcancen la igualdad y la libertad, porque este concepto tiene en cuenta la inclusión del otro en todos los aspectos de la política.
Por lo tanto, no cabe ninguna duda de que el ejercicio de la política nace y descansa en el pluralismo. Así que cuando se exalta el hecho de convivir, coexistir y compartir la vida bajo el manto de un “Estado democrático y social de derecho y de justicia”, como lo acota el primer artículo de la Constitución venezolana, se establece que la vida se fundamenta en el espacio donde el pluralismo político y la tolerancia despuntan. De ahí ha resultado el hecho de realzar el binomio dialéctico: tolerancia y pluralismo.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Bajo ese marco de referencia, “tolerancia” y “pluralismo” refieren la capacidad de reconocer la importancia de convivir, coexistir y compartir que tiene el hombre dada su ineludible condición de ser, lo que Aristóteles definió como el “zoon politikon”; es decir, el “hombre político”.
La tolerancia es un valor ético indispensable para la vida porque implica abrazar la diferencia y apreciar la diversidad en todos los sentidos, respetar a quienes manifiestan ideas contrarias a las propias y saber escuchar al otro.
Sin embargo, la dinámica social sigue incitando formas de intolerancia un tanto avivadas por doctrinas políticas supeditadas a concepciones de vida rancias.
Razón tuvo el poeta y novelista Víctor Hugo cuando enunció que: “La tolerancia es la mejor religión”, un tanto para denotar que convivir respetando al otro es fundamento para procurar un mundo mejor.
El ejercicio de la política refiere el pluralismo como el ámbito en el cual el hombre se permite el intercambio de ideas. Según Hannah Arendt, filósofa alemana nacionalizada norteamericana, el pluralismo ocupa el mismo espacio en el que se hace la política. En otras palabras, el espacio en el cual se desarrollan las relaciones mutuas que requiere el hombre en tanto ser “gregario” que es.
Para Arendt, el pluralismo era la condición principal para que los seres humanos alcancen la igualdad y la libertad, porque este concepto tiene en cuenta la inclusión del otro en todos los aspectos de la política.
Por lo tanto, no cabe ninguna duda de que el ejercicio de la política nace y descansa en el pluralismo. Así que cuando se exalta el hecho de convivir, coexistir y compartir la vida bajo el manto de un “Estado democrático y social de derecho y de justicia”, como lo acota el primer artículo de la Constitución venezolana, se establece que la vida se fundamenta en el espacio donde el pluralismo político y la tolerancia despuntan. De ahí ha resultado el hecho de realzar el binomio dialéctico: tolerancia y pluralismo.
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