Sistemática electoral: una clave de la democracia
Foto: Mairet Chourio Credit: Mairet Chourio

Mucho se habla de democracia en todo el planeta, pero muy poco sobre las formas de traducir la voluntad popular en poder político representativo. Algo contradictorio sabiendo que la participación política y pública requiere herramientas y mecanismos que aseguren correctamente lo que expresa el elector.

Todo ese conjunto se refleja en la sistemática electoral que, con el paso de los años, se ha venido estudiando paulatinamente para tratar de “encausar” lo más correctamente posible, la voluntad de la gente.

Los sistemas electorales son diversos. Según la caracterización del sistema político y la tradición electoral de cada país en particular, se reflejan en sus mecanismos. Esta diferenciación opera con diferencias más marcadas si se comparan regímenes parlamentarios con presidencialistas, pero también y con el paso de las décadas, se han acentuado regímenes con características híbridas que comportan también muchas especificidades en sus procedimientos electorales.

No obstante, a esas diferencias y particularidades, la sistemática electoral trata de reflejar, al menos en teoría, lo mejor posible en términos representativos de la composición ideológica y el espectro de simpatías políticas que en un momento determinado, caracterizan a una sociedad.

Representatividad

Vale decir que, si hay 5% de seguidores del partido A, 23% de seguidores del partido B, 16% del partido C y un resto de seguidores de diferentes partidos adicionales, el sistema electoral más adecuado es el que refleje esas proporciones en términos de representación parlamentaria. Eso quiere decir, que ninguna visión ideológica o partidaria por más pequeña que sea se quede sin su representación equivalente al porcentaje de apoyo que recibe en el voto popular. Obviamente, eso referido a los escaños parlamentarios.

Cuando se trata de elecciones para cargos ejecutivos, es decir, presidentes, gobernadores o alcaldes, la sistemática electoral con el paso de los años ha procurado impulsar las denominadas cadenas de legitimidad. Por ello, en las últimas décadas se han acentuado las elecciones de doble vuelta electoral para garantizar un apoyo político más sólido a quien resulte vencedor en los comicios; también, en algunos países, se ha optado por establecer porcentajes mínimos de apoyo o porcentajes de diferencia entre el primero y segundo lugar justamente para fortalecer el piso político del ganador.

 Son particularidades que han venido apareciendo en diferentes lugares de acuerdo a realidades geográficas, culturales, políticas, entre otras. Algunas veces, los cambios y ajustes en los sistemas electorales obedecen a coyunturas políticas e intereses de partidos que buscan afianzar sus cuotas de poder. Generalmente, este tipo de manipulaciones ocurren meses antes de una elección cuando se modifican los criterios legales.

Recuperar espacios

En resumen, ciertamente, siempre hay una pugna entre intereses políticos (real politik) y criterios técnicos para establecer las directrices de los sistemas electorales; no obstante a ello, se han hecho interesantes esfuerzos académicos para afianzar mecanismos confiables que traduzcan la voluntad popular en poder político real y proporcional.

Hoy en día, quizás pueda parecer que hemos retrocedido en el intenso debate entre democracia y autoritarismo, pero no podemos desdeñar los grandes esfuerzos que se hacen de parte de los teóricos de la democracia en diferentes universidades y fundaciones adscritas a partidos políticos y think tank del pensamiento prodemocracia, para mejorar sustancialmente los sistemas electorales  y evitar o minimizar, las distorsiones que desde diferentes latitudes se buscan imponer para debilitar o soliviantar, la voluntad general.

La sistemática electoral tiene que recuperar sus espacios en el marco del debate global de defensa de la democracia. Los grandes estrategas del autoritarismo la han usado para afianzar gobiernos sin apoyo popular. Un sistema electoral que no refleje con transparencia la voluntad popular se convierte en una fachada para usar la narrativa de la democracia, pero para la defensa de los intereses más oscuros de la real politik. La clave de la democracia es traducir el variopinto espectro de apoyos partidarios en poder institucional proporcional y balanceado.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Bukele y la alternancia

Politólogo con especialización en gerencia social. Actualmente es el coordinador general del Centro Gumilla en el Estado Lara. Profesor universitario de pre y postgrado. Analista político y de tendencias...