Dios ensalza a los humildes. Beata María de San José

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La Madre María de San José fundó junto al Padre López Aveledo el primer hospital de Maracay | Foto: Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús

Por Hna. Gracelia Molina

Nació en Choroní, Venezuela, en el año 1875 y desde muy niña conoció el amor a Dios, reflejado en el servicio a los más pobres y abandonados. Con su madre y su abuelita paterna solía visitar a los enfermos, procurando aliviar sus necesidades de medicina, alimentación, amor y compañía. Con tan sólo nueve años de edad funda una escuelita en el solar de su casa para alumnos (mayores que ella) en situación de pobreza y analfabetismo. A la par de aquellas primeras letras y números, comparte también la catequesis y el amor a Jesús Eucaristía, con el que a ella tanto se identifica. El día de su primera comunión, a sus 13 años de edad se consagra a Dios como su esposa y comienza a vivir en total pobreza, castidad y obediencia. Votos que renovará a sus 17 años con la llegada del primer párroco de Maracay, y posterior fundador de la Congregación, monseñor Justo Vicente López Aveledo. Nos situamos en una Venezuela de finales de siglo XIX, donde la pobreza extrema, enfermedad y falta de educación reinan en la cotidianidad.

Funda junto al Padre López Aveledo el primer Hospital de Maracay. Allí trabaja ocho años junto a otras jovencitas que se hacían llamar “Las Samaritanas". A los 26 años de edad se consagrará a Dios en una nueva congregación por ambos fundada: las Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús. A través de ella funda 38 obras al servicio de los pobres, indigentes, enfermos, abandonados, huérfanos y mendigos, en medio de una pobreza extrema y grandes necesidades que ella relata en sus crónicas fundacionales.

Hoy se cumplen 25 años de su beatificación, y recordamos aquellos jubilosos momentos en que Venezuela henchida de profunda emoción, veía llegar al honor de los altares a la primera de sus hijas. Repiques de campanas, vigilias, largas filas de visitas masivas ante su cuerpo incorrupto, ofrendas, gracias recibidas, eucaristías, notas de prensa escritas y audiovisuales, serenatas a nuestra nueva beata… En fin, cantidad de reconocimientos para aquella pequeña humanidad de 1,45 metros de alto, pero que supo escalar la cima de la santidad y que, en su humildad, rehusó siempre reconocimientos humanos, pues significaban para ella la mayor de las humillaciones, porque atribuía toda esa obra a su Amado Señor. 

Hoy, nuestra beata nos grita con su vida, una y otra vez, que vale la pena olvidarse de sí y gastar la vida en el servicio al pobre. A ella también le tocó vivir los embates de las epidemias, la gripe Española, de enfermedades como tuberculosis, lepra en una Venezuela que apenas se abría a la modernización de entonces. Sin luz, sin vías ni medios de comunicación, en tiempo de contiendas políticas, guerrillas, combates, dictadura… Allí iba la Madre María con sus Hermanas a instalar hospitales de campaña para asistir “a los pobres heridos".

No dista nuestra realidad actual, de las difíciles penurias que a ella le tocó asumir. Hoy sus hijas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús, seguimos en la lucha, bregando día a día para saciar el hambre de miles de hermanos, siendo madres para nuestros niños abandonados, hermanas e hijas para nuestros abuelitos indigentes, pobres y asilados en nuestras Casas Hogares. En fin, son muchos los frentes educativos, de misión y evangelización, de salud y formación, de grupos de apostolado y diversos ministerios que debemos asumir para llevar a nuestros hermanos a Dios. Los hacemos en obediencia a lo que Dios nos pide, y con la seguridad de que nuestra beata no deja de interceder por sus hijos más abatidos. “Los desechados de todos, ésos que nadie quiere recibir, son los nuestros"

La Hna. Gracelia Molina es postuladora de la causa para la canonización de la Hermana María de San José. @Hna_Gracelia 

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