Según un reportaje en “El Nacional” de la semana pasada, “En 2008, cuando Diosdado Cabello perdió la Gobernación de Miranda, no sólo desvalijaron la sede gubernamental, la casa oficial del mandatario, y destrozaron los vehículos, sino que dejaron las llaves sin identificar en una caja y sin un acta de entrega, de manera oficial y formal, como indican las leyes.” Dicho diario plantea que, tras la derrota el 28 de julio, con la Asamblea Nacional madurista como instrumento, los llamados “socialistas” dejarán toda suerte de trabas a fin de impedir que sean adoptadas las medidas necesarias para recuperar al país de la debacle que han provocado, como lo han hecho siempre, dondequiera que han desgobernado y pierden el poder.

Falta por saber si los corruptos integrantes de ese órgano parlamentario permanecerán fieles a quienes allí los pusieron, habida cuenta de que no podrán disfrutar de los beneficios no inherentes al cargo, de los cuales disfrutan hoy bajo el ala madurista. Las ratas abandonan los barcos que naufragan, dice el refrán. En este caso, no hay razones para pensar que esta vez será diferente.

Las “Albersidades” anteriores trataban sobre un imaginario país, donde la clase dirigente y sus favorecidos eran atacados por un virus que les provocaba una diarrea inaguantable. Era que un miedo incontenible y terrorífico, ante la altísima posibilidad de perder unas venideras elecciones, les bajaba las defensas que, a los demás habitantes de ese país de cuento, les protegía contra el flagelo. La gran mayoría del pueblo era inmune.

Es cosa harto sabida que, en Venezuela, ese mismo pueblo, que en 40 años eligió libre y alternadamente a candidatos de partidos democráticos, líderes aquellos de éstos, fue paulatinamente decepcionándose de esos partidos. Repitieron candidatos que en su segundo mandato decepcionaron. Recordemos que uno de ellos, en la euforia de la bonanza petrolera, afirmó que “administraremos la abundancia con criterio de escasez”, para luego hacerlo “con escasez de criterio”; y el otro, ya senil, liberó de la cárcel a un su ahijado, militar y golpista fracasado, para que el pueblo cayera en el engaño de su discurso amañado e hipócrita, que le prometía el cielo y terminó dándole un infierno de hambre, miseria y corrupción, como coreaban los manifestantes cuando se dieron cuenta del engaño. Tarde, porque el déspota murió en el poder, dejando de heredero a un pobre hombre que continuó su labor de destrucción.

Los venezolanos hemos recuperado la cordura. Tenemos una enorme posibilidad de salir de esta pesadilla, desalojando a los depredadores del poder, y retomando el camino hacia la libertad, la prosperidad y el bienestar en el cual estábamos enrumbados, antes de que la locura chavista nos hiciera tomar otro rumbo, llevándonos al portal del infierno que Dante anunció con su famoso “Dejad toda esperanza, vosotros que entráis”.

El 28 de julio superaremos a Dante y, cuerdamente, desviaremos nuestro viajar, para tomar el que, estúpidamente, abandonamos hace un cuarto de siglo. No habrá subterfugio que valga, para desviarnos nuevamente de la ruta correcta. Quienes ahora están en posiciones privilegiadas, capaces de dificultar el avance de Venezuela, habrán huido, como los del país imaginario, en sus aviones ejecutivos y lujosos yates, a disfrutar de sus fortunas mal habidas, en países cómplices donde los reciban; otros se pasarán al bando triunfador, como verdaderos politica chamaeleontis: ya varios aprovecharán su mimetismo por segunda vez…




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