Mandela y Machado

Las leyes del apartheid regulaban prácticamente todos los aspectos de la vida, desde el lugar donde las personas podían vivir y trabajar, hasta con quiénes podían casarse


El llamado “apartheid” marcó profundamente la historia y la sociedad de Sudáfrica. La discriminación racial ya existía antes de la llegada de los colonizadores europeos, pero el apartheid, como política oficial, se instauró tras la victoria electoral del Partido Nacional en 1948. La población fue clasificada en blancos, negros, mestizos y asiáticos.

Las leyes del apartheid regulaban prácticamente todos los aspectos de la vida, desde el lugar donde las personas podían vivir y trabajar, hasta con quiénes podían casarse; estableció zonas residenciales exclusivas para cada grupo racial, forzando el desalojo y reubicación de millones de personas negras y mestizas; prohibió los matrimonios entre personas de diferentes razas; y obligaban a los ciudadanos negros a portar documentos especiales para poder circular fuera de sus zonas asignadas. La minoría blanca disfrutaba de privilegios en educación, sanidad, empleo e infraestructura; la mayoría negra vivía en la pobreza, con acceso limitado a servicios básicos y pocas oportunidades de superación personal.

Desde el inicio surgieron movimientos de resistencia: el Congreso Nacional Africano (ANC), liderado por figuras como Nelson Mandela, organizó campañas de desobediencia civil y protestas masivas, con episodios de represión como la Masacre de Sharpeville en 1960 y los disturbios de Soweto en 1976.

La presión interna, junto con las sanciones económicas y el aislamiento internacional, finalmente forzaron al gobierno a negociar. En 1990, Nelson Mandela fue liberado tras 27 años de prisión, y en 1994 se celebraron las primeras elecciones democráticas multirraciales, marcando el fin oficial del apartheid, uno de los capítulos más oscuros de la historia contemporánea, pero también una lección sobre la resiliencia humana y la lucha por la justicia.

Frederik de Klerk (1936-2021) último presidente blanco de la RSA (1989-1994) jugó un papel fundamental en el fin del apartheid, iniciando las negociaciones con el ANC, entre cuyos líderes estaba Mandela, para desmantelar el sistema de segregación racial.

Y Mandela, elegido primer presidente negro de Sudáfrica en 1994, lideró un gobierno de unidad nacional enfocado en la reconciliación y la justicia social y en la promoción del perdón y el diálogo, sentó las bases para la transformación del país. Mandela es recordado mundialmente como un símbolo de resistencia pacífica, dignidad y esperanza, y su legado sigue inspirando a generaciones en la lucha por la igualdad y los derechos humanos.

A Mandela (1918-2013) quien dedicó su vida a la defensa de los derechos humanos y a la construcción de una sociedad igualitaria tras pasar 27 años en prisión por su activismo, y a de Klerk, quien tomó la decisión histórica de liberar a Mandela en 1990 y permitir partidos políticos negros, allanando el camino para las primeras elecciones democráticas del país, les fue conjuntamente conferido el Premio Nobel de la Paz en 1993, impactando profundamente a la República de Sudáfrica.

Lejos de ser ignorado y despreciado por las autoridades de ese país, ese reconocimiento internacional no solo validó la lucha de Mandela por la justicia y la reconciliación, sino que también reforzó la legitimidad del proceso de transición hacia una democracia multirracial.

Un ejemplo para aquellos que ahora desnudan su hipocresía “socialista”, al pretender devaluar mezquina y maliciosamente al Premio, por haber sido otorgado a María Corina Machado, para orgullo de los venezolanos verdaderamente democráticos.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Peter Albers
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