Patrono de los injustamente presos

Francisco de Miranda (Caracas, 1750 – La Carraca, 1816) es considerado uno de los más grandes precursores de la independencia latinoamericana. Su vida estuvo marcada por una incansable búsqueda de libertad para América. Viajó por Europa, donde sus ideales revolucionarios lo llevaron a participar en movimientos políticos y militares de gran relevancia, como la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos.

Miranda soñó con una América unida y libre del dominio colonial. Por ello, dedicó años a promover la causa independentista, estableciendo contactos con líderes de todo el mundo y luchando por la emancipación venezolana. Su legado intelectual y político sentó las bases para la gesta independentista que posteriormente llevaría a la libertad a varias naciones del continente.

Miranda, caracterizado por su audacia y su presencia en la corte europea, visitó también San Petersburgo y logró entrevistarse con la emperatriz Catalina, llamada “La Grande”, lo que demuestra su habilidad para establecer lazos diplomáticos y su interés por buscar apoyo internacional para la causa independentista americana. Este encuentro realza el carácter cosmopolita y aventurero de Miranda, quien supo moverse entre las figuras más poderosas de su época. De paso, comentemos aquí que Andrés Eloy Blanco, uno de los escritores venezolanos más emblemáticos del siglo XX, y conocido por su ingenio y su capacidad para jugar con las palabras, inventó en uno de sus escritos un episodio ficticio y humorístico relacionado con Miranda, quien era conocido también por sus conquistas amorosas, y se dice que guardaba celosamente una colección de mechones de pelo de sus conquistadas. El venezolano entra en la alcoba de la zarina y, al verlo, la zarina exclama “¡Zar!” llamando a su marido para que expulse al intruso. “¡No zargo!”, responde el donjuanesco Generalísimo prócer.

Tras el fracaso de la primera República de Venezuela, con la capitulación ante las fuerzas realistas en 1812, Miranda fue acusado de traición por algunos de sus compañeros patriotas, quienes consideraron que su rendición había significado la pérdida momentánea de la independencia. Simón Bolívar, entre otros, participó en la entrega de Miranda a las autoridades españolas.

Una vez capturado, Miranda fue enviado a España, donde permaneció encarcelado en el penal de La Carraca, en Cádiz. Su lucha por la libertad y la independencia, así como las intrigas y desconfianzas internas entre los propios revolucionarios, fueron factores determinantes que lo condujeron a su trágico destino. Falleció en prisión en 1816, sin ver realizada la independencia por la que tanto luchó.

Así le pagaron sus compañeros de lucha sus esfuerzos por conseguir apoyo de los países más poderosos del mundo en pro de la liberación de los pueblos de la América Hispana del colonialismo, la opresión y la explotación de sus riquezas por parte del reino español.

Su nombre está grabado en la columna norte del Arco de Triunfo de Paris. Allí figura, junto a otros líderes y héroes militares, reconocidos todos por su participación en luchas revolucionarias y por la libertad. Este reconocimiento simboliza el impacto internacional de Miranda y su legado en la historia universal, tardíamente reconocido en su propia patria.

Sus aventuras amorosas no lo califican como para una beatificación junto con José Gregorio y Carmen, pero bien podría ser reconocido, por sus 4 años de injusta prisión en una cárcel española, como “Patrono de los Injustamente Presos”.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Patrono de los injustamente presos

Peter Albers
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