“Ahora mismo en la Unión Europea, cada país está haciendo lo que le da la gana”. Esta frase de un camionero que cada día tiene que lidiar con los controles y exigencias de cada nación europea para poder llevar a destino su carga resume el sentimiento no solo de transportistas, sino de los políticos en Europa.
Alemania decidió este mes blindar sus cerca de 4.000 kilómetros de fronteras terrestres. Durante 6 meses, quienes traten de llegar al país por carretera se enfrentan a controles policiales fijos o móviles y el operativo empezó a rechazar a migrantes que intentaban cruzar sin tener los papeles en regla.
El Ejecutivo que lidera Olaf Scholz alega un mayor control de la migración irregular y las amenazas a la seguridad interna, incluidos el terrorismo y la delincuencia transfronteriza.
El número de solicitudes de asilo en Alemania equivale al total de Francia e Italia juntas, los otros dos grandes países del bloque.
Los datos de ACNUR, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados, muestran que durante el verano del año 2015, alrededor de 890.000 personas que procedían de países como Siria, Irak o Afganistán llegaron a la primera economía europea.
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La guerra de Ucrania también espoleó la entrada de refugiados.
En marzo de este año, alrededor de 1,3 millones de personas con ciudadanía ucraniana vivían en Alemania, según datos del Gobierno, y muchos reciben el subsidio básico de desempleo, conocido como Bürgergeld o renta ciudadana. Los partidos de centroderecha presionan ya al gobierno para retirar estas ayudas.
Este aumento de la migración impulsó el crecimiento del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) y un nuevo partido de extrema izquierda.
Las encuestas de opinión mostraron que la inmigración fue una de las principales razones para votar a estos partidos en las elecciones del estado federal Turingia y en Sajonia.
Apaciguar a la extrema derecha
“Los controles fronterizos claramente responden a la presión de los resultados electorales de las últimas elecciones, pero si Europa quiere seguir avanzando hacia su integración tendrá que afrontar el mayor de sus desafíos, que es el problema migratorio”, explica Javier Díaz Giménez, profesor de Economía del IESE Business School.
“Es una cuestión que va más allá de lo económico o social. Es un tema muy complejo que despierta emociones muchas veces contradictorias. Europa necesita mano de obra y hay muchas formas de suplir esta falta”.
Según datos de Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, en los primeros seis meses de 2024, se produjo un aumento significativo de los cruces fronterizos irregulares en las fronteras terrestres orientales de la Unión Europea, con un marcado aumento del 148% hasta superar los 6.700. Una gran mayoría de las personas detectadas en esta ruta eran ciudadanos ucranianos.
En este contexto, Berlín comunicó que los controles en su frontera con Austria aumentados desde 2015, y desde el año pasado con Polonia, la República Checa y Suiza, se extenderían a Francia, Luxemburgo, Bélgica, los Países Bajos y Dinamarca.
La decisión impactó de lleno en el corazón de Europa ya que Alemania no es solo el motor económico del área, es también el Estado que comparte fronteras con más países: nueve. Los expertos temen que el crecimiento y la prosperidad de todos los estados de la UE estén en riesgo.
Su decisión unilateral, dicen los expertos, amenaza uno de los pilares fundacionales de Europa: el espacio Schengen, que permite la circulación de ciudadanos y mercancías sin pasaporte. Creado en 1985, incluye a 25 de los 27 estados miembros de la UE más Noruega, Islandia, Suiza y Liechtenstein, en régimen de países asociados.
De acuerdo con las normas del acuerdo de Schengen, los países pueden establecer controles fronterizos temporales en circunstancias excepcionales. Después de un período de seis meses, los controles temporales deben retirarse o extenderse previa comunicación a Europa.
“La libre circulación de las personas dentro de la Unión Europea es uno de los derechos mejor valorados por los ciudadanos europeos. Según el Parlamento Europeo, cada año se realizan más de 1.250 millones de viajes dentro del espacio Schengen”, explica Marie-José Garot, directora del Centro de Estudios Europeos de IE University.
“En el caso alemán, los controles en las fronteras interiores afectarán tanto a ciudadanos europeos como a ciudadanos de terceros Estados”, añadió.
Pero Alemania no es el único país que puso en marcha una medida de este calado. Otras 7 naciones europeas tienen alguna forma de vigilancia fronteriza.
También Francia, Italia o Noruega
Austria estableció controles con sus vecinos del este y del sur, República Checa, Eslovenia y Hungría, citando la «alta presión migratoria», así como la lucha contra el terrorismo. Al mismo tiempo, advirtió que no aceptará en su territorio a los migrantes rechazados en la frontera alemana.
Dinamarca también reforzó la seguridad en todas las fronteras interiores, sobre todo las que tiene con Alemania. Aunque técnicamente es una medida temporal, se ha ampliado muchas veces y ha estado vigente de alguna forma desde 2016. Estas extensiones llevaron a Bruselas a iniciar una revisión sobre su legalidad.
Los grandes eventos internacionales que requieren mucha seguridad como los Juegos Olímpicos celebrados en Francia este verano o la cumbre del G7 en Italia, sirvieron de excusa a ambos países para reforzar la seguridad y dejar los controles hasta el último trimestre del año.
Como Suecia, ambas naciones alegan amenazas terroristas y presión migratoria en las fronteras exteriores debido a la guerra de Ucrania pero también en Gaza.
Eslovenia tiene controles con sus vecinos Croacia y Hungría, mientras que Noruega, que no forma de la Unión Europea, tiene restringida la entrada en los puertos que forman parte del espacio Schengen.
Oslo dijo que con la medida quería “aumentar la seguridad de las instalaciones de petróleo y gas terrestres y marinas de Noruega a la luz de la rotura del gasoducto Nord Stream”.
El incidente en la estructura submarina “subrayó la importancia de proteger esta infraestructura crítica”.
La lucha contra la inmigración ilegal se puede llevar a cabo «con medidas menos drásticas», dicen varios políticos europeos. Pero mientras Europa trabaja en una solución, el transporte de mercancía es el primero en sufrir las consecuencias.
Los controles impuestos por Alemania en sus fronteras no están ocasionando grandes perturbaciones. “Hay atascos ocasionales”, dicen quienes han pasado por allí, pero poco más. Las quejas están más relacionadas con el obstáculo a la libre circulación.
Mismo espacio, diferentes normas
“No es normal que estemos en la Unión Europea y España vaya por un lado. Alemania imponga unos requisitos, Francia lo mismo. Para atravesar Europa, los camiones tienen que tener un montón de papeles y cada uno es diferente según el país. Esto no debería ser así”, dice Samuel Rico, CEO y director general de TCR Group, una empresa de transporte internacional por carretera.
“El espacio Schengen queda muy cuestionado. Estos temas tendrían que resolverse colectivamente, no individualmente”, cree Díaz Giménez.
Coincide con él, Alberto Ares Mateos doctor en Migraciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo por la Universidad Pontificia Comillas y director de la red de ayuda a los refugiados JRS Europe.
“Las economías occidentales han puesto el foco en las entradas irregulares a través de nuestras fronteras. Es el discurso de los partidos de extrema derecha en Europa, que han logrado inyectar ese miedo en toda la esfera social y política”, dice.
Seguridad primero, por encima de la economía
Otra de los factores que ha sorprendido es que, pese al periodo de la debilidad económica que atraviesa Alemania y en general, la Unión Europea, los gobiernos hayan puesto la seguridad por encima de la economía.
Un informe de la Fundación Bertelsmann de 2016 afirmaba que la reintroducción de controles fronterizos internos costaría a Europa unos 470.000 millones de pérdidas en crecimiento en diez años.
Y Evofenedex, una asociación de transportistas holandeses, estima que el costo económico ascendería este 2024 a decenas de millones de euros debido a que las largas esperas en las fronteras podrían romper las cadenas de suministros y provocar retrasos en la entrega de mercancías urgentes, especialmente productos frescos.
Aunque el cierre de fronteras no es hermético, si demuestra que el panorama político mundial se está fragmentando y las naciones se están replegando sobre sí mismas. Los recientes controles fronterizos de Alemania y otros países subrayan este cambio.