Familiar de detenido en La Guaira: "No se puede describir el vacío que se siente al no saber dónde está tu hermano"
Aunque aún no están en la cárcel de Tocuyito, sí se encuentran en el Centro de Formación para el Hombre Nuevo Libertador, al lado del penal carabobeño. Foto: Radio Mundial

Desde el sábado 10 de agosto, la incertidumbre y la angustia han sido compañeras inseparables para los familiares de más de 40 detenidos en el contexto de las protestas postelectorales en el estado La Guaira. Sin información clara sobre el paradero de sus seres queridos, la desesperación los ha llevado a recorrer cientos de kilómetros en busca de respuestas.

Inicialmente, nadie sabía a dónde se llevaron a estas personas, hasta que surgió la información de que estaban en la cárcel de Tocuyito, en el estado Carabobo.

Sin perder tiempo, un grupo de familiares decidió trasladarse hasta allá el mismo sábado por la tarde. Al llegar al lugar, se encontraron con una imagen desoladora: camiones entraban cargados con materiales de construcción y otros salían repletos de escombros y basura, una señal clara de que el recinto aún estaba en proceso de acondicionamiento.

La frustración aumentó cuando, al acercarse al personal de seguridad en la entrada, les informaron que el penal todavía estaba en reparaciones y que no había recibido a reclusos de ninguna parte del país. Llamaron a los familiares que no pudieron hacer el viaje para transmitirles la desalentadora noticia. Sin embargo, desde La Guaira, insistían en que los detenidos ya no estaban en el litoral central.

No en Tocuyito, pero sí en cárcel hermana

En medio de la confusión, uno de los familiares se percató de la existencia de otra cárcel al lado, el Centro de Formación para el Hombre Nuevo Libertador, inaugurado en diciembre de 2016 y diseñado para albergar a 1.170 reclusos bajo un modelo penitenciario basado en la humanización de los penales del país.

Se dirigieron hacia allá y, después de esperar más de 40 minutos bajo el implacable sol, finalmente les confirmaron que sus familiares sí habían llegado a esa prisión. Sin embargo, las esperanzas se vieron rápidamente empañadas al escuchar que no podrían recibir visitas hasta dentro de 15 días.

«Es como si nos arrancaran una parte del corazón y nos dijeran que debemos esperar para recuperarla«, expresó la madre de uno de los privados de libertad, entre lágrimas. «No sabemos cómo están, si han comido o si tienen un lugar digno donde dormir. Solo queremos abrazarlos y asegurarles que no están solos».

A pesar del dolor y la frustración, los familiares comenzaron a organizarse para enviar ropa azul y utensilios de higiene personal, cumpliendo con los requisitos del penal

El testimonio desgarrador de una hermana refleja el sentir de todos: «No se puede describir el vacío que se siente al no saber dónde está tu hermano, si está bien o si necesita algo. Esta espera es inhumana, pero seguiremos luchando por ellos, porque son nuestros y merecen justicia».