Del baile de los 41 al sauna de los 33
Activistas protestan contra la detención arbitraria de 33 personas de la comunidad LGBTIQ+.

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“El baile de los 41” es una película mexicana (Davis Pablos, 2018) –inspirada en un hecho real que tuvo lugar en Ciudad de México hace más de 100 años– que he recordado con motivo del oprobioso suceso ocurrido hace pocas semanas en un sauna de Valencia, Venezuela, donde arrestaron a 33 hombres.

El filme registra lo que sucedió durante la presidencia del conservador Porfirio Díaz, cuando la policía recibió la orden de una fuente que nunca se hizo pública, pero que obviamente era poderosa, de allanar, sin orden judicial, una residencia privada donde se celebraba una fiesta. Un procedimiento en el que se violaron todo tipo de derechos.

La particularidad de la fiesta de los 41 fue que sus asistentes eran todos hombres, homosexuales y bisexuales, que debido a la férrea represión sexual de la época habían decidido, siendo todos adultos, abrir un club masculino que solo admitía a quienes pertenecieran a la poderosa y conservadora alta clase mexicana.

Entre los asistentes a la fiesta de los 41 había senadores, empresarios, artistas, políticos y profesionales destacados, todos miembros de familias “distinguidas”. Este evento sacudió a la sociedad mexicana pues la policía, al divulgar lo ocurrido, sometió a los asistentes al escarnio público para que “nunca jamás” se repitiera un evento como ese en la tierra de hombres machos.

Un detalle de la represiva acción policial y social en el baile de los 41 es que aunque los detenidos fueron 42, la lista hecha pública por orden presidencial solo tenía 41 nombres. El 42 fue tachado: era el yerno del Presidente de la República.

Los 33 del sauna

Casi 120 años después del escándalo mexicano por la fiesta de los 42 menos uno, un procedimiento policial similar contra hombres no heterosexuales ha ocurrido en Valencia, Venezuela, nos indigna.  Veamos algunos aspectos de este hecho.

En Valencia, Venezuela, 33 hombres adultos decidieron cada uno por su cuenta, pasar un rato de esparcimiento en un sauna donde, al igual que en muchos saunas masculinos del mundo, se pueden dar encuentros sexuales de mutuo acuerdo. Una decisión personal y compartida. No es “agavillamiento“, como imputan las autoridades, allí no se reúnen para cometer delitos.

En el sauna de Valencia, Venezuela, como en todos los saunas del mundo masculinos o femeninos, se está casi sin ropa o sin ella. Cada quien decide si usa un pareo o una toalla para cubrir las partes íntimas o ropa interior o de baño o nada y esto no se considera “ultraje al pudor“.

En los saunas no se admiten menores de 18 años, ni se permite el consumo de estupefacientes. Allí, a pesar del ambiente de libertad, hay vigilancia que hace cumplir las normas del establecimiento, además  de las que implantan los propios usuarios en forma tácita. Siempre prevalece la decisión del otro y “no es no”. Hay estricto respeto.

En los saunas masculinos del mundo, donde se es tolerante con el contacto físico entre hombres, quien quiera tener relaciones íntimas dispone de cabinas con llave, el encuentro pasa a ser un acto privado, contrario a lo público.

Suelen ser espacios para el esparcimiento, el relax y la no violencia.  Mucho más riesgo de violencia y agresión hay en un bar de puertas abiertas o en la calle.

En el allanamiento sin orden judicial al sauna de Valencia, Venezuela, la policía expuso a los 33 detenidos en las redes, con fotografía, nombres y apellidos, violando sus derechos a la integridad personal

En el allanamiento al sauna de Valencia, la policía venezolana procedió de forma semejante a la policía mexicana hace 120 años, o como lo hace la policía de los países más atrasados en materia de derechos humanos. Como dijo uno de los detenidos: “Sentí vergüenza, no por mí, sino por el sistema judicial de mi país”.

Semanas después del oprobioso suceso en Venezuela no hay sanciones a los responsables por las arbitrariedades policiales y judiciales cometidas con los trabajadores y usuarios en el sauna de Valencia. Ojalá que la acción de la fiscalía pública, más la numerosa protesta nacional e internacional que se ha producido por este vergonzoso suceso llegue hasta quien dio la orden de la “inspección” que permitió detener, arbitrariamente, a 33 hombres y violar sus derechos.

La película sobre los 33

Si a algún cineasta se le ocurriera llevar a la pantalla el oprobioso caso de la detención de los 33, le sugeriría escribir un guión basado en la venganza y la vergüenza

Un hombre o mujer, con mucho poder, sabe de las andanzas ocasionales de su pareja en un sauna y decide vengarse. El poder de esa persona le permite dar la orden a la policía de allanar el lugar con la peregrina excusa de “ruidos molestos”.  Con eficiencia, poco usual, la policía envía a una comisión para detener a todo hombre que estuviera en el establecimiento.

Realizado el procedimiento policial, la poderosa voz o mano “peluda” contacta a quien publicará la noticia y se abre una subtrama. El contacto no necesariamente será con un periodista sino con una agencia de noticias que, valiéndose del anonimato de las redes, viola la ley. Una persona delincuente publicará el rostro del marido o novio “infiel”, entre los otros inocentes asistentes al sauna.

La peli finalizará con la escena de satisfacción de quien instigó una cadena de delitos para consumar su venganza y acariciando el placer de su impunidad. Esto a pesar de haber golpeado la dignidad de 33 hombres y sus familias y haber dejado en vergüenza internacional a su país por permitir actos violatorios de los derechos humanos como sucedía hace más de 100 años.

Ojalá a esa peli, inspirada en un hecho real, se le de un final distinto al placer de la venganza y la impunidad y se descubra de quién era la voz o la mano que dio la orden de violación y el país quede dignificado a pesar del daño irreparable cometido por sus autoridades a 33 de sus ciudadanos.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Voto venezolano en España

Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.