Lidiar con la incertidumbre no es fácil, porque es un estado de duda cuyo desenlace no es conocido, aunque pueda suponerse. La historia ha referido el temor que el hombre ha sentido ante las posibilidades de no alcanzar el objetivo trazado. Esa situación ha despertado en la ciencia y en la tecnología la necesidad de ganarle espacio a la incertidumbre. Las ciencias de la ingeniería informática dieron con algunas estrategias que permitieron formular razones cualitativas en la dirección de allanar tan saturados espacios.
Muchas dificultades atascaron tan enrarecido modelo de ingeniería compleja. No obstante, había que resolver la complicada ecuación para que surgiera la Inteligencia Artificial (IA).
En un principio su desarrollo no fue orientado en términos del sendero social, político y económico que recorrería en su camino de resoluciones. La inteligencia artificial consiste fundamentalmente en el uso de algoritmos (lógicas o mecanismos computacionales) para procesar información, en particular para descubrir patrones y generar modelos sin intervención humana. He ahí la tranca con la que se ha visto la Inteligencia Artificial. Tranca esta en la que queda expuesta la rivalidad que habrá de ocasionar su confrontación con la inteligencia humana y los tributos y cualidades que a esta le confiere la naturaleza.
Desde luego, son incalculables los riesgos potenciales que puede ocasionar el uso de la Inteligencia Artificial en medio de realidades exentas de ética y de la privacidad necesaria que tolere cualquier desafuero.
La Inteligencia Artificial promete en el contexto de las oportunidades desde la educación, de las ciencias aplicadas, de las tecnologías en prueba, inclusive, del desarrollo del ser humano.
Así que a decir de estudiosos de la materia, no hay duda de que el ciberespacio se convirtió en un efectivo encubridor de todo cuanto pudiera ponerse al servicio del bien común. O por lo contrario, a disposición de la maldad.
Y si en verdad no es posible asegurar lo que esta pregunta explayaría como respuesta, cabe plantearse la duda si la Inteligencia Artificial aportará el mayor beneficio al desarrollo de la sociedad en todas sus manifestaciones y necesidades.
A este respecto vale justificar cualquier debate que tienda a medir la posibilidad de tratar el desarrollo de la humanidad desde la proximidad que puede establecerse entre los vacíos donde se ancla la incertidumbre y los espacios a los cuales pretende asirse la Inteligencia Artificial. Por eso, a los efectos de esta disertación, se hizo necesario aludir a la relación incertidumbre e Inteligencia Artificial.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Los dilemas de la educación del siglo XXI
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Muchas dificultades atascaron tan enrarecido modelo de ingeniería compleja. No obstante, había que resolver la complicada ecuación para que surgiera la Inteligencia Artificial (IA).
En un principio su desarrollo no fue orientado en términos del sendero social, político y económico que recorrería en su camino de resoluciones. La inteligencia artificial consiste fundamentalmente en el uso de algoritmos (lógicas o mecanismos computacionales) para procesar información, en particular para descubrir patrones y generar modelos sin intervención humana. He ahí la tranca con la que se ha visto la Inteligencia Artificial. Tranca esta en la que queda expuesta la rivalidad que habrá de ocasionar su confrontación con la inteligencia humana y los tributos y cualidades que a esta le confiere la naturaleza.
Desde luego, son incalculables los riesgos potenciales que puede ocasionar el uso de la Inteligencia Artificial en medio de realidades exentas de ética y de la privacidad necesaria que tolere cualquier desafuero.
La Inteligencia Artificial promete en el contexto de las oportunidades desde la educación, de las ciencias aplicadas, de las tecnologías en prueba, inclusive, del desarrollo del ser humano.
Así que a decir de estudiosos de la materia, no hay duda de que el ciberespacio se convirtió en un efectivo encubridor de todo cuanto pudiera ponerse al servicio del bien común. O por lo contrario, a disposición de la maldad.
Y si en verdad no es posible asegurar lo que esta pregunta explayaría como respuesta, cabe plantearse la duda si la Inteligencia Artificial aportará el mayor beneficio al desarrollo de la sociedad en todas sus manifestaciones y necesidades.
A este respecto vale justificar cualquier debate que tienda a medir la posibilidad de tratar el desarrollo de la humanidad desde la proximidad que puede establecerse entre los vacíos donde se ancla la incertidumbre y los espacios a los cuales pretende asirse la Inteligencia Artificial. Por eso, a los efectos de esta disertación, se hizo necesario aludir a la relación incertidumbre e Inteligencia Artificial.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Los dilemas de la educación del siglo XXI