«En la gran mesa de juego que es la vida, el incómodo no es el tramposo que se limita a jugar de una determinada manera, pero participa, sino el que rompe la baraja». Johan Huizinga

Faltando pocos meses para finalizar la II Guerra Mundial, falleció el filósofo holandés Johan Huizinga, profesor de historia y rector de la Universidad de Leiden hasta 1942, año en que los nazis lo sacaron de su puesto y lo confinaron en un pueblito -Güeldres- donde lo tuvieron preso hasta su muerte.

En 1938, Huizinga escribió un libro llamado «Homo Ludens» donde analiza al juego como una parte esencial de la cultura humana. La tesis buscaba demostrar que todo lo que el ser humano entiende como «cultura» se desarrolla a partir de sus ganas de jugar.

Sólo hay cultura donde se juega y, así, el componente lúdico define gran parte de la evolución de la humanidad. Se hace menester aclarar que no es que se considere al juego como una posible expresión o fenómeno cultural, sino que lo considera como lo que la constituye, como el génesis de la cultura.

La consecuencia de esta relación tan estrecha entre la cultura y el jugar es que cuando no se respetan ni las formas ni las reglas del juego se degenera la cultura. De la misma forma, cuando no se respetan las reglas de juego de la política, se degenera la política. Sostenía el buen rector que las sociedades se arruinan cuando toda lucha tiene como punto de partida esta visión amigo/enemigo -en atención a la tesis de Carl Schmitt- pero también se arruina cuando nos olvidamos de jugar y competir.

De los juegos han surgido siempre expresiones para establecer cierta analogía con la política, siendo ésta uno de los campos donde más competición y rivalidad encontramos.

De nuestro deporte nacional podríamos extraer frases pintorescas, pero de fácil comprensión tales como: “Al régimen con la Primaria, lo agarraron fuera de base”; “esa cantidad de candidatos son bates quebrados”; “en cada intervención, María Corina la saca de jonrón”.

Pero la frase lúdica que más ha sido difundida recientemente y contempla una gran certeza, proviene del juego de dominó, y no amerita mayor explicación… “Mano segura no se tranca” expresaba Edmundo González Urrutia, disfrutando un momento de sano esparcimiento jugando una partida con sus amigos.

El régimen, como escandaloso jugador de Truco puede tener un as bajo la manga, pero recibiría una pesada tarjeta roja, pues el mundo entero ha sido espectador de la extraordinaria campaña llevada adelante por Edmundo.

 




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