La transición

Probablemente la transición esté cantada, pero el día D más uno no termina nada; más bien empieza una nueva fase –difícil y culebrera- en el regreso a la democracia y la recuperación de la República

La transición. Palabra mágica. Un amigo me decía hace poco que él le daba un 80% de probabilidades a la transición. Sucedería este año. Pronto. La flota imperial estacionada en el Caribe no está ahí para tomar el sol ni para hacer fotos, me dijo. Está donde está para frenar el tráfico de drogas. El que sale de Venezuela y enfila hacia el norte, vía islas de barlovento o América Central. Los barcos, aviones, helicópteros y marines tienen la orden de impedir que se siga generando el flujo de dinero ilegal que financia al chavismo. Y con toda esa fuerza dando vueltas de repente hasta pueden ocurrir extracciones selectivas, del tipo operación guacamaya, que precipiten los eventos que todos esperamos y se acelere el retorno a la democracia, remató.

Mi amigo es petrolero, y uno de sus temas prioritarios de pensamiento y conversación es el futuro de la industria del petróleo en Venezuela, una vez que la sargentada haya salido de escena. Él se imagina una industria en manos privadas, con un organismo estatal, pequeño pero fuerte e inteligente, encargado de licitar, supervisar, controlar y dar algunos lineamientos a los eventuales concesionarios, pero sin ninguna injerencia en la operación del negocio. “Y eso comenzará a suceder con la transición”, me dice. De nuevo, la palabra que representa la salida, la solución definitiva que estará por encima de las circunstancias.

Días más tarde asisto a un webinar organizado por VAPA y VeneAmerica, dos organizaciones de profesionales venezolanos residenciados en EEUU, sobre la situación actual de Citgo. Se plantea un asunto interesante, y es que quienes están trabajando activamente para recuperar Citgo y mantenerla como propiedad de Venezuela lo hacen porque confían en que habrá una transición y un nuevo gobierno. De otra manera no valdría el tiempo ni el esfuerzo, se argumenta, porque rescatar a la refinadora para regresársela a los que mandan y que vuelvan a empeñarla o a regalarla no tiene sentido. Viene la sección de preguntas, y surge una interrogante con piquete ¿Cuál PDVSA será la casa matriz de Citgo si esta regresa a sus dueños originales? Y más allá, ¿Qué empresa va a encargarse de revivir la producción y la refinación y las operaciones después de la transición? ¿La de hoy, quebrada y con casi 90 mil empleados? ¿Una nueva, sacada de un sombrero y saneada después de salir de los reposeros y los incompetentes? ¿Ninguna de las dos?

La respuesta del expositor es clara y al grano: el día primero de la transición habrá que echar mano de lo que haya para recuperar la producción petrolera, así como el servicio de luz y de agua y las comunicaciones. Y por ahora, esos servicios están en las manos de funcionarios del gobierno de turno. O sea, que no se puede llegar con un ejército de gente -que no existe, por cierto, o no está disponible- a desalojar a los que hoy operan en el Zulia o en el norte de Monagas y ocupar las instalaciones, sino que habrá que pasar por un período de transición hasta que se den las condiciones para ponerse en modo privatizador y pasar a licitar los campos de oriente y occidente, los bloques de la faja y las refinerías, entre otros tantos activos.

Dicho esto, soy de la opinión de que toda actividad empresarial y un montón de servicios públicos, con muy pocas excepciones, deben pasar al capital privado, tanto extranjero como venezolano, tan pronto como sea posible y por supuesto después de que el país haya regresado a la democracia y a las libertades. Pero el deseo de una economía libre, de mercado y competitiva, fuera de las manos oficiales, no puede negar el hecho de que las ganas y los empeños no cristalizan de un día para otro.

Las transiciones son así, graduales. Aunque haya la mejor de las intenciones y la buena voluntad –que no la hay- de los que salen, el quítate tú que me pongo yo tomará tiempo y mucho esfuerzo. Probablemente –usando las probabilidades de mi amigo petrolero- la transición esté cantada, pero el día D más uno no termina nada; más bien empieza una nueva fase –difícil y culebrera- en el regreso a la democracia y la recuperación de la República.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

La transición

Alberto Rial
Alberto Rial