Presión y desgaste

Mucha gente en las redes sociales comenzó a confundir una herramienta de presión y desgaste con la solución para mañana

Por Alberto Rial

El chavismo anda nervioso. Muy nervioso. Llaman a los millones de milicianos que supuestamente existen en alguna parte del territorio, aunque no voten por el gobierno. El ejército popular que solo se ve en videos oficiales desfilando y ensayando saludos patrióticos y arengas exaltadas, ahora sale alistándose para defender la revolución junto con gente que acude a los centros de firma sin intención de unirse al combate, pero sí de echar un discursito defendiendo la soberanía. Se anuncian operativos relámpago para combatir el tráfico de drogas y se trasladan batallones hacia los estados fronterizos de Zulia y Táchira, en una suerte de alianza binacional con Colombia dirigida a neutralizar las operaciones del narcotráfico en los límites de ambos países. Se desata una tremenda agitación en los centros del poder, con abundantes señalamientos al perverso poder imperial y cartas de reclamo dirigidas a la ONU, mientras sacan imágenes claramente ensayadas en las que se muestra a un grupo de uniformados “encontrando” una mochila de mafafa convenientemente arrojada a la playa por olas benignas.

El origen del soponcio revolucionario es claro y evidente: vienen barcos, aviones, submarinos y unos 4000 marines gringos a dar vueltas por el mar Caribe del sur, en un despliegue dirigido a frenar la circulación de drogas ilegales por la región y a tratar de darle un frenazo a los cientos de toneladas de cocaína que navegan por los mares tropicales y terminan –luego de hacer debida escala en uno o varios lugares de Centroamérica y alrededores- hacia alguna orilla o aeropuerto clandestino del Imperio del norte. Si bien es normal que los barcos y aviones militares made in USA se paseen el Caribe de sur a norte y de este a oeste, la cantidad y calidad de la flota actual es muy superior a lo acostumbrado. Además de que va acompañada de anuncios y advertencias sobre los carteles y amenazas veladas –y no tan veladas- del gobierno norteamericano contra varios personajes que están en la mira de la campaña antidrogas.  

Del otro lado del espectro, mucha gente en las redes sociales comenzó a confundir una herramienta de presión y desgaste con la solución para mañana, la invasión que sacará a la cúpula chavista de Miraflores la semana próxima o la extracción de los jefes del cartel de los Soles por medio de guacamayas alimentadas con IA. La recompensa inmediata y la solución rápida, que llaman los sicólogos sociales. Varios conocedores del tema han dicho claramente que la flota actual no es ni suficiente ni está dirigida a invadir el espacio territorial venezolano, y como referencia apuntan que la invasión de Panamá en 1989 se hizo con 27 mil soldados y una fuerza militar con la escala necesaria para ocupar el país por un cierto tiempo; un país, por cierto, con una superficie 12 veces menor que la de Venezuela. En este sentido, Donald Trump se ha jactado de terminar guerras, no de comenzarlas, y entrar a intervenir en suelo venezolano sería un giro muy agudo en lo que ha sido su línea hasta la fecha.

¿Y entonces, cuál es la gracia? La gracia es que la intervención caribeña es una extensión -con esteroides- de las sanciones ya aplicadas al chavismo. Solo que estas sanciones van dirigidas a la economía ilegal que mantiene en funciones al aparato oficial, estimada en 10 a 15 mil millones de dólares anuales, según indican Transparencia Internacional y otras fuentes. Con la flota marítima y aérea en su puesto se hará muy difícil la circulación de lanchas y aviones ilegales por el vecindario, sea que lleven  drogas, oro o migrantes, y esto significará, por una parte, una disminución en los ingresos y por la otra una crisis interna por la falta de recursos. Nada tan efectivo para poner a la gente a pelear que recortarle el sustento.

Al final, las acciones no parecen estar dirigidas a “extraer” a nadie ni a invadir. Sí se percibe como una estrategia de desgaste que tomará su tiempo en comenzar a funcionar, siempre que a la fuerza externa se le sume una presión interna decidida a recuperar la democracia y cumplir con el mandato popular del 28 de julio de 2024.   

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

Presión y desgaste

Alberto Rial
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