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La política, en la raíz del éxodo, por Alejandro Armas
El nuevo orden, sin escasez ni hiperinflación, sigue dejando a la mayoría en precariedad extrema. No es incentivo suficiente para frenar la emigración masiva. La política está en la raíz del problema

 

@AAAD25

Hace un par de semanas esta columna resaltó que, en el mar de inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos, por primera vez los venezolanos tienen protagonismo. Pero, por desgracia, no por su pobreza extrema ni por el problema político y socioeconómico en casa que los hizo emigrar en primer lugar. Más bien, estos compatriotas, tan pronto como pusieron pie en suelo estadounidense, quedaron atrapados en el torbellino de la polarización entre los dos grandes partidos de aquel país. Un ciclón en el cual la migración es una de las corrientes más fuertes y caóticas. Es el trato como nuevo factor en la política interna norteamericana lo que los ha puesto en las noticias.

La falta de interés del público estadounidense, y de las elites políticas que lo representan, por estos inmigrantes en sí mismos es tal, que la semana pasada les cayó el balde de agua fría a los que aspiran a hacer la travesía hacia el norte. Se acabó el ingreso ilimitado. Venezolano que entre sin documentos, venezolano que será deportado, sin que pueda pedir asilo, el instrumento legal que permitió a sus predecesores permanecer allá así sea provisionalmente. Ahora solo 24 000 venezolanos podrán asilarse, si cumplen con ciertos requisitos, incluyendo el ingreso por un punto legal de entrada (entiéndase, aeropuerto) y tener un familiar ya residenciado en Estados Unidos que se comprometa a cubrir el costo de su nueva vida en el norte.

De más está decir que la medida supone una discriminación tácita de los venezolanos más pobres y desvalidos (en realidad, casi siempre es así; el disgusto con la pobreza es la principal causa de las restricciones migratorias, pero eso no es lo que quiero discutir hoy). De más también está decir que 24 000 es una cifra ínfima comparada con el caudal de venezolanos que desean radicarse en EE. UU., y que son precisamente aquellos más pobres y desvalidos los que tendrán mayores incentivos para intentar saltarse la novel limitante.

Así que sobran las razones para dudar sobre la efectividad que tendrá esta medida como garante de la ley y el orden en la frontera con México. Y hablando de la nación del jarabe tapatío y las enchiladas, lo que ahora aplica a los venezolanos parece ser una reedición de la política “Stay in Mexico” cuadrada por el DC y el DF para centroamericanos… Que no funcionó.

Si lo vemos desde una perspectiva únicamente estadounidense, tal vez la medida no debería sorprendernos. Hay una crisis migratoria en la frontera sur de Estados Unidos, que el gobierno de Joe Biden ha manejado de mala manera. En solo tres semanas habrá una elección en la que los republicanos, mucho más hostiles a la inmigración y empeñados en valerse del problema actual para repudiar a Biden, pudieran tomar el control del Congreso y parar en seco la agenda del presidente. De ahí que la Casa Blanca, urgida de transmitir a un público inquieto por lo que percibe como un flujo excesivo de inmigrantes, intente dar a entender que toma cartas en el asunto, aunque ello implique acciones que los venezolanos consideremos crueles. Tenemos razones para pensar así.

Se trata de personas que huyen de un país asolado por el hambre y el autoritarismo.

Por otro lado, es cierto que Estados Unidos tiene derecho a controlar sus fronteras como le plazca, en atención a su soberanía, y no tiene obligación alguna de acoger a un número indeterminado de personas que no son sus ciudadanos, sin reparar en sus propias capacidades de absorción. “Cada país vela solo por sus intereses”, es la consigna. Pero incluso desde este punto de vista, se puede ser crítico.

Ok, olvidemos las proclamas deontológicas. Pongámonos en modo 100 % utilitario, el marco filosófico de la realpolitik más maquiavélica. En un mundo globalizado, con mayor facilidad que nunca para las comunicaciones y las travesías largas, ningún Estado puede darse el lujo del solipsismo y de ignorar los problemas de los otros pueblos. Si lo intenta, esos problemas eventualmente le van a tocar la puerta, sin importar si contraviene o no los intereses propios. Tal como los venezolanos empobrecidos ahora les tocan sus puertas a los demás países americanos, por más restrictivos que vuelvan sus políticas migratorias.

Una crisis de refugiados no es de interés para nadie. Ahí están Colombia, Perú, Chile y hasta Estados Unidos, haciendo malabares con la llegada de nuestros paisanos. A sus respectivas elites políticas les conviene recordar cómo se hicieron por años los desentendidos mientras Hugo Chávez y compañía desmantelaban las instituciones democráticas de Venezuela, negando así a los venezolanos la posibilidad de deshacerse sin traumas de un pésimo gobierno (en honor a la verdad, Bogotá y Washington emitieron algunas críticas en su momento, pero no más).

Mientras Venezuela tenga este gobierno, la probabilidad de una vida materialmente digna es bastante pequeña. Ya vimos que, incluso después de que el chavismo desistiera de los aspectos más destructivos de su política económica, el chorro migratorio sigue. El nuevo orden, sin escasez ni hiperinflación, sigue dejando a la inmensa mayoría de la población en precariedad extrema. No es incentivo suficiente para frenar la emigración masiva. La política está en la raíz del problema.

Si los países americanos no quieren seguir viendo a venezolanos desesperados tratando de colarse por sus fronteras, pues lo mejor que pueden hacer es redoblar esfuerzos para presionar por un cambio político en Venezuela. No me refiero a la tontería de los marines. Si alguien a estas alturas sigue creyendo que eso se va a dar, bien desubicado que es. Me refiero a perfeccionar los mecanismos de presión indirecta para que el gobierno acepte finalmente negociar con la oposición una transición democrática. Solo entonces, las masas verán luz al final del túnel y, poco a poco, se olvidarán de buscar oportunidades en otras latitudes. Todos, menos el autoritarismo, ganan.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es