Con esa exclamación se inicia el cuento de Esopo, que a través de los siglos ha resonado, sin cambiar de significado, una amenaza cuyo protagonista se convierte en víctima del abuso de su propia mentira, toda vez que ha relajado la credibilidad de sus compañeros pastores. El cuento se reinicia cuando, el más prominente oficiante del Destructivismo del Siglo XXI, enseña los colmillos para intimidar al país con un baño sanguíneo unas veces, otras con una guerra civil. Felizmente el pastor burlón ha resultado ser un amagador fallido, asimilado más a la mentira que a la enseñanza que pretendía el histórico autor. No es nuestro interés que se produzca el desenlace milenario urdido por Esopo, empeñado en educarnos a punta de cuentos fabulados y convincentes moralejas.
Aquí se trata de un intento manipulador de asustar al país que ha tomado la decisión de cambiar su destino, la nación que se volvió inmune al COVID de la mentira después de vivirla en carne propia durante un cuarto de siglo.
La sociedad que fue usada para experimentar teorías económicas, sacadas de la bolsa negra de la historia, la sociedad que fue dividida a conciencia, para separar hermanos e indisponer padres contra hijos o viceversa, se ensaya asustar a la nación que fragmentó su corazón para preservar la subsistencia familiar y hoy late en países lejanos a veces hostiles. Se cree que se puede aterrorizar con el anuncio de una guerra sangrienta a venezolanos que perdieron su casa, su empresa, su ahorro de décadas, arriesgaron también su amor, su sol y su mar para temblar de nieve en lejanas latitudes.
Se intenta hacerle creer a los más humildes que no recibirán el CLAP de los gorgojos y las sardinas vencidas; y a los educadores el aumento que “ya viene” porque las sanciones no han permitido cumplirles. A los estudiantes que se les derrumbó la escuela, y su educadora huyó porque los 17$ mensuales no alcanzan para una vida digna junto a la familia.
Amenazar a un país que apagó la radio y el televisor, porque ya no se puede oír opiniones distintas a las del gobierno, y sus medios impresos fueron privados de la tinta y el papel de la libertad.
Es a ese país curtido en sufrimientos y ahogos de sus maneras democráticas a quien se pretende intimidar con el cuento de “Ahí viene el lobo”.
Esta vez es verdad: El lobo viene, pero ahora el lobo es el pueblo unido y soberano… Y viene bravo, el Bravo pueblo.
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