Para los que nacimos en la década de los sesenta y setenta del siglo pasado, versos como “Ese hombre sí camina…” o “¿Con quién estás tú compañero?…”, o “Pueblo, pongamos al país en marcha, es tiempo de confiar en él”, o sencillamente aquella armónica blanca de cuatro tubitos que hacía un fa#, re, si, la, reforzaban un compromiso político hacia alguna tendencia política.

Pero es que de eso se trata. La música puede ser un elemento persuasivo más allá de la letra que ella contenga. Publicidades o jingles, extractos de canciones, o algún silbido de un magnífico animador han marcado toda una época. ¿Éxito o fracaso? Depende. Si esa melodía evoca el producto o servicio, funcionó.

Si una persona cincuentona escucha el verso “sueña suavemente, un poquito más” y no le recuerda a nada, no sirvió. Hermosa canción interpretada por Delia, pero sencillamente no sirvió. Mas, a veces, ni siquiera hace falta agregar notas musicales… Con tan solo escuchar, en la delicada voz de Fina Hidalgo, el “puede pasar con confianza… soy yo…”, ya sabemos de qué producto estamos hablando. Esa antropomorfización de un inodoro ya forma parte del insconsciente colectivo venezolano, sin importad la edad, con tan solo esas palabras que ya cumplen décadas de haber sido grabadas.

En muchos lugares del mundo -y Venezuela no es la excepción- la música ha sido una herramienta poderosa de resistencia y protesta social. Desde las luchas independentistas (“el cielo encapotado, anuncia tempestad”) hasta los movimientos contemporáneos (“Madre mía, si el Gobierno, no ayuda al pueblo zuliano…”), los músicos han utilizado sus voces y melodías para expresar descontento y motivar a la acción. Durante la guerra de independencia, canciones patrióticas narraban las hazañas de los libertadores, inspirando a la población a unirse en la lucha contra el dominio español. De allí, se dice, nace nuestro Himno Nacional.

Tal como hice alusión en el párrafo anterior, en la década de 1960, la gaita zuliana se convirtió en un vehículo importante para la crítica social y política. De ser simplemente una música folclórica regional, evolucionó para abordar temas de injusticia y desigualdad. Grupos como Gran Coquivacoa y Cardenales del Éxito popularizaron canciones que reflejaban las preocupaciones del pueblo, desde la corrupción gubernamental hasta la pobreza y la falta de servicios básicos.

El estallido social conocido como el Caracazo en 1989 marcó un punto de inflexión en la historia contemporánea de Venezuela. Las canciones que surgieron durante y después de este período capturaron el dolor y la indignación de la gente que caminaba por estas calles… Artistas de diversos géneros, incluyendo el rock y el rap, comenzaron a incluir mensajes de protesta en sus letras, utilizando la música como una forma de documentar y resistir la represión que siguió a las protestas.

A principios del siglo XXI, el hip-hop emergió como un género prominente en la música de protesta venezolana. Grupos y artistas como Tres Dueños y Guerrilla Seca han utilizado sus plataformas para abordar problemas como la violencia, la desigualdad y la represión. Sus letras, cargadas de crítica social, han resonado especialmente entre los jóvenes, convirtiendo al hip-hop en una voz crucial en el paisaje político del país. Sin embargo, desde hace exactamente un cuarto de siglo, la música de protesta venezolana, lucha contra tres enemigos: el interno: oposición, el externo: imperialismo y el anterior: la cuarta… Se trata de una protesta extraña, prefabricada y sospechosamente subvencionada en un pensamiento trasnochado. ¿Cuenta? ¿Vale? No lo sé.

Distinto caso el de Alí Primera, por ejemplo, quien desempeñó un papel fundamental en la música de protesta. Alí Primera -con todo respeto, no comparto mucho de su contenido- es conocido como «El Cantor del Pueblo» por sus canciones que abordan temas de injusticia social, lucha de clases y derechos humanos, dentro de un status quo que aupaba en su momento lo contrario. Ojalá el texto que denunciaba Primera, ya formara parte del pasado pero, como dijo mi hermano Miguel Ángel: El día que las canciones de Alí Primera pierdan vigencia, ese día, triunfaría la “revolución”.

En los últimos años, durante oleadas de protestas contra el régimen actual, y sus derivantes diásporas, la música ha vuelto a ser un canal de expresión y solidaridad. Juan Medici, se ha convertido en un nuevo cantor del pueblo. Igual pasa con canciones como “Regresa Pronto” compuesta por Lucia Montanari, o «Me Fui» de Reymar Perdomo, han sido himnos para aquellos que buscan o anhelan un cambio. Estas canciones, a menudo compartidas en redes sociales -es la única manera de divulgarlas-, han ayudado a mantener la moral alta y a unir a la gente en tiempos de crisis.

Por otra parte, algunos conciertos benéficos y festivales de música también han jugado un papel importante en los movimientos sociales en nuestro país. Eventos como «Venezuela Aid Live» en 2019 no solo buscaron recaudar fondos y conciencia sobre la crisis humanitaria en el país, sino que también reunieron a artistas internacionales y locales para enviar un mensaje de unidad y apoyo al pueblo venezolano. Por cierto, es discutible el rol que jugó este evento en particular, evaluando sus resultados en el tiempo.

Concluyo que la música y sus letras, en este caso en Venezuela, sirve como un medio para preservar la memoria colectiva de los movimientos sociales y políticos, para expresar un descontento, motivar una esperanza o simplemente denunciar. Las verdaderas canciones de protesta no solo documentan eventos históricos, sino que también mantienen vivas las luchas y aspiraciones, incluso las de generaciones anteriores. A través de la música, los venezolanos continúan encontrando fuerza y motivación para enfrentar los desafíos presentes y futuros, manteniendo viva la esperanza de un cambio positivo, sustentable y definitivo, hasta el final.

Para recordar antiguas campañas presidenciales, o bien para que nuestras nuevas generaciones conozcan lo que es un cambio de gobierno, recomiendo este link:
https://www.youtube.com/watch?v=9TAOXl7r-Ro&t=406s

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