En Carabobo, el Día de las Playas expone más que arena limpia: revela un ciclo interminable de desechos que regresan con cada marea. La basura, desbordada y presente en gran parte de la costa, refleja la inacción del gobierno y la inconsistencia de la gestión ambiental. Casi 50 % de los desechos son plásticos, según Fudena.
Valencia. Entre botellas, tapas y fragmentos de plástico, la arena carabobeña revela una verdad incómoda: la basura no surge por azar, sino por acción humana. A las puertas del Día Mundial de las Playas, que este año se celebra este sábado, 20 de septiembre, las jornadas de recolección intentan contrarrestar un problema que no se borra con una limpieza y que desafía las metas de conservación ambiental y desarrollo sostenible.
Carabobo cuenta con 4006 kilómetros de costa donde, de manera recurrente, los desechos aparecen. Aunque esta fecha busca generar conciencia sobre la importancia de mantener las playas limpias, también evidencia que la sociedad sigue sin comprender la magnitud del problema de la contaminación.
Ese contraste se nota aún más cuando, entre la brisa salada y el canto de las gaviotas, sobresalen pañales, tapas plásticas y envoltorios de golosinas —objetos que, por su composición, tardan años en degradarse—. La postal de arena blanca se rompe con los restos de un consumo que nunca termina.
En 2024, Crónica Uno viajó con la Fundación para la Defensa de la Naturaleza (Fudena) a un operativo de limpieza en playa La Cumboteña.
Lo primero que encontró la corresponsalía fue una acumulación de desechos en un balneario no habilitado para bañistas, lo que demuestra que el problema se acentúa en playas menos concurridas, es decir, aquellas que no cuentan con vigilancia, servicios de limpieza o infraestructura turística.

Reservorio de basura
La coordinadora regional de Fudena en Carabobo, Julia Álvarez Barco, volverá a guiar a Crónica Uno en una jornada de recolección este año. Para la bióloga, la atención debe centrarse también en la basura submarina, quellos residuos que se hunden y afectan directamente a la fauna y flora marina.
Hace dos semanas, más de 10 capitanes de playa se reunieron en la fundación Reusamás para recibir instrucciones y conocer la metodología de trabajo. Lo más relevante: aprender cómo sistematizar en papel toda la información recolectada.
Este registro es crucial, pues permite a Fudena medir la cantidad de desechos presentes en las costas.
Para la jornada de 2024, la organización contó en todo el país con 8165 voluntarios que recolectaron 535.877 objetos, equivalentes a 24.725,3 kilogramos. Casi 90 % provino de recolecciones terrestres; el resto, de labores submarinas.
En 2023 la cifra fue menor: 387.226 artículos con un peso de 20.273 kilogramos. Aunque significativos, estos números reflejan la enorme cantidad de basura que llega a las costas. Peor aún, según Barco, apenas una semana después de las limpiezas las playas vuelven a ensuciarse.
Contaminación a domicilio
Ese ciclo repetitivo, limpieza tras limpieza, marca el ritmo de las costas carabobeñas: manos voluntarias que despejan la arena y, a los pocos días, nuevas olas de plástico que regresan con la marea. Un reflejo de la falta de conciencia ciudadana sobre la correcta disposición de residuos.
Con más de 20 años en la fundación, la bióloga explica que los desechos más comunes en playas carabobeñas son fragmentos de plástico o foam (15,93 %) —material sintético muy ligero que se usa en envases y empaques—, seguidos de botellas plásticas de bebidas (15,26 %) y tapas plásticas (14 %).
Su alta presencia tiene un motivo claro: el auge del delivery —el aumento de entregas de comida a domicilio que genera envases plásticos de un solo uso—.
“Cada vez hay más personas pidiendo comida a domicilio o a donde sea que se encuentren y esto hace que la gente deje sus desperdicios por doquier. La gente usa más plástico y lo vemos incluso hasta en restaurantes a la orilla del mar”.

Bajo el mar
Además de bióloga, Julia Álvarez es inspectora de buceo y detalla que las limpiezas submarinas requieren una logística distinta. “Somos animales terrestres que respiramos aire y bajo el agua somos dependientes de un equipo de buceo”.
Aunque algunos lo intentan a pulmón, se trata de un esfuerzo titánico que suele limitarse a muelles turísticos.
“La limpieza submarina con equipo Scuba te da la autonomía bajo el agua y también te da un tiempo limitado. En la medida que bajas se hace mas accesible por el tema de la presión hidrostática. Todo eso se tiene que tomar en cuenta: que tan bajo y cuánto tiempo, incluso la subida por las paradas de seguridad para liberar el nitrógeno. Esto es algo delicado”.
El trabajo no puede hacerse en solitario: se necesita apoyo. “Si te quedas sin aire tu compañero te dará. Por eso tienen que ser personas certificadas”.
Aclara que un principiante no puede pretender tener su bautizo de buzo en una limpieza submarina. “A lo mucho snorkeling —nado en superficie con máscara y tubo— y también tiene su técnica, pero puedes ser ayudante arriba en el bote, lo que es el buzo seco”.
Mientras en tierra los desechos se depositan en bolsas suministradas, normalmente por la cadena de ferreterías EPA, bajo el agua se requieren sacos de papas o de alimentos. “Filtran bien el agua y queda la basura”.

Basura que se hunde
En el fondo marino, Julia Barco suele hallar latas, líneas de pesca, pañales, toallas sanitarias, lentes de sol, bisutería, botellas de distintos materiales, envoltorios de golosinas y tapas.
Aunque la mayoría de estos objetos flotan al inicio, en pocos días los ecosistemas marinos comienzan a adherirse a ellos, hasta hacerlos hundir. Luego los sedimentos los cubren y generan una textura viscosa.
“Llega un punto en que hay tantas cosas pegadas a ciertos objetos que se terminan dejando ahí porque ya alberga vida nueva —como pequeños organismos que se adhieren y crean microhábitats—”.
Algunos, como los cauchos, quedan sepultados en el lecho marino y para extraerlos se necesitan boyas de reflotación. “Son sacos especiales de color naranja que los llenas de aire y estos suben con la misma fuerza del aire”.
La bióloga incluso ha sido contactada por el gobierno durante derrames petroleros para definir estrategias de recolección.
“Yo ayudaría a los marinos a colocar las boyas oleofílicas —dispositivos que absorben hidrocarburos— que forman unas piscinas de hidrocarburo y el barco va succionado. Nosotros no teníamos el aspirador pero lo que queríamos era usar esa boyas para tapar las bocas de entrada a Morrocoy para que no entrara mas hidrocarburo o colocarlas en el borde del manglar”.

Por protagonismo
Como bióloga debía evaluar si los arrecifes eran adecuados para hacer los amarres, considerando las distancias entre cayos.
En su esfuerzo por promover un cambio, reconoce que el gobierno ha hecho ciertos avances. “Tenemos las mejores leyes ambientales”. Julia evita ser demasiado crítica y señala que lo esencial es integrar a los expertos en los procesos adecuados. “Al gobierno hay que saberle llegar”.
Lo afirma porque, según su experiencia, existen muchas personas dispuestas a colaborar con el Estado, pero surgen fricciones.
“(Las relaciones entre) las ONG y el Gobierno no están en su mejor momento. A veces pasa que estamos en una playa y las instituciones están y hay roces. Nosotros no nos detenemos en discusiones, nos movemos unos metros y seguimos. La playa es bien grande como para pelear por protagonismo”.
Cada bolsa llena de basura recogida en las playas carabobeñas es también una señal de lo que no debería estar ahí. Mientras los residuos contaminen la arena y el mar, las limpiezas serán apenas una pausa en un ciclo que habla más de una cultura de consumo desmedido que un compromiso real de la sociedad con el cuidado de los ecosistemas.
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