La familia del Andrys Cedeño Gil está segura de que el joven, de 23 años, es uno de los venezolanos deportados desde Estados Unidos a una cárcel de máxima seguridad en El Salvador. Su madre da fe de que el chico es migrante desde los 17 años de edad y repartidor, no miembro de una banda criminal.
Caracas. Daryani Gil no puede articular palabras. Solo llora, lamenta y dice “Dios mío” sin cesar, para expresar lo que más le preocupa de que a su hijo de 23 años de edad, Andrys Cedeño Gil, lo hayan trasladado desde Estados Unidos hasta el Centro de Reclusión para Terroristas (Cecot), una prisión de máxima seguridad en El Salvador creada por el gobierno de Nayib Bukele.
Ser un migrante desde sus 17 años, vivir en Chile y luego irse a Estados Unidos sin ningún antecedente penal, trabajar como repartidor, vivir con su familia y tener la tramitación de un asilo en proceso no fueron argumentos suficientes para impedir que las autoridades norteamericanas detuvieran a Andrys y lo acusaran de ser parte de la organización criminal Tren de Aragua.
Daryani está segura de que su hijo se encuentra entre los 237 venezolanos enviados a El Salvador. Él formaba parte de un grupo que deportarían a Venezuela y cuyo vuelo cancelaron por mal clima, horas antes de conocerse de que el país centroamericano recibió a los migrantes.

“Mi hijo no es ningún delincuente y menos pertenece a ninguna banda delictiva. Él tiene un tatuaje de un lobo en el brazo y el nombre de su abuela fallecida. Eso no lo hace delincuente”, dijo a Crónica Uno.
No llamó más
La madre de Andry contó que al venezolano lo detuvieron el 10 de noviembre, en Texas, durante una redada policial.
A pesar de que insistió en que no tenía ninguna vinculación con el Tren de Aragua, el 20 de febrero presentaron a Andry ante una corte estadounidense que lo acusó de formar parte de ese grupo delictivo nacido en Venezuela y diseminado por varios países de la región.

La justicia de EE. UU. ordenó su deportación y él esperaba traslado a Caracas, en un vuelo previsto para el viernes, 14 de marzo.
Su familia pudo saber de los hechos tras la detención, porque Andrys llamaba todos los días sin falta a su madre y a su novia, a quienes les contó que se sentía mal y tenía asma, días antes de que perdieran contacto.
Andrys contó a su madre que ese viernes lo subieron a él y a todo el grupo de venezolanos detenidos a un bus para llevarlos al aeropuerto, pero que regresaron a la prisión por las condiciones climáticas.

“El sábado no hubo noticias y tampoco me llamó. El domingo vi las redes alborotadas con eso de que había llegado a El Salvador un avión con 237 migrantes. Traté de buscar información de Andrys con personas que están en EE. UU., pero nadie sabía nada. Él no se comunicó más con nosotros”.
dijo su madre.
Desde entonces, la familia busca rastros de Andrys en cada video, en cada fotografía colgada en redes por las autoridades y los medios de comunicación. Hasta ahora nadie les ha informado oficialmente algo que aseguran saber: el joven está en El Salvador.
“He visto videos de los presos que se llevaron, salen videos nuevos, pero no lo he visto. Hay uno que se me parece. Pero estoy segura de que está entre esos porque no pudo comunicarse más. Él me llamaba todos los días y no me ha vuelto a llamar más”, dijo su madre.
¿Quién es Andrys?
Andrys salió de su casa en La Guaira en 2019, junto con su madre y su hermano, cuando tenía 17 años de edad. Acababa de graduarse de bachiller. El primer destino de la familia fue Chile, donde se establecieron y se dedicaron a trabajar.

En 2022 tomó la decisión de irse a Estados Unidos y usó la selva del Darién como vía para lograrlo. En EE. UU. le otorgaron un permiso temporal para estar en el país (TPS) y luego inició los trámites para un asilo.
Tanto su madre, como su pareja, lo describen como un joven trabajador, alegre y familiar. Aseguran que no estuvo vinculado con hechos delictivos.
“Aquí (en Chile) trabajó de delivery conmigo y en EE. UU. se dedicó a lo mismo. Es muy alegre, es muy chistoso. Estaba tranquilo allá, vivía con su novia, pensaban montar algo para ventas de cosméticos. Se estaba esforzando por surgir”, contó su madre.
La novia de Andrys, también venezolana en EE. UU., contó a Crónica Uno que su pareja trabajaba de Uber y repatía comida. Además se dedicaba a la subasta de algunos productos.
Relató que cuando pudo visitarlo en la cárcel de Texas le manifestó su preocupación por el asma que padece, ya que los custodios “solo le daban un caramelo de menta” con el pretexto de que se trataba de una reacción al clima.

“Es insólito que a un niño que salió de su país cuando tenía 17 años lo involucren en esa banda”, reflexionó la joven, quien prefirió no dar su nombre para evitar ser perseguida en EE. UU.
“El juego del calamar”
La novia de Andrys contó que desde que iniciaron las redadas para detener a migrantes ellos y sus amigos sintieron que estaban en “el juego del calamar”, una serie en la cual condenan a muerte a los perdedores de distintos juegos.
Desde el pasado domingo, 16 de marzo, el presidente de EE. UU., Donald Trump, intensificó las políticas de deportación de inmigrantes venezolanos presuntamente involucrados con el Tren de Aragua, bajo la Ley de Enemigos Extranjeros.
Las expulsiones se llevaron a cabo sin un proceso legal, a pesar de que un juez federal bloqueó temporalmente la facultad del gobierno de Trump, de aplicar la ley empleada durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero la persecución contra migrantes inició meses atrás, desde el mismo momento en el que Trump asumió el poder y puso en marcha su política en contra de la migración ilegal.
La administración de Nicolás Maduro prometió que todos los esfuerzos de Venezuela se enfocarán en “rescatar a quienes han sido secuestrados”.
Venezuela enfatizó que los migrantes venezolanos “no son terroristas ni delincuentes”.
Desde el ala opositora han pedido a EE. UU. y a los gobiernos del mundo diferenciar entre los venezolanos que emigran por la crisis humanitaria que aflige al país y “la minoría de venezolanos migrantes que presuntamente han podido cometer delitos”.
Entretanto, el secretario de Estado de Trump, Marco Rubio, insistió en que Caracas tiene la obligación de aceptar a sus repatriados, pues no es «un tema de debate ni de negociación». Además amenazó con «nuevas sanciones duras y crecientes» para Venezuela si no cumple con este requerimiento.
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