La frontera colombo-venezolana intenta sobrevivir entre la parálisis comercial y la incertidumbre cambiaria. Los esfuerzos binacionales no han dado frutos. En Táchira, comerciantes resisten el cierre de negocios mientras las exportaciones caen y el intercambio y la balanza comercial sigue estancada, con un 90 % a favor de Colombia.
San Cristóbal. El ritmo de la frontera colombo-venezolana ya no es el de antes, pero aún late entre las calles de los municipios Bolívar y Pedro María Ureña, donde los comerciantes se resisten a bajar del todo las santamarías.
En esta zona del estado Táchira, que durante años fue el principal punto de intercambio entre ambos países, la actividad económica avanza con dificultad, sostenida más por el ingenio de sus habitantes que por el impulso del comercio formal.
El cierre recurrente de los puentes internacionales durante los últimos 15 años provocó el declive económico en el eje fronterizo, que llegó a ser el más activa de América Latina.
Bajo una puerta metálica a medio levantar, Javier Escalante, dueño de una pequeña tienda, resume la parálisis comercial: “El comercio está como lo ves”, dice con serenidad a Crónica Uno al ser consultado.
Con esa frase describió la manera en que la economía local depende del vaivén del dólar o del peso colombiano. Su dilema es el de muchos: cerrar para irse o quedarse para persistir.

Escalente insistió en que, pese a los esfuerzos binacionales por lograr avances comerciales entre Táchira y el departamento colombiano de Norte de Santander, estos han sido infructuosos, pues no se vislumbran soluciones ni a corto ni a largo plazo.
Incertidumbre al alza
La condición fronteriza de Táchira ha impulsado el uso de tres monedas: el bolívar, el dólar y el peso colombiano. Esta realidad cambiaria incrementa los costos de los productos, los cuales fluctúan dependiendo de la divisa en la que se realice la transacción.
“Una persona puede tener bolívares en la cuenta, pero llega a una tienda y el precio se lo dan en pesos o dólares. Si vas a pagar en la moneda nacional se paga a paralelo, porque nadie recibe la tasa del Banco Central de Venezuela”.
La “tasa paralela” es el tipo de cambio no oficial, determinado por la oferta y la demanda en el mercado informa. Su cotización suele estar muy por encima del valor establecido por el gobierno.
Los números acompañan la sensación de vacío que se respira en las calles, una especie de silencio económico que se nota en los mostradores vacíos. De acuerdo con cifras de la Cámara de Integración Económica Venezolano-Colombiana (CAVECOL), entre enero y julio de 2025 las exportaciones venezolanas hacia el país vecino registraron una reducción de 21,9 %, ubicándose en 64.000.000 de dólares.
En ese período, los principales productos exportados fueron acero, fundición de hierro, abonos, aluminio, combustibles, aceites y manufacturas, entre otros.
Para los comerciantes, esas cifras no son solo estadísticas: significan menos mercancía en los anaqueles, menos empleos y más incertidumbre en las familias que dependen del intercambio diario que alguna vez sostuvo a toda la región.

Esfuerzo insuficiente
El comerciante Juan Carlos Urbina afirmó que los víveres de origen colombiano son los de mayor venta, debido al elevado costo de las marcas nacionales. Muchos de estos productos —desde alimentos básicos hasta artículos de limpieza— cruzan la frontera de manera informal, impulsados por la diferencia de precios y la escasez en el lado venezolano.
El panorama comercial no podría ser más dispar. Al tiempo que los comercios de Cúcuta se alistan para la demanda navideña, en Táchira no solo se ha detenido la apertura de nuevos negocios, sino que muchos han tenido que cerrar ante la falta de rentabilidad.
Cúcuta, del lado colombiano, mantiene una dinámica comercial más estable gracias al flujo de bolívares, pesos y dólares que llegan de los migrantes venezolanos y los compradores de frontera.
“Se cruza el puente y se siente la Navidad. Aquí lo único que se alumbró fue la sede del Seniat, de resto todo está apagado”, expresó.
El Seniat —el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria— es la institución encargada de la recaudación fiscal en Venezuela. En la capital de Táchira su edificio suele ser el único con luz constante en la zona.
Desbalance comercial
Para Urbina, lo único que resulta rentable en la actualidad son las rifas y algunos comercios dedicados a la venta de motocicletas, que se multiplican por doquier.
El uso de motos ha aumentado debido al ahorro de combustible, pues mientras un vehículo requiere más de 20 dólares para llenar el tanque, en una moto el gasto es de apenas 5 dólares.

El analista en temas internacionales William Gómez indicó que la balanza comercial entre ambos países está inclinada en un 90 % a favor de Colombia, lo que genera frustración del lado venezolano. Esto significa que por cada dólar que Venezuela exporta, Colombia vende nueve, lo que refleja una asimetría comercial que se ha profundizado con los años.
Según Gómez, el país no exporta productos industrializados, sino materias primas como hierro, aluminio y aceites.
“El producto nacional no es competitivo en precio con los de origen colombiano”,
adujo.
La falta de apoyo del sector bancario y la inflación impiden que las industrias venezolanas actualicen su tecnología. Esto limita la capacidad de competir en términos de precio y calidad. El crédito bancario, casi inexistente en Venezuela, hace que cualquier intento de modernización industrial sea inviable, dejando al país en desventaja frente a su vecino.
Cúcuta versus San Antonio y Ureña
Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, Colombia, es una ciudad con más de 750.000 habitantes que abrió sus puertas a los venezolanos que llegaron en busca de mejores oportunidades de vida.
Allí, los migrantes encuentran acceso a servicios públicos, empleo informal y una moneda estable, elementos que contrastan con la precariedad del lado venezolano.
Muchos se establecieron para recibir atención médica, otros para realizar compras y otros más para trabajar, ya sea en el comercio formal o informal.
Datos recientes del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) confirmaron que las importaciones de productos colombianos registraron un incremento del 14 % entre enero y julio de 2025, en comparación con el mismo período de 2024, hasta alcanzar un valor total de 600.500.000 de dólares.
El DANE es el organismo oficial de estadísticas de Colombia, encargado de medir la actividad económica, el comercio y la población.
Más que acuerdos
Los productos líderes en importaciones son las materias plásticas y los artículos de confitería. Ambos presentan un mayor grado de elaboración y, por ende, un valor agregado superior al de los bienes que integran la cesta exportadora venezolana.
Ante este escenario, el analista aconseja fomentar el diálogo y aplicar estrategias que faciliten a las empresas venezolanas entender la demanda colombiana. La meta final es posicionar una oferta exportadora diversificada y competitiva.

Mientras, comerciantes como Javier Escalante y Juan Carlos Urbina encarnan una resistencia silenciosa de quienes aún abren sus tiendas cada día, en una apuesta por una normalidad que no termina de llegar.
Más allá de las cifras, el futuro de esta frontera dependerá de algo más que acuerdos diplomáticos o promesas comerciales.
Requiere reconstruir la confianza entre ambos países y, sobre todo, entre quienes habitan esta franja que alguna vez fue símbolo de dinamismo y hoy intenta recuperar su lugar como punto de encuentro y no de separación.
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