Este mes se cumplen 249 años desde que la bajada de los palmeros se instauró como tradición para iniciar la Semana Santa. Desde entonces Los Delgado mantienen vivo el legado de los primeros habitantes del municipio que, enamorados del Waraira Repano consolidaron las bases de una costumbre arraigada hasta el presente como patrimonio cultural.
Caracas. Prepararse para subir la montaña cuando aún no sale el sol. Reunirse con sus compañeros y aguardar todos juntos para emprender la travesía de casi siete kilómetros. Son tres horas de recorrido a pie y a veces más, pero el esfuerzo siempre vale la pena para preservar la tradición.
Así transcurre un día en la vida de los Delgado, integrantes de la quinta generación de palmeros de Chacao que año a año cumplen la promesa de subir a buscar las palmas benditas al Waraira Repano.
El origen de los palmeros de Chacao data del año 1776 cuando la ciudad fue asolada por una epidemia de fiebre amarilla, que diezmó parte de la población. Para entonces el primer párroco de esa jurisdicción, el sacerdote José Antonio Mohedano, elevó una plegaria a Dios para pedir el cese de la enfermedad.
Cuando su petición se cumplió, envió peones a bajar la palma real de la montaña El Ávila en señal de tributo y para evocar la entrada de Jesucristo en Jerusalén, el Domingo de Ramos.

Desde entonces la bajada de la palma real se instauró como tradición para dar inicio a la Semana Santa desde hace 249 años. Parte del acervo cultural e histórico de la tradición vive en cinco generaciones de la familia Delgado, descendientes de los primeros jornaleros que habitaron la hacienda cafetalera El Blandín, actual Country Club.
Abuelos, hijos, nietos y bisnietos hacen parte de la cofradía, promueven actividades culturales y religiosas todo el año y hablan con fervor sobre la montaña y la majestuosidad de sus paisajes.
Donde todo comenzó
El callejón de los Palmeros con sus casas pintorescas y sencillas está ubicado en la comunidad de El Pedregal, en un barrio de Chacao. El sector que colinda con La Castellana, debe su nombre a la labor de los barrenos que durante décadas se dedicaron a vender piedras extraídas del cerro.
Sobre sus suelos empedrados se estableció el matrimonio integrado por Antonia y Ramón Delgado, cofundadores de la antigua cofradía y sucesores de una tradición ancestral .

Antonia Delgado, de 82 años de edad, es el testimonio vivo de una herencia cultural que desafía al tiempo. Su abuelo, Ángel Custodio fue uno de los primeros barrenos que habitó El Pedregal. Desde niña se sintió cercana a sus raíces y después, cuando se casó, desempeñó un rol activo acompañando a su esposo en la bajada de las palmas durante más de 40 años.
“Yo cargaba mi palma de primerita y siempre iba detrás de Ramón. Antes de que subieran la montaña las mujeres rezábamos por ellos y luego los recibíamos en la entrada con arepas y agua de papelón”,
contó
Ramón Delgado, mejor conocido como Cara de Caballo, lideró la fundación de la Asociación Civil Ecológica Palmeros de Chacao, registrada hace más de 40 años. Ese mérito le confirió el título de palmero mayor hasta su fallecimiento en el año 2021.
Durante décadas emprendió cada año el recorrido de siete kilómetros desde El Pedregal, pasando por varios puntos como No te Apures y Pinabetes hasta llegar a la Cueva de los Palmeros, situada a unos 2000 metros de altitud.

“Mi esposo empezó a subir El Ávila desde chiquito y lo hizo durante toda su vida hasta poco antes de su muerte. Él sentía que la montaña lo llamaba. A veces subía de noche y yo me quedaba preocupada mirándolo por la ventana. Él me decía que si veía una lucecita en el cerro era él con su linterna, llegando a lo más alto”, dijo
Sin embargo, durante algunos años, la familia enfrentó dificultades para cumplir la tradición cuando se fijaron restricciones de acceso a la montaña. Antonia cuenta que esas limitaciones, lejos de desanimar a su esposo, lo impulsaron a mantener viva esta manifestación cultural. Se las ingenió con otros dos compañeros para podar las palmas y llevarlas hasta la iglesia de Chacao.
Una promesa irrompible
Delgado narra que al principio hubo miedo, pero luego se sumaron más personas. Con el transcurrir del tiempo niños y jóvenes se interesaron en cuidar la palmas y preservar la flora y fauna del Waraira Repano. De allí nacieron Los Palmeritos.
El fruto de los esfuerzos de la familia por preservar las costumbres se consolidó con la creación de la Asociación Civil Ecológica Palmeros de Chacao que tiene su sede en El Pedregal. Más tarde Inparques aprobó la subida de los palmeros y en 2019 fueron declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Argenis Delgado, uno de los hijos de la pareja, explicó que ser palmero es un sentimiento enraizado en la sangre. Él y sus cinco hermanos guardan una estrecha relación con la naturaleza y luchan por su preservación, legando a las nuevas generaciones los conocimientos acerca de la poda de las palmas y la protección del medio ambiente, tal y como se los enseñó su padre.
“Mi papá estaba tan conectado al Waraira Repano que hablaba con las palmas y les pedía permiso para podarlas. Los animales se apartaban para darle paso. Era algo único”.
menciona Argenis Delgado
La identidad cultural del municipio Chacao está definida por un variopinto conjunto de creencias, ritos, leyendas, y costumbres. Muchas de sus calles evocan la apacible vida de un pueblo donde prevalece la camaradería entre los vecinos. Este año las familias se prepararon para honrar a Dios con cantos, rezos y peregrinaciones.

Delgado comenta que están ansiosos por llevar a sus casas las palmas que serán bendecidas el Domingo de Ramos. “Hemos estado subiendo la montaña toda esta semana para preparar la ruta y tener todo listo. El clamor de la gente se hace sentir en la iglesia porque se entregan a la fe”, asegura.
La palma (ceroxylon) conocida como palma de cera o palma de ramo, se encuentra distribuida por todos los Andes, desde Venezuela hasta Bolivia. Esta planta es aprovechada para la obtención de cera vegetal, confección de adornos y ramos durante las celebraciones de «Semana Santa«. Se propaga por semilla, en parte, gracias al pico de frasco, un ave similar al tucán que disemina los granos por los terrenos del Waraira Repano. El pájaro fue adoptado como emblema por los habitantes del municipio.
Creencias, fe, costumbre y tradición
En la fe católica la palma simboliza la victoria de los fieles sobre el pecado y la entrada de Jesús en Jerusalén. Delgado comenta que para asegurar la preservación de esta planta sagrada, la poda obedece a algunos criterios. Al ascender a la montaña y llegar al pie de la palmas, uno de los integrantes de la cofradía trepa el árbol hasta lo más alto asegurado con una cincha.

Primero limpia la planta y corta las ramas dañadas. Luego se procede a podar y dejar un pequeño cogollo que crece fuerte y regenerado para el año venidero. Al descender, cada integrante puede transportar hasta 14 kilos de peso en palmas. Inparques es el ente encargado de delimitar la cantidad. Delgado señala que en años anteriores han sido podadas de 300 a 400 palmas aproximadamente.

Antes de la subida, las familias que integran la cofradía y los feligreses se unen en oración para pedir por los palmeros, encomendandolos a la virgen María Auxiliadora, patrona del municipio Chacao. Esta advocación mariana tiene su propio monumento en las cercanías del puesto de guardaparques de Chacaíto.
La celebración continua el sábado 12 abril para conmemorar la bajada de los palmeros y se extiende al son de las comparas durante casi todo el día, hasta bien entrada la tarde. Delgado detalla que habrá cantos y rezos en varios puntos del recorrido con la participación de las agrupaciones Santos Inocentes de Caucagua, Diablos Danzantes de Naiguatá, Burras de El Pedregal, parranda San Pedro de Guatire y banda Show Francisco de Miranda.

Durante gran parte del día y hasta las 5:00 pm los palmeros se acercan hasta la Iglesia San José de Chacao para depositar las palmas que serán bendecidas en la misa del Domingo de Ramos. Antonia y sus hijos estarán presentes en la festividad para unirse al júbilo de la feligresía y honrar la labor de Ramón y otros miembros de la cofradía que fallecieron recientemente y que dejaron tras de sí un patrimonio de incalculable valor.
“Ser palmero es formar parte de la montaña como lo hacen los árboles, las quebradas o las piedras. Por eso sembramos en ella y la cuidamos para que nuestros descendientes también la conozcan”, señala Argenis Delgado.
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