Los integrantes de la Misión médica cubana en Venezuela enfrentan explotación, bajos sueldos y estrictos controles ideológicos y hasta de movilidad. Un consultorio en una zona remota de Valencia, estado Carabobo, muestra la precariedad y las restricciones de estas misiones.

Valencia. En una esquina de San Blas, en Valencia, estado Carabobo, una casa ubicada junto a la Plaza Rómulo Gallegos funciona como un Consultorio Comunitario. Sin nombre ni propaganda, nada indica lo que allí opera. En la comunidad lo conocen como el consultorio de los cubanos.

Solo un cartel hecho en papel lo anuncia: “Pacientes con síntomas respiratorios venir con su tapa boca”. Es la única señal de que allí se practica algún tipo de atención médica.

Cuando se toca la puerta del consultorio nadie responde, pero la puerta contigua sí, y aparece Isabel. “Hace 30 minutos se fue la doctora”. El reloj ya marca la 1:30 p. m. e Isabel no viste ropa de enfermera.

Sin embargo, desde hace nueve años ejerce en Venezuela como integrante de la Misión médica cubana, una estrategia del gobierno de Cuba para enviar médicos a otros países como parte de acuerdos bilaterales de cooperación en salud. Su servicio en el país se ha dividido en tres etapas: Fuerte Tiuna, Aragua y San Blas, según contó.

Foto: Crónica Uno

Ella, como todos los médicos cubanos, jamás pasó por un proceso de validación curricular para poder ejercer en el país, lo que significa que no se sometieron a la convalidación formal del título de médico ante las autoridades venezolanas, un requisito habitual para ejercer legalmente en el sistema nacional de salud.

Isabel vive en una residencia dentro del mismo consultorio. Es un apartamento muy deteriorado, desordenado y con electrodomésticos visiblemente desgastados. Junto a la mesa del comedor cuelga una cartelera y se observa un documento con una imagen del Che Guevara de fondo.

Deterioro compartido

Dayli Coro, una médico cubano que estuvo en Venezuela entre 2011 y 2014, terminó aborreciendo el pollo durante muchos años.

“Comíamos lo mismo que los venezolanos, pollo, arroz, arepas. Pero era ese pollo de Mercal tan grasoso, nos lo daban todos los días”,

detalló.

La vivienda y la alimentación dependen del Estado venezolano, lo que refleja la poca inversión destinada a ofrecer condiciones dignas a estos médicos, a quienes el propio gobierno dice deberles tanto.

No obstante, Isabel aseguró sentirse profundamente agradecida con Venezuela. Gracias a sus nueve años en el país logró construir su casa en Campechuela, un municipio de la provincia cubana de Granma, en el oriente de la isla.

La financió con la parte de su salario que permanece en Cuba. Lo que recibe en Venezuela son Bs 6.000, poco más de $25, un ingreso ínfimo para una enfermera con 49 años de experiencia. Esta situación es bastante común.

Más allá de construir su casa, Coro no pudo usar su dinero a su criterio, porque el gobierno cubano se lo decomisó, un mecanismo que el Estado cubano usa para retener la mayor parte del salario de sus profesionales en misiones internacionales, como parte de un sistema de control financiero y político.

Aunque han pasado 11 años desde su salida, Coro explica que su salario comenzó en $16 y terminó en poco más de $300. En ese momento, el salario del equipo cubano estaba por debajo del ingreso mínimo venezolano, que era de unos $450.

El control cubano

A diferencia de Isabel, Dayli opinó que no existe compensación suficiente para que un médico cubano viaje a Venezuela. Su llegada al estado Guárico, a la población de El Sombrero, ocurrió exactamente tres meses después de concluir su carrera.

En Cuba, este período se considera un servicio social para perfeccionar habilidades, un requisito obligatorio en la formación médica que busca integrar a los recién graduados en prácticas comunitarias y hospitalarias. También trabajó en el municipio San José de Guaribe, en otro CDI (Centros de Diagnóstico Integral).

Estos centros son instalaciones públicas de atención primaria en Venezuela, encargadas de ofrecer consultas médicas básicas y seguimiento sanitario a la población.

“Se supone que en ese tiempo deberíamos tener un supervisor permanente que nos orientara. Buena parte de los trabajos que nos asignaban eran de intensivismo, que es una especialización, y muchas veces nos tocaba resolver solos porque no había quién supervisara”,

confesó.

El intensivismo se refiere a la atención de pacientes en condiciones críticas, como en unidades de cuidados intensivos.

Incluso antes, desde 2010, Cuba enviaba estudiantes de sexto año de medicina a trabajar como médicos en Venezuela, reveló Dayli Coro a Crónica Uno.

Decisiones como esta alimentaron comentarios públicos sobre la falta de profesionalismo del equipo cubano y el riesgo de exponer a los venezolanos a personal insuficientemente preparado.

Foto: Crónica Uno

Pero esto era solo una parte de lo que preocupaba a Dayli. En numerosas ocasiones protestó y confrontó a sus superiores por conflictos ideológicos y por las negligencias cometidas contra la propia población trabajadora cubana.

Algo similar ocurrió cuando atendió a un niño de 11 años con un ahorcamiento incompleto. “No teníamos tubos endotraqueales y me castigaron por denunciar eso. A los tres días murió en el hospital”, expuso.

Un ahorcamiento incompleto ocurre cuando la vía respiratoria no se bloquea por completo, pero sigue siendo una emergencia médica grave.

Explotación

Por ese caso, fue expulsada de la misión al regresar a Cuba. “La razón dieron fue que tuve tres ausencias injustificadas, pero nunca pudieron probarlo”. Antes de eso, horrorizada por la decadencia de la salud pública en su país, Dayli había solicitado una baja que jamás le otorgaron.

Le molestaba la explotación de la que era víctima y lo reafirma: “Sí, éramos explotados. No teníamos tiempo para descansar, trabajábamos 24 horas seguidas, pero iba más allá: era una violación ética, un irrespeto al compromiso con la salud”.

Por eso, el relator de la Organización de Naciones Unidas sobre las formas contemporáneas de esclavitud, Tomoya Obokata, afirmó que a los médicos cubanos se les coaccionaba para unirse a misiones, se les prohibía relacionarse con los locales y se les mantenía bajo vigilancia constante. Además, se les confiscaba entre 75 % y 95 % del salario.

Foto: Xinhua

El caso de Dénis, médico cubano adscrito al CDI Ciudad Alianza en el municipio Guacara, ilustra el grado de precariedad que puede llevar a estos profesionales a buscar ingresos alternativos.

A principios de 2024, aceptó atender en una consulta privada a Samantha Marín, quien, conociendo sus necesidades económicas, le ofreció posteriormente un trabajo como jardinero por 25 dólares. Una vez concluidas las terapias, el médico cesó todo contacto y desapareció sin dejar rastro, de acuerdo con el relato de la propia paciente.

El control salarial es quizá una de las mayores formas de opresión del régimen, acompañado del control político.

“No podíamos tener contacto alguno con alguien vinculado a la oposición, y claro que había que hacerlo. ¿Cómo ayudas a una persona con 12 tiros que se está muriendo y no tienes nada para ofrecerle? Se te muere. A veces había que hablar con la oposición para pedir ayuda, y eso era fatal para Cuba”,

indicó Dayli.

Además, Cuba instruía a su equipo a politizar las consultas. Al ofrecer un servicio debían recordar que los beneficios eran gracias al presidente Chávez y luego a Maduro. “En época electoral era una invitación a votar por el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela)”, admitió.

A pesar de regirse por un protocolo restrictivo —con un toque de queda en la residencia a las 6:00 p. m. y la necesidad de permiso para salir del municipio o estado—, Isabel no guarda una valoración negativa de su experiencia. Por el contrario, asegura que incluso en el pico de la violencia en Venezuela, ese mismo esquema de control le brindó una sensación de protección.

Presencia en el terreno

Actualmente, Isabel divide su jornada entre el CDI La Trigaleña —donde trabajan más de cinco profesionales cubanos— y el CDI Valencia Centro. Precisamente en este último, el equipo de Crónica Uno constató la ausencia de médicos de esa nacionalidad.

La verificación incluyó también una visita al CDI Padre Alfonzo. Ambos centros, ubicados a menos de 250 metros de la avenida Bolívar Norte en la capital carabobeña, carecían de personal cubano. En ninguno de los dos se pudo obtener información sobre desde cuándo se produjo su retirada.

Esta dinámica de desgaste ha impulsado un incremento constante en las deserciones. Las cifras son elocuentes: según la Agencia Cubana de Noticias, en 2015 Cuba contaba con más de 50.000 trabajadores de la salud en 68 países. Para 2019, esa cifra se había reducido a 28.729 médicos en 59 naciones, lo que representa casi la mitad.

Este declive se refleja en casos concretos. Con base en datos de Migración Colombia, en 2014 desertaron y entraron a ese país 616 profesionales cubanos, una cifra que aumentó a 720 en 2015.

Las deserciones son tan frecuentes dentro de las misiones médicas que incluso han afectado a sus más altos mandos. Un ejemplo destacado es el de Yoel Vásquez, antiguo jefe de los médicos en Venezuela y predecesor del actual responsable, Yusleivy Contreras, quien desertó en noviembre de 2022 con rumbo a Estados Unidos.

Foto: archivo

Según Martínez Carmona, la Misión Cubana en Venezuela está presente en los 24 estados del país, con 13 mil colaboradores distribuidos en 818 parroquias y 318 municipios, y asegura que tienen presencia en todos los CDI y otras dependencias de salud pública.

Sin embargo, al contrastar estas cifras con la totalidad de la división político-territorial venezolana —que comprende 1116 parroquias y 335 municipios—, se evidencia que existen zonas del país sin una presencia cubana constante.

El testimonio de las cifras narra una historia de contracción: menos médicos en el mundo, más deserciones en los registros migratorios y una red de cobertura en Venezuela que no alcanza a cubrir todo el territorio nacional.

Esta realidad contrasta con el relato oficial de una misión sólida y omnipresente, dejando al descubierto las grietas en uno de los programas de cooperación más emblemáticos de la diplomacia cubana. La sostenibilidad del modelo, ante la fuga continua de su propio personal, queda bajo interrogante.

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