Protagonizada por Tom Cruise, la reciente película de la saga de acción cumple su cometido, pero a la vez se nota el recurso fácil del apego y el aplauso fácil.
Caracas. El título indica cierre. Sin embargo, las últimas escenas de Misión imposible: Sentencia final no dan muestras del retiro del agente Ethan Hunt. La más reciente película de la saga presenta un primer acto nostálgico en demasía, como un homenaje de programa televisivo -remembranzas de Sábado Sensacional– con imágenes alusivas a distintos momentos épicos en las tres décadas de largometrajes del personaje interpretado por Tom Cruise.
Son momentos incluso de culto a la personalidad saturante. Imágenes van y vienen para recalcar la efectividad o peligrosidad del agente secreto. Recursos que sirven para remover sentimientos de manera muy fácil, aunque también sirven para desempolvar hechos que pueden resultar muy distantes en el tiempo. Pero es cierto que son maneras que mellan la realización cinematográfica con la redundancia.
Misión imposible: Sentencia final sigue la línea de impedir que la inteligencia artificial conocida como La entidad genere un caos mundial. Paulatinamente ha tomado el control del arsenal nuclear de varias potencias, y en Estados Unidos temen que ocurran con su armamento atómico. Entonces, acuden al agente Ethan Hunt para que se encargue. El protagonista acude a su leal equipo para la peligrosa misión, que incluye ir al submarino de la anterior entrega.

La trama busca darle peso al personaje de Grace, la ágil carterista interpretada por Hayley Atwell, especialmente en su papel para acabar con el problema. Sin embargo, exceptuando su ingreso en el primer acto y la parte en la resolución del conflicto, es un personaje que busca ser sostenido sin mayor justificación.
Su aparición en pantalla no tiene mayor peso, incluso hasta tratan de vincularla con momentos jocosos, pero que igualmente no tienen asidero incluso en la lógica de los chistes. También pasa con Paris (Pom Klementieff), disminuido a eventuales momentos de acción.
Ya a medida que avanza Misión imposible: Sentencia final baja la intensidad con la estrategia nostálgica para dedicarse enteramente a la acción y el entramado de triquiñuelas para impedir el éxito del protagonista. Y eso se agradece.
Poco a poco se va resolviendo el problema con la inteligencia artificial con la tensión que se espera de la saga, con la sagacidad de dosificar los artilugios extra reales que han caracterizado a la franquicia, y la pomposidad de Tom Cruise en las escenas de mayor riesgo. Populista, sí; pero aceptable y agradable a favor del acuerdo entre espectador y creador desde mediados de los años noventa.

Es la cuarta película de Misión imposible dirigida por Christopher McQuarrie, una saga que ha tenido a cineastas como Brian De Palma, John Woo, J. J. Abrams y Brad Bird. Pero de su racha en la saga, es la más floja. Cumple su función, el clímax cumple los requisitos, pero su culto a la personalidad y ese apego a la nostalgia como recurso narrativo menoscaban la eficacia del largometraje de casi tres horas.
Su encadenamiento al recuerdo constante hacen de la reiteración una subestimación al público, un artilugio al servicio del aplauso inmediato, sin riesgo a la evocación sutil. Todo digerido.