Más de 50 niños almuerzan de lunes a viernes en el comedor comunitario La Bendición de Dios, ubicado en el barrio Brisas del Norte de la capital zuliana. Hasta la fecha, más de 20 niños han superado la desnutrición.
Maracaibo. Casi al final de la calle principal del barrio Brisas del Norte de Maracaibo, estado Zulia, vive Orlando Montilva de 57 años, un líder social que junto a Carolina y Ana, sirven con amor más de 60 almuerzos para niños, abuelos y madres lactantes de la comunidad.
Hace más de una década que Orlando identificó que la alimentación era el problema que más golpeaba a sus vecinos.
“En las caminatas que hice como representante de junta de vecinos, veía como se repetía el mismo factor, el hambre. Los niños estaban flaquitos, débiles, amarillos. Entonces decidí dejar la política y buscar ayuda para atender esta situación. Gracias a Dios pude comenzar con este hermoso trabajo”.
El 25 de noviembre de 2019, la Fundación Alimenta la Solidaridad Zulia, que promueve y apoya la creación de comedores comunitarios a lo largo y ancho del estado, tocó la puerta de Orlando para proponerle la creación de un comedor comunitario, desde entonces ha trabajado incansablemente y ha logrado recuperar a más de 20 niños.
“La fundación Alimenta la Solidaridad Zulia nos trae semanalmente los alimentos y hacen evaluación y control de peso, porque se le hace seguimiento a cada caso para su recuperación nutricional. Gracias a ellos estamos atendiendo 45 niños, cinco madres lactantes y cinco abuelos, esto realmente ha sido una bendición para la comunidad”, dijo Orlando.
Una comunidad vulnerable
El barrio Brisas del Norte se divide en cuatro sectores, la lista de carencias va desde la falta del servicio de agua por tubería, gas doméstico hasta electricidad, entre otras. Por eso a diario Orlando y su equipo hacen lo humanamente posible para sobrepasar los obstáculos que la crisis humanitaria marca para seguir sirviendo amor.

“Tuvimos que hacer una adaptación con la tubería de gas para poder cocinar porque el gas falla mucho y no tenemos para comprar las bombonas, lo mismo hacemos con el agua. Esta es una comunidad muy pobre que necesita atención porque estamos hablando de unas dos mil familias en estado de vulnerabilidad”, explicó.
Se calcula que en el barrio hay más de 500 familias que han migrado. Orlando asegura que la crisis los ha empujado a dejar lo poco que tienen para buscar su futuro en otros países, la mayoría se va a Colombia. “El deterioro que vive la comunidad es crítico”, reveló.
Alegría comunitaria
La jornada en el Comedor Comunitario La Bendición de Dios comienza desde muy temprano, organizan el menú, preparan el almuerzo y Orlando avisa por el grupo de whatsapp a los representantes lo que comerán sus hijos ese día.
Desde las 11:30 a. m. comienzan a llegar los niños, se lavan las manos y se sientan a esperar que todas las mesas estén llenas y luego de hacer una oración de acción de gracias por los alimentos, les sirven el almuerzo.

La algarabía y la risa de los pequeños contagia el lugar mientras Ana, Carolina y Orlando no se despegan de las mesas hasta que todos hayan comido.
“Nosotros somos bendecidos. Este trabajo nos ha enseñado a trabajar de corazón y correctamente. La Fundación no solo trae la comida, también nos dio las mesas y sillas, todos los utensilios de cocina, bombonas de gas, tanques de agua, dos cocinas industriales, todo nos lo facilitan para hacer el trabajo lo mejor posible”, explicó Montilva.
Vocación de servicio
Carolina Rincón llegó al comedor hace tres semanas como voluntaria y se quedó. Dice que cada vez que sirve un plato de comida se siente en paz y es una manera de retribuir la alimentación de sus dos pequeños quienes forman parte del comedor.
“Cuando llego a la casa los extraño, quiero que amanezca pronto para volver al comedor, estoy muy encariñada con los niños de la comunidad. Creo que esta acción se tiene que multiplicar”, dice la madre que lava ropa ajena para subsistir.

Ana Martínez colabora desde hace tres años con Orlando. Su vocación para la educación la llevó a ser la responsable de hacer las carteleras, ayudar en los eventos especiales como día del niño y de las madres, pero desde este año se metió de lleno en la cocina.
“Me gusta la labor social, Orlando ayuda a mucha gente y aquí hay mucha necesidad. Mi trabajo no es solo cocinar, también estoy pendiente que los niños se coman todas las verduras, les pregunto si les gustó o si quieren más y no me quito de ahí hasta que no me den la taza vacía”, dijo Ana.
Una casa nueva
Orlando, conocido en su comunidad como un trabajador incansable, tiene una meta para este año: lograr reunir 1200 colaboradores que donen un dólar para la construcción de una casa comedor para los niños de Brisas del Norte.
“Necesitamos reunir 1200 dólares para comprar un terreno que tenemos aquí cerca, donde podamos construir la fundación. Una vez que tengamos título de propiedad del terreno, podemos apoyarnos con la empresa privada para la construcción”, dijo mientras mostraba la maqueta donde se aprecia un amplio comedor, consultorio, estacionamiento y una habitación para cobijar una familia como cuidadora del espacio.

Dijo que las puertas de su casa, donde actualmente funciona el comedor, están abiertas para quienes deseen visitarlos y verificar la transparencia de su trabajo. “Yo lo único que quiero es seguir ayudando y sé que con la voluntad de Dios lo vamos a lograr”, aseguró.
Formación para seguir construyendo comunidad
Para Orlando este trabajo ha sido un viaje de aprendizaje. Dice que se siente en paz por aportar un granito de arena al mejoramiento de su comunidad. Le agradece a Dios la fortaleza que le ha dado para enfrentar las dificultades pero también las oportunidades de formación que han llegado a su barrio.

Una de ellas es el ciclo básico formativo ofrecido por la ONG Espacio Público en Brisas del Norte donde Orlando aprendió sobre la promoción y defensa de derechos humanos y luego se inscribió para ser parte de la red ECOS que busca darle herramientas comunicacionales a los ciudadanos para ejercer la libertad de expresión dentro de sus comunidades, para finalmente, formar una red local de difusión de noticias comunitarias.
“Estoy muy agradecido con Espacio Público porque gracias a estos talleres he podido formarme de manera integral. Aprender a ser un reportero comunitario me ha dado mucha seguridad, puedo hablarle a la gente de sus derechos y mostrar de manera correcta las necesidades de mi gente a través de fotos y videos bien hechos. Hemos avanzado mucho gracias a estas formaciones y eso lo agradecen las comunidades”, reveló Orlando.
Antes de despedirse, el líder recalcó el sueño de construir la casa de la fundación como un espacio seguro y de progreso para su comunidad. Su meta es seguir creciendo en ayudas y darle herramientas a sus vecinos para mejorar su futuro.
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