Madres y padres de los detenidos durante la crisis poselectoral esperan en la calle, frente al penal de Yare, la excarcelación de sus hijos. En su larga espera soportan frío e incomodidades junto a otras familias.
Caracas. Solo con las medias puestas, Sara* tiene sus pies sobre el asfalto para refrescarse. Ya no sabe en qué posición ponerse, pues la acera en la que está sentada, con el pasar de las horas, parece endurecerse más.
A diferencia de otras familiares que la rodean y que al igual que ella, esperan fuera del Complejo Penitenciario Yare III, ubicado en Valles del Tuy, ella no puede acostarse. Le parece más incómodo. En ocasiones, el pequeño bolso que carga, en donde tiene solo una muda de ropa de cambio, le sirve para apoyarse.
La mujer, de 56 años de edad, duerme fuera del penal desde el sábado 16 de noviembre. Pese a todas las incomodidades, espera ver salir a su hijo de 28 años, detenido en Maracaibo, con su boleta de excarcelación.
“Yo de aquí no me muevo, a menos que tenga a mi hijo conmigo”, dice. Por eso hace caso omiso de las incomodidades que ha tenido que soportar.
Esperanza a toda prueba
Los bruscos cambios de temperatura agravaron la bronquitis que empezó a padecer durante su travesía entre Zulia y Caracas. Tras acudir al Palacio de Justicia para entregar la documentación, debió trasladarse hasta el penal de Yare III.
“Además yo tengo glaucoma y esto no me hace bien. Yo solo veo por un ojo”, cuenta mientras señala su ojo derecho, que es el único que tiene visión.

Asegura que las familiares de los detenidos en el mismo contexto de operativos poselectorales y de los presos sociales, han sido un apoyo para ella, quien pudo hacerle la visita a su hijo gracias a que varias personas que tienen un grupo para saber de sus detenidos, reunieron y le pagaron el pasaje.
Ver que excarcelaron a varias personas el 15 y 16 de noviembre le da suficiente esperanza para quedarse a la espera y no desfallecer ante las dificultades de dormir en la calle.
A pesar que datos del Ministerio indican que 225 fueron excarceladas, las cifras del Foro Penal Venezolano contabilizaron solo 131 personas entre los centros penitenciarios Tocuyito, Tocorón, La Crisálida y centros de atención para adolescentes.
Una gran familia
Sara come gracias a que otras madres le regalan lo que llevan y comparten. Quienes más prestan colaboración son las que residen en comunidades cercanas a Yare III.
“Yo no quiero gastar porque todo lo que me manda mi familia para ayudar, lo dejo para la comida de mi hijo. Cuando como me siento culpable porque sé que la comida de él es mala”, manifiesta.
A su alrededor hay colchonetas en el piso, carros y camiones con sábanas encima, sillas plegables y personas que duermen sobre el piso. Sara señala a otra madre, Yasmely*, quien es una de las que más le ayuda.
“Esta es nuestra cama”, sostiene la madre de 50 años, que cambió su hogar, en el estado Portuguesa, por el piso del costado de una casa que funciona como un quiosco en donde prestan servicio de carga de teléfono y venden chucherías.
A su lado está otro grupo de madres y padres, que se dan fuerzas para aguantar la salida de sus hijos: «Lo que es para una, es para todas».

Las madres recuerdan que ver salir los que pasaron hasta cuatro meses detenidos los llenó de mucha alegría, aunque no compartieran lazos consanguineos.
Antes de su llegada a Yare III, a la madre los funcionarios no le daban información de su hijo. Estuvo dos meses entre Tocuyito y Tocorón, en ambos penales gritaba el nombre de su hijo a todo pulmón. Sin embargo, no obtenía respuestas sobre su paradero.
“Un día, mientras estábamos en Caracas, recibimos su llamada. Nos dijo que siempre estuvo en Yare, en donde siempre nos lo negaron. No sé por qué nos hacen pasar esto. No sé por qué juegan con uno así”, recuerda entre lágrimas.
En la última semana tuvo que inyectarse para aliviar el dolor, consecuencia de una operación en la columna y una complicación que le produce cistitis. Esta condición se agrava por la cantidas de horas que pasa sentada.
Sin nada
Ana* es una mujer de la comunidad Wayúu. Al momento de la detención de su hijo de 22 años, estaba saliendo de un accidente cerebro vascular.
Su recuperación, que depende de alejarse del estrés y tomar medicamentos, no ha podido llevarse a cabo debido a que desde que su hijo fue encarcelado, el 30 de julio, no ha tenido paz.
“Por estar aquí y dejar mi casa sola, me vaciaron mi casa. Mi casa está pelada”, lamenta mientras señala el bolso en el que tiene cuatro mudas de ropa. Lo único que le quedó.
Sin embargo, ella está dispuesta a pasar las noches que sean necesarias y esperar a su hijo, quien, en el momento de su detención, recibió fuertes golpes y lo obligaron a grabar un video en el que aceptó que había recibido dinero por parte de la oposición para quemar un comando policial.
Helena*, madre de una joven de 22 años, detenida en Yare III, denuncia que las mujeres detenidas en el retén no pueden salir de sus celdas.
“Las muchachas están pálidas por no recibir sol. Además, mi hija tiene una condición de salud por problemas ginecólogos. Ella tenía que hacerse unos exámenes y una biopsia para descartar que no tuviera células cancerígenas”, asevera.
Helena dice que una condición en su pierna derecha, la cual requiere una intervención quirúrgica, se ha agravado por las horas que tiene que pasar a la espera.



Las familias de Yare III
Las familias de Yare III reclaman que desde el 15 y 16 de noviembre esperan que excarcelen o den respuestas sobre el día en que saldrán sus familiares.
Insisten en que les preocupa su situación económica, la cual se ve cada vez más afectada por los gastos que conlleva mantenerse en la calle.
“Yo puedo ir y venir. Pero esto igual es un gasto que golpea a cualquiera”, dice una mujer que tiene a su sobrino recluido en el lugar y que a su vez ayuda a otra madre del estado Anzoátegui, cuyo familiar fue detenido mientras preparaba una sopa en la calle.
“Nosotros queremos que nos digan si saldrán y el día. Acá nadie nos da respuesta. Nos ven aquí y no dicen nada”, denuncian.
Hasta la hora de publicación de esta nota, ninguna persona del complejo penitenciario les ha dado alguna noticia a las casi 200 personas que esperan bajo las altas temperaturas de San Francisco de Yare.
“A muchos de los que quedaron les dicen que pronto les envían las hallacas, que van a pasar las navidades aquí. ¿Por qué tienen que torturarlos de esa manera? No parecen humanos”, expresa una de las madres.
(*) Se modificaron los nombres de las fuentes por medidas de protección.
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