El colapso del sistema de zonificación en Venezuela ha dejado a miles de estudiantes sin cupo asignado para el nuevo año escolar. La burocracia estatal, sumada a los salarios miserables, impide a las familias costear educación privada, lo que profundiza una crisis educativa marcada por una deserción de 50 %.

Caracas. A Yadixelis la persigue la incertidumbre. Su hija está por empezar el liceo, el primer año de la educación media en Venezuela, una etapa clave en la formación de los adolescentes, pero todavía no sabe en qué plantel estudiará.

El Ministerio de Educación no le ha entregado la “zonificación” —el documento que asigna un cupo en un plantel cercano al hogar— y su sueldo como empleada pública, de apenas 130 bolívares al mes, equivalente a menos de un dólar, le impide optar por una institución privada.

Lo que para muchas madres significa un motivo de orgullo —ver a sus hijos cerrar la primaria y dar el salto a la secundaria— para ella se ha vuelto un laberinto sin salida.

“Ante los últimos días del acto de grado, pregunté qué había pasado con la zonificación, que no la habían entregado. La respuesta de la directora fue que debía esperar por el Ministerio”, relató a Crónica Uno.

Yadixelis pensó que, al recibir los documentos de su hija, también le entregarían la zonificación para el liceo. Sin embargo, la maestra solo le informó que debían esperar hasta septiembre —mes de inicio del nuevo año escolar— porque aún no había recibido instrucciones del Ministerio de Educación.

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Yadixelis aún no tiene cupo para su hija. / Fotograf’a: Tairy Gamboa

Obstáculo oficial

La zonificación es el mecanismo mediante el cual el Estado asigna los cupos escolares al priorizar la proximidad geográfica, una forma de garantizar que los estudiantes asistan a planteles cercanos a su residencia o al trabajo de sus padres. Pero este año el sistema colapsó.

Para Gricelda Sánchez, presidenta de la ONG Fordisi, el problema de la zonificación es histórico y revela la falta de planificación dentro del Ministerio de Educación, aunque en esta ocasión los inconvenientes se hicieron más notorios.

«El tema de la asignación de cupos ha sido un problema de incompetencia, de que ponen en los cargos a personas que no manejan la situación y obstaculiza el sistema de asignación”,

explicó.

Agregó que este caos afecta directamente a los estudiantes, pues lo ideal sería que estudiaran cerca de sus casas o del lugar de trabajo de sus padres, algo que en Venezuela no ocurre con frecuencia, debido a que los cupos suelen asignarse tarde y sin claridad. “El alumno se entera el día que lo inscriben, casi que hay gente en octubre inscribiendo”.

Burocracia que retrasa

Sin esperar a septiembre, y con la intuición de que algo no iba bien, Yadixelis tomó la iniciativa a finales de julio. Se dirigió al instituto donde sueña con ver a su hija estudiar. Allí le respondieron que no apartaban cupos y que sin la zonificación no podían asignarle uno.

En la institución la remitieron a la Zona Educativa. Ahí le explicaron el protocolo: debía formalizar la solicitud, dejar los datos de la adolescente y esperar respuesta —un procedimiento que, en teoría, debería ser rápido pero que suele trabarse en la burocracia.

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Espera por la zona educativa y la escuela. / Foto: Tairy Gamboa

“Hasta ahora no he recibido respuesta de la Zona Educativa. El lunes fui a la institución y lamentablemente la directora y la maestra no me pudieron atender porque estaban en reunión.  La secretaria lo que me dijo fue que aún no tenían la zonificación y que debía esperar”. 

Edgar Machado, presidente del Sindicato Venezolano de Maestros del Distrito Capital (Sinvema), enfatizó en que lo correcto es que las zonificaciones sean entregadas en julio, mes en que los padres suelen preparar la lista escolar y los uniformes, gastos que resultan pesados en un contexto de salarios muy bajos.

Ahora, a quienes no recibieron zonificación solo les queda esperar. Una vez que las directivas de las escuelas conozcan la cantidad real de estudiantes, podrán hacer evaluaciones técnicas para determinar si hay cupos disponibles.

“El deber ser es que las zonificaciones sean entregadas en el mes de julio, porque los padres y representantes deben preparar una lista escolar y el uniforme, que muchas veces se hace cuesta arriba por los salarios tan bajos que hay”,

señaló. 

Este desorden es un problema grave que, según Machado, refleja el colapso del sistema educativo venezolano —marcado por bajos sueldos docentes, infraestructura deteriorada y burocracia— y podría dejar a muchos estudiantes fuera de las aulas este año escolar, privándolos de su derecho a la educación.

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La deserción estudiantíl es del 50% en Venezuela. / Foto: Tairy Gamboa

La crisis educativa es cada vez más profunda. Las cifras de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) estiman que la deserción escolar en Venezuela alcanzó el 50% de la población entre 3 y 17 años, lo que equivale a 3.700.000 niños, niñas y adolescentes fuera del sistema educativo.

Puertas que se abren… y otras que no

Yadixelis es empleada pública. Su salario de 130 bolívares apenas equivale a 0,90 centavos de dólar. La única alternativa que imagina es una escuela privada, pero esa opción resulta inalcanzable. “Con lo que gano, apenas logro pagar el alquiler y comprar algo de comida. Se me hace imposible pagar una escuela privada, cubrir las mensualidades, más el uniforme y los útiles”, sostiene.

Mientras Yadixelis sigue en la espera, otras madres han encontrado caminos alternos. Romina, vecina de Caricuao, consiguió un cupo para su hijo gracias al consejo comunal de la UD3.

“Yo había ido a su colegio y me dijeron que no entregaban zonificación, que eso se hacía directamente con la Zona Educativa. Yo fui al lugar y me dijeron que dejara los papeles, que ellos me llamarían. Pero no lo hicieron”, contó.

Docentes, sueldos, salarios
Foto: Lucía Fernanda Ramírez.

En medio de la incertidumbre, el consejo comunal, una estructura de participación vecinal reconocida en la Ley de los Consejos Comunales, elaboró un censo no oficial por WhatsApp para recoger datos de familias sin cupo.

Un mes después, contactaron a Romina desde el Liceo Técnico de Caricuao. La historia de Romina contrasta con la de Yadixelis, quien también buscó ayuda en la comunidad sin éxito.

“El consejo comunal preguntó a los vecinos sobre quiénes no habían recibido su zonificación. Contacté a la jefa territorial, le di la información de la niña y le di detalles sobre su situación. Han pasado 15 días y aún no he recibido respuesta”.

Para Machado, la situación es tan crítica que los padres no tienen a dónde acudir. El sindicalista atribuyó esta falla a que las zonas educativas, que deberían ser una solución, también se caracterizan por su “incompetencia”, lo que deja a las familias sin alternativas viables.

“Ante la imposibilidad de conseguir un cupo, muchos padres se ven obligados a migrar a la educación privada y la mayoría no tienen cómo pagar una educación privada”, sostuvo.

La misma incertidumbre

La incertidumbre educativa no termina en el bachillerato. También alcanza a los jóvenes que aspiran a ingresar a la universidad a través de la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU), organismo encargado de distribuir los cupos en las universidades públicas en función de promedios, carreras y necesidades del país.

Yuleannis, bachiller egresada de un liceo privado, lo sabe muy bien. Con un promedio de 19 puntos, su sueño de estudiar medicina se ha convertido en frustración.

“En la primera etapa no quedé en medicina a pesar de tener un promedio de 19 en todo mi liceo. Unas amistades me dijeron que es porque estudié en un colegio privado”, narró en un video de TikTok.

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Foto: Glenn Requena

La primera fase de asignación de cupos, que debía publicarse el 22 de agosto, se retrasó hasta el 27. El Ministerio de Educación Universitaria anunció que se habían asignado cupos al 80 % de los solicitantes. No obstante, unos 80.000 estudiantes quedaron en lista de espera, lo que evidencia la demanda insatisfecha.

En la segunda etapa, Yuleannis modificó sus opciones. Esta vez optó por enfermería en la Universidad Central de Venezuela (UCV), la Universidad Hugo Chávez Frías y una escuela en Artigas. Pero tampoco quedó.

En redes sociales, cientos de bachilleres denunciaron errores en la página de la OPSU, asignaciones de carreras que no habían solicitado o, en algunos casos, la simple ausencia de cupo.

Ante la presión de los afectados, la OPSU anunció que abrirá una tercera etapa de asignación en octubre, una respuesta parcial que alarga la espera y deja a miles de jóvenes a la deriva.

Planificación: la pieza que falta”

Machado insistió en que la solución al caos de la zonificación no pasa por una ley, sino por una transformación profunda del sistema educativo. La asignación de cupos debería ser un proceso imparcial y descentralizado, alejado de la burocracia del ministerio.

Para Sánchez, esta autonomía permitiría que cada comunidad, a través de sus directivas locales y con supervisión adecuada, gestione de manera más eficiente y justa la asignación de cupos, que respondan a las necesidades específicas de cada familia.

“Lo principal es generar políticas descentralizadas que permitan realmente ubicar a los niños y jóvenes en los lugares cercanos a sus hogares”,

aseguró Sánchez.

El experto subrayó la urgencia de planificar. “Sin planificación, pues nada funciona. Un proceso bien estructurado, que se adelante a la demanda para garantizar la educación”.

Yadixelis, Yuleannis y las advertencias de los gremios revelan un mismo trasfondo: la educación en Venezuela se ha vuelto un terreno incierto, atravesado por burocracia, bajos salarios y falta de planificación. Lo que debería ser un derecho garantizado —un cupo escolar cercano al hogar, la continuidad en los estudios, la posibilidad de acceder a la universidad— se convierte en un camino lleno de trabas.

La educación, que alguna vez fue orgullo nacional y motor de movilidad social, enfrenta hoy cifras de deserción que superan el 50%. En esta situación madres, padres y jóvenes quedan atrapados en un ciclo de espera que retrasa sueños, limita oportunidades y erosiona el futuro de una generación que crece entre la incertidumbre y la precariedad.

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