Los trabajadores de Patanemo se ven obligados a buscar ofertas atractivas para captar clientes. Fotografía: Armando Díaz.

La falta de un salario digno incide en la caída de las ventas, pero también los precios poco competitivos en Patanemo sumado a las condiciones de los comercios.

Puerto Cabello. Desde hace 30 años, Nancy Ruiz va casi a diario a la Bahía de Patanemo. Tiene un kiosco en el que vende comida y, además, ofrece servicio de toldos y sillas. Todo se ha dado gracias al éxito de años anteriores, pero desde hace unos 10 años el panorama cambió.

Nancy está sentada en una silla playera, dándole la espalda al mar. Su esposo está en el kiosco, de nombre «Mi Bahía», aprovechando que es lunes para limpiar y organizar todo.

A esta trabajadora le cuesta admitir que la situación está mal.

«Es variable, todo depende de la temporada en la que uno está. Por lo menos hace poco fueron las vacaciones y vino gente, pero ya en estos días se nota la diferencia. Ojalá en diciembre todo repunte», dijo.

Poco después, asegura que el fin de semana el movimiento estuvo bajo, lo que tiene una inmediata repercusión sobre sus ingresos, más aún porque el punto fuerte es la comida: tostones, pescados como la cojinúa y marisquería.

Estos kioscos establecen una serie de servicios para competir entre sí y ser el que más vende. Fotografía: Armando Díaz.

10 años de crisis

Los precios van de 15 dólares en adelante. Este plato, a 15 dólares, rinde para dos personas.

«Antes la gente gastaba más dinero. No sé por qué. Yo creo que la gente ahorraba más y veías que se vendían muchísimos más platos», dijo.

Para 2014, Nancy vendía en un fin de semana 40 platos. Ahora cuando mucho solo vende hasta 10.

«Con eso tenemos que saber administrar el dinero porque, si no, no llegamos a fin de mes».

Ahora, cuando Nancy y su esposo regresan, deben invertir al menos la mitad de lo que se ganaron en comprar pescado, verduras y demás.

La Sirena una de las vendedoras más icónicas en la Bahía de Patanemo. Fotografía: Armando Díaz.

Su primera vez

Rocío Quintero bajó ese día a la playa a conocer Patanemo y escapar de los bañistas de fin de semana. Rocío es guiareña, pero lleva 30 años viviendo en Valencia. Cuando llegó al estado, su esposo la llevó al punto más alto de la montaña para ver la bahía. Eso fue lo más cerca que estuvo.

Ese lunes, Rocío se llevó una sombrilla y compró todo lo que fue comida y bebida en Valencia.

«No gasto ni un centavo en la playa porque es absurdamente caro. Ahí pregunté por un pescado en 15 dólares y me parece un robo. ¿Cuál es la propuesta? ¿Cuál es el lujo? Te lo ponen en un plato de plástico y lo fríen en aceite de mala calidad. No hay estándar», contó.

Bañistas en Patanemo
En días de semana las playas están vacías por lo que es difícil obtener ganancias. Fotografía: Armando Díaz.

Cuando llegó un grupo de vendedores, la abordaron para ofrecerle el servicio de sillas. Ella les decía que no hacía falta, pero uno de los vendedores le dijo que le pagaran lo que fuera por tres sillas.

Ahí Rocío cambió de opinión y aceptó. «El señor después me dijo que la cosa estaba ruda y cualquier cifra que recibiera venía bien».

Crónica.Uno preguntó a los trabajadores cuánto costaba el servicio de toldos, y dijeron que a partir de 10 dólares.

Rocío escucha los precios y sentenció: «Aquí me ves en una silla de plástico, y mira esos toldos, una vaina chiquita con la tela toda raída. La gente aquí en Puerto Cabello no sabe de turismo«.

Trabajador patanemo
Un toldo con dos sillas está en $10 en Patanemo, los trabajadores incluso acceden a dar una silla más por el mismo precio. Fotografía: Armando Díaz.

Vuelve a la vida

Desde su silla, vestida con jean y franela, Rocío observa a un señor con un balde. Es vendedor de ostras y vuelve a la vida, pero va con el balde vacío. Este le da una ostra diminuta para que pruebe en compañía de la novia de su hijo. Ella mira con desconfianza, pero le da una probada.

Este señor, desde que tiene uso de razón, trabaja en Patanemo. Para él, las temporadas buenas y malas ya no existen, a excepción de los días que van del 25 al 30 de diciembre. De lo contrario, «todo es roncha». Así es como define la vida laboral a la orilla del Mar Caribe en Patanemo.

Vendedor Patanemo
La venta de ostras se ha venido abajo con la crisis económica nacional. Fotografía: Armando Díaz.

Lo máximo que hace en un día bueno son 30 dólares, pero son más las veces que se va sin nada. Irse sin un centavo no es solo un día de trabajo perdido, en el que no podrá llevar comida a casa; es un desperdicio de esfuerzo.

Simón se levanta a las 5:00 a.m. y va hacia la laguna de La Bocaina, contigua a la Bahía de Patanemo. Ahí, entre las piedras y manglares, busca las ostras. Pero no es un trabajo fácil porque también todo depende de la temporada.

«Puedo estar ahí como hasta las 10:00 a.m., y muchas veces lo que encuentro son unas vainas chiquitas. Entonces ahí se le pone la cosa difícil a uno porque no es que traigo el tobo full», dice.

Aun así, él agradece porque en las playas menos turísticas, como las de Gañango, la cosa está peor. «Ahí no se vende nada. Aquí al menos estamos organizados y viene gente seguro».

Bañistas optan por llevar sus cosas a la playa como forma de ahorro. Fotografía: Armando Díaz.

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